Se acerca el 12 de octubre y vuelven, como las enfermedades estacionales, los hispanistas del "nada por lo que pedir perdón", quienes han hecho de la apología de la conquista de América su razón de ser. Para ellos, el proceso que arranca en 1492 fue la "liberación de América" y matizan lo ocurrido con el argumento de que "fue hecha por hombres, no por ángeles y hay hombres que hacen actos heroicos y santos, pero también hay delincuentes, violadores, asesinos". Su afán es demostrar que la "hispanidad" es cultural y espiritualmente superior y, en consecuencia, deberíamos estar orgullosos de pertenecer a ella todos los que hablamos castellano y nos socializamos en el catolicismo.
Esta visión, presente en ambos lados del Atlántico, ha encontrado en el argentino Marcelo Gullo a su sumo sacerdote: un iluminado que cree que su misión es desmontar la Leyenda Negra y enseñar a los españoles su pasado, pues "no lo conocen porque se les ha ocultado y falsificado su propia historia". Su mayor empeño es contar al mundo las atrocidades cometidas por las otras potencias coloniales en América, África y Asia, algo de lo que habla como si no se supiese y él solito lo hubiese descubierto.
Más allá del supremacismo que transmiten estos postulados, las medias verdades sobre las que se asientan o la descontextualización de los hechos, me parece que, lejos de conseguir su objetivo, generan rechazo por varios motivos: dejan fuera de su visión cultural a un alto porcentaje de la población de la "hispanidad", ahondan en una interpretación de la historia de vencedores y vencidos –de civilización vs. barbarie– que ha servido para reafirmar el poder de las élites de los países de la región y, sobre todo, porque son análisis anclados en el pasado que carecen de propuestas de futuro.
Posiblemente esa falta de prospección se deba a la incapacidad de hallar argumentos que muestren, tanto a los gobiernos como a los ciudadanos que vivimos en los países de Iberoamérica, los beneficios que conlleva ser parte activa de esa comunidad. En lugar de seguir rastrillando en el pasado con el fin de instrumentalizarlo, sin duda resulta más positivo encontrar puntos de encuentro que nos ayuden a construir la "hispanidad" del futuro. Sí que me gustaría insistir en que tensar la cuerda a base de hurgar en las diferencias es algo que se hace desde los dos lados: si en el de "nada por lo que pedir perdón" está Santiago Abascal, en el otro estaría, por ejemplo, el expresidente de México Andrés Manuel López Obrador.
Este cambio de enfoque no significa cerrar los ojos al pasado. Hay información suficiente sobre lo ocurrido y cada quien puede sacar sus propias conclusiones, pero hemos de ser conscientes de que, las mismas, estarán determinadas por nuestras particulares interpretaciones normativas y de que existe el riesgo de leer el pasado con las gafas del presente, lo que aumenta exponencialmente el número de hechos y procesos que nos parecerán reprochables aunque en ese momento histórico no lo fueran.
Aún así, incluso en un pasado con tantas aristas se pueden hallar puntos de encuentro en los que coincidir tirios y troyanos. Es un hecho inobjetable que la colonización generó un espacio territorial y humano que comparte historia, lengua y tradición religiosa. Aunque sobre estos puntos coexisten lecturas positivas y negativas, no se puede negar que se creó ese espacio común, una comunidad cultural que puede potenciarse desde el punto de vista social, político y económico para beneficiar a quienes formamos parte de ella. Por este motivo, para dimensionar "lo común"-sin negar las diferencias- me parece necesario hablar de cultura compartida, en lugar de recurrir al eufemismo de los valores compartidos.
Abundando en lo evidente, la lengua -componente fundamental de lo cultural- es mucho más que un punto de encuentro, es un capital valioso compuesto por cerca de 600 millones de personas (7,5 % de la población mundial) distribuidas en más de 20 territorios y dos continentes y con potencialidades en múltiples dimensiones. No nos olvidemos de que, a pesar de las diferencias entre los acentos o los giros lingüísticos, es uno de los pocos idiomas que cuentan con unas organizaciones que velan por su unidad y desarrollo, lo que permite que la comunicación siga siendo posible a pesar del tiempo y las distancias. Nunca dejaré valorar el trabajo de la Asociación de Academias de la Lengua Española (ASALE). Tenemos que ser conscientes del aporte que realizan a pesar del poco apoyo público que reciben. Y, ya que estoy, aprovecho para recomendar la app del diccionario de la RAE.
Es indudable que los "productos culturales" originan riqueza. Una buena muestra es la "Residencia" –un número elevado de conciertos celebrados en un mismo lugar– que acaba de realizar Bad Bunny en el "Choliseo" de San Juan de Puerto Rico. Los cálculos hablan de cientos de millones de dólares de ingresos para la isla; pero, en la línea de lo que vengo señalando, resulta relevante que el eje del espectáculo era precisamente la reivindicación de la cultura puertorriqueña y del idioma como seña de identidad. Si un mérito tiene Bad Bunny y otros artistas que cantan en nuestra lengua es que han conseguido convertir al español en un idioma universal en una industria dominada por el inglés. Por eso no resulta sorprendente que en un mercadillo del sudeste asiático se escuche bachata en la megafonía.
Además, la música en nuestro idioma resulta tan rica y variada porque junta ritmos que van, entre otros, del flamenco al rock pasando por el guaguancó, la balada y el bolero; porque sus letras cuentan historias tan distintas como la de la vida de un chabón de La Matanza, en el Gran Buenos Aires, o las vivencias de una señora del barrio de Miraflores de Lima, en Perú, cuando evoca la elegancia del "caballero de fina estampa"; porque toda ella la podemos sentir tan cercana como a los mariachis de México, que se han convertido en parte del paisaje lúdico de toda Iberoamérica. Se trata de una proliferación que solo ha sido posible gracias a que somos una comunidad cultural que, a la vez, puede funcionar como un mercado grande y diverso.
El idioma ha servido también como facilitador de la expansión empresarial. Así fue en un primer momento para las empresas españolas que se asentaron en América Latina y ahora lo está siendo para las "multilatinas". Tampoco podemos olvidar su potencial académico, no solo por el intercambio entre las universidades iberoamericanas, sino para la difusión científica, como ha explicado tan bien un estudio hecho por Ángel Badillo, profesor del Instituto de Iberoamérica de la Universidad de Salamanca e investigador del Real Instituto Elcano.
Es más constructivo dejar de lado posiciones supremacistas, ancladas en nostalgias imperiales, o el victimismo de algunos gobiernos latinoamericanos"
La mayor evidencia de que Iberoamérica es una comunidad cultural está en los flujos migratorios entre los distintos países de la región, así como desde España hacia América y viceversa. Estoy seguro de que en la decisión de migrar a Buenos Aires de peruanos, bolivianos o paraguayos pesa mucho la posibilidad de entenderse a la hora de conseguir trabajo, algo que también se puede decir de la migración hacia España desde los distintos países de la región. Subirse al metro de Madrid es oír un crisol de acentos que conviven y se integran gracias a la innegable facilidad que ofrece el poder comunicarse.
Aunque aquí solo me he centrado en algunas potencialidades de la lengua como elemento articulador, la comunidad iberoamericana tiene otras a las que me he referido en su momento. Acá querría insistir en que es posible hablar del pasado común mostrando que también tenemos un presente gracias a todo aquello que compartimos y, por ello, es más constructivo dejar de lado posiciones supremacistas, ancladas en nostalgias imperiales, o el victimismo de algunos gobiernos latinoamericanos a los que les resulta más fácil culpar a la conquista de su situación actual que a la propia inacción. A propósito, leí que la mujer del expresidente López Obrador reside ahora en Madrid en compañía de su hijo. Me parece una buena noticia porque muestra que la beligerancia de su marido contra este viejo Reino, ya no es tanta.
Francisco Sánchez es director del Instituto Iberoamericano de la Universidad de Salamanca. Aquí puede leer todos los artículos que ha publicado en www.elindependiente.com.
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