Se han cumplido dos años desde que los terroristas de Hamás entraron en la base de Nahal Oz y asesinaron a Maya. Aquel sábado 7 de octubre de 2023 segaron su vida, lo más importante. Con su acto cruel sembraron en Galit, su madre, en mí, en la familia y también en muchos amigos las semillas del sufrimiento y el dolor, la tristeza y el desánimo. Nos han dejado un vacío absoluto. Esparcieron también la simiente de la injusticia por el futuro usurpado, pues Maya ya no hará todas las cosas que tenía por delante. Utilizo metafóricamente sembrar porque esa amalgama de sentimientos no sólo germinó aquel 7 de octubre, sino que brota cada día desde entonces y va a florecer amablemente, esperemos, hasta el fin de nuestro ciclo de la vida.
Volví a Givatayim para la segunda conmemoración, satisfaciendo así la necesidad de llorar a Maya en su tumba y con su madre. Tuve que sacar su recuerdo de la esfera privada y llevarla a la pública, por la dimensión de lo ocurrido. Hacerlo ha comprometido mi estabilidad emocional y mental, pero ha merecido la pena. Primero, por la dignidad de Maya, la víctima. Segundo, porque he comprendido que salvaguardar y honrar socialmente la memoria de las víctimas del terrorismo contribuye a visibilizar y prevenir la lacra terrorista, nos hace mejores. Estoy sereno y en paz por haber hecho todo esto, entre otras razones porque me sirve para el duelo, para reflexionar, para aprender y crecer.
Me queda claro que hay verdades profundas que son difícilmente discutibles: el asesinato de Maya fue un acto terrorista y el sufrimiento de los palestinos, hundiendo sus raíces en una compleja y difícil historia, es un hecho
Ahora comprendo bien que me fui con el libro A sangre y fuego. Héroes, bestias y mártires de España de Manuel Chaves Nogales muy presente, vislumbrando que no hay una única verdad, más allá de la universalidad de la moral mínima, y que nadie y todos tienen la razón; que la búsqueda de la verdad absoluta e irrefutable, más allá de entender lo que nos hace seres humanos, no es posible. Sin embargo, me queda claro que hay verdades profundas que son difícilmente discutibles: el asesinato de Maya fue un acto terrorista y el sufrimiento de los palestinos, hundiendo sus raíces en una compleja y difícil historia, es un hecho.
He vuelto a España con The Thinking Heart de David Grossman a medio leer, y he comprobado que nos une un dolor similar. Además, he recordado como señala que, paradójicamente, el sufrimiento de los unos termina produciendo el sufrimiento en los otros y que, por tanto, ambas partes deberían renunciar a verse como únicas víctimas. Y que si el sufrimiento es mutuo hay que ser igual de rigurosos con las dos partes, las cuales deben asumir responsabilidades activamente.
Ya estoy en casa, vacía sin Maya. Ahora necesito recolocar nuevamente lo que se removió en Israel, que no fue poco. Pero encuentro un motivo de aliento consciente en el plan de paz propuesto por Estados Unidos, aunque para Maya sea ya demasiado tarde; ella, como todos los que han muerto injustamente, merecía algo infinitamente mejor: su vida y su futuro. Ese futuro usurpado teniendo una conversación profunda con Maya sobre cómo parar tanto derramamiento de sangre.
El sufrimiento de los unos termina produciendo el sufrimiento en los otros y que, por tanto, ambas partes deberían renunciar a verse como únicas víctimas.
Súbitamente recuerdo de nuevo el libro de Grossman y el concepto de la "paz del rico", ese acuerdo por imposición. Siempre he creído que la paz rara vez se logra sin mediación o presión de actores externos a los que disputan, más si cabe cuando hay tanto dolor y sufrimiento acumulado durante tanto tiempo. Sé que la reunión en Sharm el Sheij distará mucho de la conferencia de paz de Madrid de 1991. Sé que lo que se firmará en Egipto no se parece mucho a los acuerdos de Oslo de la década de los 90 del siglo XX. Tengo claro que la paz no es sólo el silencio de las armas, pero en el sinsentido actual, es mejor lo que otros firmemente proponen que la paz frágil y terrible que impondría la victoria militar. La sola posibilidad de que cualquier acuerdo detenga el incesante derramamiento de sangre es en sí misma, al menos para mí, una razón para perseverar.
Sin embargo, esa mediación sólo será legítima si se evita sacrificar la dignidad y la justicia para las partes. Entonces, diciendo esto imagino dar la vuelta al concepto de "paz del rico" en una paz estable que busque la "riqueza" para las personas, su bienestar, que ofrezca oportunidades y, por supuesto, identidad cultural, dignidad y reconocimiento a la existencia del otro. Esa riqueza entendida no sólo como algo materialista o utilitarista, sino como una abundancia de todos los atributos, incluyendo los éticos.
Aunque me deja la amargura de no poder conversar con mi hija de todo lo que está sucediendo, de alguna forma ella me ayuda a reflexionar, aprender y crecer más aún. Siento que gran parte de lo que Maya fue sigue latiendo en mí.
Los israelíes han alcanzado muchos de esos atributos, aunque no sin contradicciones; ahora deberían cimentar su seguridad ejerciendo con justicia la obligación moral que tiene toda mayoría —el actor más fuerte, el que detenta el poder— hacia toda minoría, garantizando la viabilidad del plan y evitando que quede en una promesa vacía. Por su parte, los palestinos deberían construir su propia “riqueza”, con la ayuda que requieran y como la requieran, y renunciando al terrorismo, para que la contrapartida sea ineludible para Israel.
En esto hallo mi resiliencia y no sólo porque la paz me ayudará en el proceso doloso. Pero no caigo en la ingenuidad o la autocomplacencia, ni conmigo ni con el plan de paz. Es posible que lo propuesto por Estados Unidos sea un “plan del rico” en sentido estricto, una “paz cartaginesa”. No obstante, leyendo los veinte puntos que se han publicado, vislumbro algunas de los atributos de la “riqueza” que he expuesto, aunque sean los más utilitaristas, aquellos que tienen que ver con el ansiado bienestar de las personas.
El plan ha comenzado en su primera fase con el cese de las hostilidades, la liberación de los rehenes y con la necesaria ayuda humanitaria. Prevé a continuación la reconstrucción de la franja y su desarrollo, impulsado por un plan económico, todo ello como vía para la autodeterminación y la estatidad. Es un punto de partida, aunque la paz, justa, duradera y estable, sólo tendrá sentido si la fuerza que la sostiene se pone al servicio de las sociedades, si consigue la seguridad mutua, la abundancia de todos los atributos y eliminar los evidentes desequilibrios.
Volver de estar con Maya ha sido la necesaria válvula de escape para mis sentimientos. Aunque me deja la amargura de no poder conversar con mi hija de todo lo que está sucediendo, de alguna forma ella me ayuda a reflexionar, aprender y crecer más aún. Siento que gran parte de lo que Maya fue sigue latiendo en mí.
Eduardo Villalobo es padre de Maya Villalobo Sinvany, ciudadana hispano-israelí de 19 años asesinada el 7 de octubre de 2023 en los ataques de Hamás en el sur de Israel.
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