Ada Colau nos ha sido devuelta por las aguas como una profeta tragada por una ballena o una turista escocida. Venía de Gaza o de Troya, venía de Israel o de Eea, venía con orgullo o con resaca, resaca de olas, de adrenalina, de cachaza y del propio heroísmo, que a veces deja mucha resaca (hay heroísmo de ron pirata, de garrafón y de chupitería). O sea que ahí estaba Colau, entre soldado homérico, bota pescada por un arrastrero, Virgen marinera y guiri de sangría, después de una aventura como de naufragio de la nave Argos o de naufragio de un hidropedal. No todos los héroes vienen con la espada sangrante y la cabeza de una gorgona, ni siquiera con salvación de vidas o almas. Hay otros héroes que no sabemos muy bien si han hecho heroísmo, paddel surf, hoguera de San Juan, partidita de Trivial, Master Chef Celebrity, postura del loto, postura del misionero o topless entre lugareños. Y yo creo que esta heroicidad tiene más mérito. Es fácil ser un héroe yéndote a una zona de guerra a dejarte las tripas por salvar niños o desactivar bombas. Lo difícil es que te reciban como héroe después de llegar de una semana de rave, de gripe o de parque acuático.

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Ada Colau parece que ha pasado por un desierto de sal, o por una cala muy masificada, o por una semifinal de Eurovisión (esos ojos de pavor, incredulidad, vértigo y dignidad podrían ser de todo esto).Ada Colau parece la superviviente que han soltado de la pirámide o de la nave nodriza o de la casa rural compartida para que cuente la experiencia, y es por eso que a mí me parece que personifica todo el espíritu de esta flotilla de la paz y la petaquita, del selfi y la cebolleta. Sí, esta flotilla era muy dispersa, pero creo que nadie simboliza tanto la ambigüedad de la propuesta como ella, al borde de la muerte, al borde de la vejación, al borde del mareo, al borde de la insignificancia y al borde del ridículo. Ada Colau me parece la musa de esta industria del heroísmo de hamaquita o bañerita, como si fuera una musa de marca de champú. Sólo se trataba de hacer el anuncio con hebras de sol o de miel entre las trenzas y margaritas en el pelo. Ni había heroísmo (sabían que no les iba a pasar nada, por supuesto) ni había ayuda humanitaria, que apenas había botiquín, agua y yesca para lo suyo. Sólo propaganda y ego a toda vela.

La paz en el mundo no es una cama redonda, los héroes no se lanzan a ser rescatados por los supuestos malvados como en brazos de bomberos, y si uno quiere montar una operación para burlar un bloqueo militar y llevar medicinas, alimentos o siquiera un corte de mangas simbólico, no lo anuncia ni lo vende como si fuera la Copa América o La isla de los calentones. La verdad es que todo ha ocurrido exactamente como se había planeado, ni más ni menos. Por supuesto, los veleritos de papá y los barquitos de sushi no pudieron burlar el bloqueo ni el despliegue de una guerra, que menos mal también, que si no estos activistas hubieran terminado repartiendo entre los gazatíes salvaeslips, antiácidos y diafragmas. Por supuesto, los israelíes los abordaron, los agruparon y los devolvieron, que no está mal para unos genocidas sin escrúpulos, salvo por la vejación, o sea la humillación que les ha supuesto haber hecho el tonto ante el mundo. Y, por supuesto, han vuelto como héroes para su propia industria de héroes, como supervivientes del turismo rural o supervivientes de Supervivientes. Era lo que estaba planeado, así que yo no sé de qué se queja Colau, que yo creo que es sufridora profesional igual que otros son buzos profesionales.

Ada Colau no se ha interpuesto en ninguna guerra entre viejos dioses y viejos odios, apenas ha salido con sombrillita al Mediterráneo de museo y ligoteo para volver arrastrando sus piecitos, que hay quien viene del martirio como de comprar en el Primark

No sé si será verdad (la verdad es bastante más difícil de encontrar en una guerra que los héroes) lo que aseguran los israelíes, que la flotilla estaba financiada por Hamás, aunque no dudo de que a estos salvajes les habrá resultado conveniente y divertido que una juventud desenfadada y despreocupada, como la que ellos masacraron gozosamente el 7-O, les compre y hasta les cante y les baile el relato. A mí lo que no me extrañaría es que la flotilla la hubiera financiado Sánchez, un poco con fontanería de submarino, un poco con activistas de peto (el PSOE tiene activistas como de los Chiripitifláuticos) y un poco con sobres reventones de chistorras. Al final el heroísmo, como la guerra, como la política, como la estupidez, es sólo un negocio para los que no creen en nada, que parece mentira que aún nos los tomemos en serio.

Ada Colau parecía una heroína perdida o quizá desahuciada, que nos la devolvía el mar como cuando la lavadora nos devuelve un calcetín. Lo mismo esto la relanza en su carrera política, como puede relanzar carreras de tertulianos o de culos enarenados con o sin ideología. Pero yo afirmo que la verdad que es sólo propaganda no llega ni a media verdad. Y que el heroísmo sin riesgo no es heroísmo, sino exhibición barata, ese ego insaciable de los santurrones con harapo y soberbia. En realidad no hay tantos héroes, y los pocos que hay no van por ahí en bandada de palomas o de borrachos, como bodas ibicencas o despedidas de solteros. Lo más heroico ahora no es echarse a la mar a broncearse los bongos ni a hacerse la permanente con el genocidio, sino intentar contar la verdad. Y la verdad no va de genocidas contra el pueblo palestino sino de extremistas de un lado contra extremistas de otro lado, de unos fanáticos locos contra más fanáticos aún más locos, y de tontos que no saben si se han metido en una guerra santa o en el pipicán.

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