La corrupción no hay que combatirla, ni siquiera hay que negarla. Lo mejor es darle la vuelta, como Sánchez le da la vuelta a su colchón de la Moncloa, ese colchón de Dorian Grey, o como le da la vuelta a todo. Sánchez se ha subido a otro de esos escenarios, balcones o cucañas de alcalde de ala ancha o de presidente de gloria mordoré, indistinguible de la carcoma, y ha dicho como atragantándose que ante la corrupción hay que responder “con valentía, no taparla”. Y yo creo que tiene toda la razón. Además, es justo lo que hace él. Ni la tapa, ni falta que hace. Ni siquiera es necesario negarla, sino llamar a la corrupción “lucha contra la corrupción”. Mientras alrededor de Sánchez la banda del Peugeot convertía sus aventuras en leyenda y a las mesoneras en princesas, y su fiscal peleaba “por ganar el relato” como contra la guardia de Richelieu, y la fontanera metía bombas por el ojete, y Begoña triunfaba a base de sablazos con pedigrí, y su hermano no triunfaba pero le daban sueldo y le dejaban vestir “la giubba”, Sánchez luchaba valientemente contra la corrupción. Está claro que tiene poca suerte o poca vista. O es que es otra frase que no significa nada.

PUBLICIDAD

Uno no puede negar la realidad siempre y en todo, no puede negar a Cerdán, a Ábalos, a Koldo, que sería como negar que vienen tres reyes magos municipales con cabalgata de basura, borrachera de carajillo y mucho oro apretujado en dobladillos, en sacas y en ombligos de camelleras. Pero uno sí puede decir que luchaba, y sigue luchando, contra la corrupción, aunque con poco éxito. Luchar contra la corrupción es como luchar contra el pecado, esa batalla en la que nunca se vence pero con la que uno se gana el cielo o al menos el pan nuestro de cada día, y en la que no se gastan ni velas, sólo palabras. Contra la corrupción parece que Sánchez lucha poco, o lucha flojito, o lucha muy torpemente, tanto que su lucha es indistinguible de la complicidad. Sí, porque echar al corrupto cuando ya lo han pillado y están todas las grabaciones por las noticias, con los nombres de las putas como nombres de colonia y con los motes para los billetes como motes del colegio, eso no tiene mérito. Digo yo que, alguna vez, en su lucha, Sánchez se habrá topado con un corrupto sin que se lo haya servido antes la Guardia Civil como un pavo con guindas. No conocemos el caso, pero parece que esa circunstancia no menoscaba su cruzada ni su asco.

Sánchez lucha contra la corrupción, pero quizá lucha sin medios y quizá lucha él solo, igual que lucha solo contra la fachosfera, contra la ultraderecha política, económica y mediática

Contra los jueces que parecen gremlins malos vestidos con la ropa de la abuela, y hasta contra Netanyahu, al que no le podemos mandar la bomba atómica pero sí a Ada Colau, flotando como una boyita o un pez globo. Ahora que caigo, a lo mejor es que Sánchez lucha sin manos. Sí, Sánchez parece que ya se maneja sólo con muñones o garfios, que yo creo que tiene la cara demacrada o cortada de Eduardo Manostijeras o de alguna novia suya llena de ingenuidad, cicatrices y vendajes. Quiero decir que ya son muchas manos, derechas, izquierdas o del medio, las que le han quitado a Sánchez, y así es difícil hacer una cruzada y hasta abrocharse la bragueta, esa bragueta chorrafuerista que a lo mejor ya no viene de su alegre chorrafuerismo anterior sino de una triste manquera.

Cerdán, su mano derecha, su secretario de organización, su capitán del Peugeot como el capitán Patapalo, está en la cárcel tocando la armónica como si fuera una geisha. Ábalos, su otra mano derecha, su otro secretario de organización, su otro capitán del Peugeot como un capitán de barquito de papel, anda también en capilla, un poco confundido quizá con un local de cerveza de abadía. García Ortiz, otra mano derecha, izquierda o ambivalente, mano en todo caso de caballero con la mano en el pecho sanchista, con gola de lealtad, pañuelito de escrúpulos o mortaja moral, también espera la pinacoteca y la sillería del juicio. Y Begoña, con mano en el corazón de enamorada, con mano en las cátedras como en el almohadón, con mano en los rescates, con mano en esos negocios que, como un negocio de obleas, necesita la mano del Vaticano, esa mano con suerte como de haber tocado muchas jorobas, esa mano de tener mano en general, también espera como para ir al convento, a estar mano sobre mano, con rosario y lágrima extática. Y ya, lo que faltaba, lo más seguro es que se quede sin las manos enguantadas de mierda de la fontanera, que iba por ahí extendiendo el plano de las cloacas de la Moncloa por todas partes. Sí, es que Sánchez se ha quedado sin manos. Alguno dirá que cómo va a luchar Sánchez contra la corrupción si todas sus manos derechas, izquierdas, extras o metafóricas están enharinadas en corrupción. Y es verdad.

Yo creo que Sánchez lucha contra la corrupción lo que puede, o sea que lucha sin poder usar a sus amigos, sus valedores, su corte, su partido, su familia y ni siquiera el servicio de fontanería de emergencia, que están todos en el otro lado. Sánchez lucha contra la corrupción flojito, que se le despierta la señora, que se le desvela el gran escudero bajo el algarrobo o el gran amigo bajo el escritorio o el gran funcionario bajo la bandera o el pequeño esbirro en la bañera. Sánchez lucha contra la corrupción tan flojito, o con tan torpes hocicones sin manos ni instrumentos, que la cosa parece indistinguible de la complicidad o incluso del mando. Pero ahí sigue, valientemente, que hay que ser valiente para estar rodeado de corrupción pero luchar contra ella, como si todos sus amigos, todos sus cargos de confianza, todo su partido y hasta toda su familia se hubieran convertido en zombis. O es que por lucha sólo se refiere a la supervivencia y por valentía sólo se refiere a la jeta. En todo caso, yo le doy la razón: hay que ser valiente e inventarse algo, porque esto ya no es capaz de taparlo ni él.

PUBLICIDAD