El próximo 29 de octubre se cumplirá un año desde la tragedia que marcó profundamente a la Comunidad Valenciana y, por extensión, a toda Europa. La Depresión Aislada en Niveles Altos (DANA) que azotó la región dejó tras de sí un balance devastador: 232 personas fallecidas, lo que representa el 70 % de todas las muertes por lluvias torrenciales en Europa en 2024. Más allá de las cifras, este episodio puso a prueba la capacidad de respuesta de nuestras instituciones, no solo en términos de gestión financiera para la recuperación y reconstrucción, sino también en lo que respecta a la prevención, anticipación y resiliencia frente a fenómenos climáticos extremos que, lamentablemente, ya no son excepcionales.
Lo vivido en las comarcas valencianas no es un hecho aislado. Es un aviso. Un recordatorio de que el cambio climático no es una amenaza futura, sino una realidad presente que afecta directamente a nuestras ciudades, nuestras infraestructuras y, sobre todo, a nuestras vidas. En este contexto, el Parlamento Europeo se prepara para debatir el refuerzo del Mecanismo de Protección Civil de la Unión Europea, una herramienta esencial para coordinar la respuesta ante emergencias de gran escala. También se abordará el papel de las autoridades regionales y locales, que son las primeras en actuar cuando la emergencia golpea, y que necesitan más recursos, competencias y respaldo institucional para hacerlo con eficacia.
El Mecanismo de Protección Civil, junto con el Centro de Coordinación de Respuesta a Emergencias (ERCC) y la reserva estratégica rescEU, ha demostrado ser un instrumento valioso. Pero como toda herramienta, su eficacia depende de su capacidad de adaptación y mejora constante. La cooperación entre Estados miembros y países asociados como Noruega, Islandia, Serbia o Turquía ha sido clave, pero necesitamos ir más allá: anticipar, planificar y actuar con una visión de largo plazo.
En este sentido, no puedo dejar de mencionar el caso de Ontinyent, que en 2019 sufrió también una DANA que transformó para siempre el barrio de Canterería. La respuesta municipal fue ejemplar: reurbanización, reubicación de familias, reconstrucción de infraestructuras críticas, instalación de aliviadores inteligentes y creación de un parque inundable. Esta actuación no solo fue reconocida por el Comité Europeo de las Regiones, sino que se presentó como modelo en la Semana Europea de las Regiones y Ciudades. Es un ejemplo claro de cómo una administración local, con visión, valentía y apoyo institucional, puede convertir una tragedia en una oportunidad para construir resiliencia.
La resiliencia climática ha de convertirse en una prioridad transversal, que atraviese todas las políticas públicas"
Hoy, la Unión Europea se encuentra ante una encrucijada histórica. Las catástrofes climáticas recientes nos han dejado lecciones valiosas que no podemos permitirnos ignorar. Es el momento de traducir esos aprendizajes en políticas estructurales, en marcos normativos sólidos y en inversiones sostenidas que refuercen la capacidad de nuestros territorios para resistir, adaptarse y recuperarse. La resiliencia climática no puede seguir siendo una aspiración abstracta: debe convertirse en una prioridad transversal, que atraviese todas las políticas públicas, desde la planificación urbana hasta la financiación europea, pasando por la educación, la innovación y la participación ciudadana.
No se trata solo de proteger infraestructuras, sino de proteger vidas, comunidades y futuros. Europa tiene los recursos, el conocimiento y la legitimidad para liderar esta transformación. Lo que necesitamos ahora es voluntad política, coherencia institucional y un compromiso firme con la justicia climática y territorial. Porque lo que ocurrió en Valencia puede volver a ocurrir. Y porque, como sociedad, no podemos permitirnos mirar hacia otro lado.
Así pues, un año después de la trágica noche de la DANA de Valencia, podemos afirmar que significó un punto de inflexión frente a las condiciones climáticas extremas. El hecho de ver que sucedía lo que se había contemplado que podía pasar en un escenario a medio plazo hace que el futuro llegue más rápido de lo que nos pensábamos. Y con ello, es necesario considerar como preferencial el asunto climático y sus consecuencias, pues no se trata solamente ya de una cuestión teórica y científica. En una sola noche se plasmó que la emergencia es real, catastrófica, y que no estamos hoy preparados para ello. Pero sí que tendremos que estarlo.
Guillem Pursals es doctorando en Derecho (UAB), máster en Seguridad (UNED) y politólogo (UPF), especialista en conflictos, seguridad pública y Teoría del Estado.
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