Cuando se produce una catástrofe, todos buscamos un culpable. Necesitamos a alguien al que culpar, porque nadie se siente merecedor de la pérdida de un ser querido, del derrumbe de su vivienda o del destrozo de sus enseres. Un año después de la DANA, la mayoría de los valencianos lo tiene claro: el responsable de su sufrimiento es Carlos Mazón. Al menos, eso dicen las encuestas.

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Mazón se ha convertido en la cabeza de turco perfecta de la catástrofe por haber comido en el restaurante El Ventorro durante varias horas con Maribel Vilaplana, una periodista a la que ofreció ese día la dirección de la televisión autonómica À Punt. Seguro que si el almuerzo hubiera sido con Diana Morant para, pongamos por caso, negociar los presupuestos de la Comunidad, el episodio de El Ventorro apenas sería una anécdota. No digamos si el comensal hubiese sido un obispo o un líder sindical. Pero Vilaplana es mujer y, además, atractiva. Eso da para mucha elucubración y cotilleo. El presentador Gonzalo Miró no se recató al insinuar en RTVE que Mazón tenía aquel día los "pantalones quitados", mientras la gente moría ahogada en sus casas o en sus garajes. Lo siguiente será el insulto.

El presidente de la Generalitat tuvo la mala fortuna de elegir el 29-O para comer con Vilaplana, pero, después, cuando se dio cuenta de la magnitud de la tragedia, tuvo la torpeza de no decir la verdad sobre lo que sucedió entre las 3 y las 8 de la tarde de aquel día. Dijo, en un primer momento, que estuvo en una comida de trabajo; luego, cuando se supo que había estado con la periodista, acortó las horas en las que se produjo el almuerzo; finalmente, hemos sabido que acompañó a Vilaplana hasta el parking donde tenía su coche y que no respondió a ninguna llamada durante casi 40 minutos. A esas horas, estaba reunido el Cecopi (Centro de Coordinación Operativo Integrado), desde el que la consejera de Interior y Emergencias, Salomé Pradas, intentó hablar con él para saber si había que activar ya el aviso de emergencia.

Mazón ha perdido credibilidad, y eso es lo peor que le puede pasar a un político. Por eso, más que víctima de la DANA, él será víctima de El Ventorro.

Focalizar en la comida de El Ventorro la magnitud del desastre por la DANA es un error que beneficia al Gobierno

Sin embargo, reducir lo que ocurrió el 29-O y los siguientes días a lo acaecido en el restaurante valenciano es una simplificación que sólo beneficia al Gobierno, pero que no ayuda en nada a determinar las responsabilidades de lo sucedido y en conocer si las consecuencias de una riada histórica podrían haberse amortiguado.

Lo que demuestra el episodio de El Ventorro es que Mazón no era consciente de lo que estaba ocurriendo. Pensaba que la gota fría sería una más de las que de vez en cuando sacuden a la Comunidad valenciana. Incluso creía que a las 18 horas dejaría de llover.

Pongamos las cosas en su sitio. La AEMET avisó con una alerta roja, pero no había previsto lluvias tan torrenciales como las que se produjeron. La preocupación de las autoridades ese día estaba más en el riesgo de rotura de la presa de Forata que en el desbordamiento del barranco del Poyo. Varios alcaldes de la zona habían advertido del riesgo que había en esa zona inundable y superpoblada que carecía de las obras de canalización que hubieran limitado la catástrofe. Ni la Confederación Hidrográfica del Júcar, ni la entonces ministra responsable de que no se llevaran a cabo esas obras, Teresa Ribera, han asumido ninguna responsabilidad. De hecho, a Ribera no se le ocurrió pasarse por Valencia tras la DANA.

Si terrible fue la riada, peor aún fue la respuesta del Estado. La mayoría de los afectados coincide en utilizar una palabra: "Desamparo". Al día siguiente, el 30 de octubre, nadie sabía qué hacer, ni a quién pedir ayuda. La UME desplegó 1.200 efectivos, que actuaron fundamentalmente en la comarca de Utiel y Requena, pero ¡hasta cuatro días después! Pedro Sánchez no autorizó la movilización de 5.000 militares. Durante las horas en las que no había luz, ni agua, y en las que los móviles no funcionaban, los únicos que echaron una mano fueron los miles de voluntarios que se acercaron con sus propios medios a ayudar a los pueblos más afectados.

Hubo responsabilidad de Mazón por no pedir la activación del nivel de emergencia nacional, que hubiera obligado a intervenir inmediatamente a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad y al Ejército; pero también hubo responsabilidad del ministro del Interior, Grande Marlaska, quien, según la ley del Sistema Nacional de Protección Civil, tiene la potestad para hacerlo, así como la delegada del gobierno, Pilar Bernabé.

Un año después, muchas cosas quedan por hacer. Edificios en los que aún no funcionan los ascensores, viviendas con numerosos desperfectos, y, lo peor, el dolor por la perdida de 229 vidas, algo que nunca se olvidará.

Pues bien, durante estos doce meses Mazón y Sánchez no se han reunido ni una sola vez. El presidente ha preferido exprimir al máximo la debilidad del presidente de la Generalitat, antes que buscar fórmulas de colaboración para paliar las consecuencias económicas de la DANA.

Triste lección. Muchos valencianos llaman a los fallecidos "asesinados". No se equivoquen. Lo que nuestros políticos están asesinando es la capacidad para priorizar la ayuda a las víctimas por encima de sus intereses partidistas. Lo que está siendo asesinada es la convivencia.

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