Desde la ocupación ilegal del territorio de Sáhara Occidental por Marruecos, han transcurrido 50 años sin registrarse ningún avance efectivo en la solución política del conflicto, incumpliendo las resoluciones de la ONU. Aquella marcha verde de 300.000 personas, promovida por el dictador Hasán II con el apoyo de la CIA, aprovechó que el otro dictador, Francisco Franco, tenía sus días contados. La salida de España, de la administración en el Sáhara Occidental y de su ejército, resultó indigna y vergonzosa.
Pero fue, sobre todo, una traición al Pueblo del Sahara, a quien se dejó abandonado a su suerte para siempre y con lo mejor de su territorio ocupado, expoliados sus recursos naturales y sometido a un régimen represivo que no entiende de derechos ni libertades.
Marruecos ha abusado de los chantajes y presiones continuas, con la utilización de la cuestión migratoria
El Sahara ya no interesa en un planeta plagado de retos globales e incertidumbres; no está desde hace años en la agenda negociadora de nadie. La posición de Francia y Estados Unidos, por razones geoestratégicas, intereses económicos e influencia de los lobbies, ha impedido siempre iniciar un proceso democrático de autodeterminación. Por si fuera poco, los acuerdos de colaboración entre Israel y Marruecos en 2020, especialmente en materia de armamento y tecnología militar, han supuesto el final de toda esperanza a una solución justa para el Sahara.
La contribución diplomática y la ayuda humanitaria de España a los saharauis ha ido perdiendo su carga de compromiso. Lo que ha sucedido tanto con gobiernos del PP como del PSOE. Marruecos ha abusado de los chantajes y presiones continuas, con la utilización de la presión migratoria, las declaraciones amenazantes para la seguridad de Ceuta y Melilla y la práctica a conveniencia del cierre de mercados y de fronteras con ambas ciudades. Tampoco se ha privado de reivindicar Canarias.
España dejó de comprometerse con la ONU para crear las condiciones que hicieran posible la reanudación de un proceso de contactos y de diálogo constructivo entre Marruecos y el Pueblo Saharaui para pactar una solución justa. Pero el diálogo nunca ha versado sobre propuestas creíbles que traten de resolver el conflicto. Ni siquiera era creíble la iniciativa de una autonomía para el Sáhara Occidental, presentada por Marruecos a la ONU en 2007.
Este cambio progresivo de España, tras años de tibieza, se evidenció de forma lamentable en la famosa cumbre hispano-marroquí de Rabat, en abril de 2022. La declaración conjunta, llena de retórica y la debilidad de la posición española, ante las continuas muestras de deslealtad del rey marroquí, supusieron graves concesiones de apoyo político y económico al régimen marroquí. Una cumbre, acompañada de otro desprecio de Mohamed VI a España, que no sirvió para garantizar la seguridad e integridad territorial de Ceuta y Melilla ni el respeto a la plataforma continental de las Islas Canarias.
La declaración conjunta, llena de retórica y la debilidad de la posición española, ante las continuas muestras de deslealtad del rey marroquí, supusieron graves concesiones de apoyo político y económico al régimen marroquí
En todo caso, hay que seguir la resolución más reciente de la ONU sobre el problema, la número 2602 de 29 de octubre de 2021, que fija las líneas de actuación. La ONU “se compromete a ayudar a alcanzar una solución política justa, duradera y aceptable para ambas partes, basada en la avenencia, y que prevea la libre determinación del pueblo del Sáhara Occidental en el marco de disposiciones conformes a los principios y propósitos de la Carta de las Naciones Unidas”.
La ONU, al hilo de Trump, impone ahora el llamado plan de autonomía de Marruecos como base para una solución del conflicto en el Sáhara. Y margina para siempre la vía de la autodeterminación. El Consejo de Seguridad renovó el viernes pasado la misión de la MINURSO por un año más y apuesta, como ya hiciera en su resolución de 2021, por la propuesta autonómica marroquí.
En su caso, la propuesta de un estatus de autonomía para el territorio del Sáhara Occidental, como cualquier otra opción que se pudiera plantear para debatirse y acordarse entre las partes, tendría que ser sometida al final a una consulta democrática. ¿Será verdad? Como inicio del diálogo debiera garantizarse el respeto a las libertades democráticas y la salvaguarda de los derechos humanos en el Sáhara Occidental y en Tinduf. Me gustaría creer que una salida digna aún es posible para los saharauis.
Mientras, España tiene que incrementar su contribución para financiar los programas de alimentos y atenciones sanitarias, con miras a garantizar que se atiendan de manera adecuada las necesidades humanitarias básicas de los refugiados saharauis en los campamentos de Tinduf.
Odón Elorza es ex diputado del PSOE por Guipúzcoa, ex alcalde de San Sebastían y licenciado en Derecho.
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