Parece que ahora se están peleando poetas y académicos, que es como si se pelearan dos estudiantinas. Luis García Montero, que está en el Instituto Cervantes como en el mostrador de un estanco heredado, empezó, sin venir a cuento, a soltarle frescas al director de la RAE, Santiago Muñoz Machado, y por lo visto ya vuelan los espadines como en el Siglo de Oro, cuando los poetas iban con espada ropera, no con premio de la diputación. En España se están peleando todos y faltaban ellos, los escritores y los lingüistas; los poetas puros, con carámbano de luna llena en la nariz, o sea mocos líricos (de ahí siempre la bufanda), los teóricos puros, severos y tristes como eunucos en el jardín de las musas, los pragmáticos del publicar, con sus novelas de quiosquillo, y los pragmáticos del vivir con la pluma, con la espada o con la caligráfica combinación de ambas. Los artistas siempre se han insultado, peleado y hasta matado, pero era por su nombre y por su arte. Ahora que la política es sólo literatura, quizá los están llamando a filas como si fueran mosqueteros, aunque no todos se prestan.
Una cosa como el Congreso Internacional de la Lengua Española parecía poco propicia para la guerra, pero ahora todo es guerra. Y tiene sentido que Luis García Montero abriera fuego, porque es de esa gente que está siempre en alguna guerra o en la misma guerra, galopando todavía con los caballos ripiosos de Alberti (Alberti era un poeta de faro y de feria, de barquita y de barraca, y poco más), llorando todavía con las cebollas de luna de Lorca, y palpando todavía la piel de oveja del pueblo en los versos o berzas de Miguel Hernández. La gente como Montero es un coñazo, son como curas castrenses, con crucifijo y pistolón, con poesía y militancia. Luego, claro, lo que ocurre es que los poetas puros son sólo poetas funcionarios, como si el sindicato mandara un poeta, que por eso García Montero tiene pinta de autobusero y hasta hace versos de autobusero. Y el sindicato, ahora, va a por la RAE.
A García Montero siempre lo ha visto uno no tanto como poeta sino como político, o sea escriba político o trompetero político, con trompetería constructivista de megáfono. Yo sólo lo veía en referencias, querencias o lagrimeos políticos (la cebolla poética hecha ya no luna ni sopa sino orzuelo). Uno se enteraba poco de su lucha con el idioma, pero mucho de su lucha con el puñito, que parecía que no lo abría para que no se le cayera la arena o el tizón. Uno no se enteraba mucho de sus versos, y cuando se enteraba de alguno le sonaban a autobusero enamorado, a florista abandonado o a barrendero bajo la nieve, o a cualquier combinación de eso (autobusero abandonado, barrendero enamorado, florista bajo la nieve…). Lo digo no para ensañarme con un poeta de bonobús, sino porque esto demuestra que la guerra que ha iniciado no puede ser por la pureza o el ímpetu de un idioma por el que él sólo pasa como un estrangulador que mata flores, barre la nieve o coge el Circular.
El caso es que Luis García Montero, un día, cuando ya no le salían poemas de aparadorcito o veladorcito pero le caía un premio de la Generalitat (los políticos dando premios y cargos, eso sí que es literatura), resulta que se mete con Santiago Muñoz Machado, presidente de la RAE, que a mí no me sonaba de nada como no debe sonarle a nadie sano los que teorizan sobre las virgulillas en el derecho. Parecía que un poeta de buhardilla le había tirado de los tirabuzones a un señor feudal de las palabras, o eso pretendía, pero por el puñito cerrado o mustio, agarrotado en muñón o en piña piñonera, se veía que no. Desde la buhardilla que no es sino estanco heredado, o embajada nacional reconvertida en rompehielos soviético o sanchista, y desde la pureza poética que no es sino el contrato de un autobusero, dijo de repente que el pobre director de la RAE era “un catedrático de Derecho Administrativo experto en llevar negocios desde su despacho para empresas multimillonarias”. Y eso está muy lejos de los autobuseros bajo la nieve, los floristas enamorados y los barrenderos abandonados que necesita el idioma. Nadie lo entendió, salvo los que veían la guerra en alguien que sólo vive en la guerra.
Entre el poeta y el académico yo escogeré siempre al poeta, pero entre el autobusero con trinchera y el lingüista a punto de ser atropellado por un autobús como un pingüino, ya me dirán
Tampoco soy yo muy de la RAE, no se crean. La RAE es ese sitio donde escritores y lingüistas hacen equitación sobre sus sillas o se mueren sobre sus mayúsculas esfíngidas o dragontinas. El idioma está por fuera, inventándose y equivocándose, y ellos están ahí colgando a destiempo floretes, bonetes y palabras, colgándose ellos mismos en percheros como de Harry Potter, y metiendo en el diccionario el bluyín antes que el cachopo. Pero hacen lindos diccionarios, que son como cajas de costura para las palabras, y tienen algo de miniaturistas del idioma. Aunque lo que ocurre no es que no haya palabras, sino que no hay ideas, así que casi todo el diccionario sobra, como Montero. El ataque de Montero a Muñoz Machado, que parece un estomatólogo, no era de poeta ni de erudito, era ese ataque de clase, del autobusero al estomatólogo que no es millonario pero va con sombrero en vez de ir con gorra y con poemas de servilleta. La acusación de burgués, la excusa para la purga.
Al ataque replicó Álvaro Pombo, leve y pedagógico como un fantasma de Dickens, diciendo que Machado había salvado de la ruina a la RAE y que Montero era un “poeta menor” y “un burócrata con vocación de burócrata”. Pérez-Reverte, recién bajado de otra novela como de un barco (él está de novela en novela como Montero está de velador en velador), explicó el asunto enseguida: el Gobierno quiere meter mano en la RAE. Y Montero, claro, quiere meter ahí su autobús con flores, nieve y Perlita de Huelva. La RAE quizá juega con sombreros o con paraguas, con las palabras y con nuestra paciencia, pero aún no se dedica a hacer de galeón ideológico o de poeta de alcoba para Sánchez. No se pelean los poetas y los académicos, ni siquiera los tunos con su latín de hambre. Sólo se sigue matando el sanchismo, con quien sea, para sobrevivir.
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