“Me gustaría contar con el Partido Popular en política exterior”, declaró acertadamente el ministro de Exteriores en octubre a un medio de comunicación. La estabilidad de una “Política de Estado” precisa del consenso de las principales fuerzas políticas de izquierda y de derecha. Sin embargo, Pedro Sánchez prefiere polarizar también la política exterior.

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Ni el oportuno volantazo en el Sáhara de 2022 (inspirado en Trump, que en 2020 reconoció la soberanía marroquí), ni la radicalidad contra Israel, ni la excesiva luna de miel con China para los parámetros de la Unión Europea, ni la complacencia con Maduro, ni que se reconozcan desde Exteriores claroscuros en la conquista española de México, ni que España no necesita invertir más de un 2,1 % en defensa para cumplir sus compromisos en la OTAN se han consensuado con la oposición.

El 5 % del PIB decidido en La Haya se descompone en un 3,5 % de gasto militar más un 1.5 % para inversiones no militares que mejoran la defensa y en el que no parece caber la lucha climática. Es un compromiso adquirido por Sánchez del mismo modo que Rajoy adquirió en 2014 el de elevar el gasto en defensa a un 2 % en un plazo de diez años, si bien solo se alcanzó en 2025 con su sucesor.

Nos reprochan que acudamos a la Unión Europea para temas que nos interesan, como en la pandemia, sin reciprocar en defensa cuando Rusia enseña los dientes. Lo del 5% es un objetivo también a diez años con una revisión dentro de cuatro, en 2029 (sin Trump). Para entonces seguiremos igual con Moscú, en guerra o con un acuerdo de convivencia. Rusia se desgasta en Ucrania, pero tiene una economía de guerra. Hay expertos que señalan que a partir de 2030 podría “tantear” a los occidentales más que con drones y globos en los países bálticos, en las fronteras polaca o finlandesa, así como en el Atlántico para aislar a Europa de EEUU y Canadá. En tal caso, la aportación militar española sería terrestre y aérea en frentes europeos y naval en el Atlántico, pero, por ejemplo, carecemos ahora de suficientes submarinos.

El objetivo del 5 % es esencialmente político, pero es difícilmente creíble que pueda ir mejorando nuestra contribución a nuestra defensa y a la común solo con una aportación limitada al 2,1 % de nuestro PIB. De ahí la inquietud de nuestros socios en la UE, de los que 23 sobre 27 pertenecen a la OTAN, donde asimismo están otros europeos importantes como Noruega, Reino Unido o Turquía.  

Los mejores modelos democráticos están en Europa, no en Iberoamérica. Sánchez no defiende una democracia de mayor calidad

Todos saben que igual no será necesario llegar en 10 años al 5 %, pero había que convencer a un escéptico Trump de que Europa cumplirá ahora con su parte del gasto para su propia defensa porque, antes, varios presidentes americanos pidieron lo mismo por las buenas sin conseguirlo. Sánchez, en cambio, prefiere hurgar en la herida transatlántica en lugar de señalar tranquilamente, como los demás aliados europeos, que hay una década para cumplir con este compromiso invirtiendo más, gradualmente y a tenor de la mencionada revisión.

Busca la gresca en la OTAN por estar endeudado con Sumar, Podemos, Bildu y la “verdadera izquierda” sanchista del PSOE al precio de ser insolidario con aliados y socios, así como de que ruja Trump para, así, convertirse en héroe de esa extrema izquierda. La postura de Sánchez es irresponsable. Aparenta jugar en una liga situada entre los occidentales y los BRIC, donde le sitúa Trump, una organización iberoamericana de izquierdas del grupo de Puebla abrazado en su reciente gira americana.

De este modo nos latinoamericaniza. Verá ventajas en deseuropeizarnos si la UE, el Consejo de Europa y la Alianza, que es la defensa de la UE y de Europa, no avalan políticas que emprende que nos apartan del consenso mayoritario occidental y europeo, como cuando se negó a ir con la UE al Mar Rojo para proteger el tráfico marítimo de los ataques de los hutíes yemeníes.

Los mejores modelos democráticos están en Europa, no en Iberoamérica. Sánchez no defiende una democracia de mayor calidad. Incluso si no favorece imitar Venezuela, Cuba o Nicaragua transita por una senda menoscabada de la Constitución de 1978 negándose a consensuar con la oposición los temas de Estado como se hizo en la Transición y también después. La amnistía, la polarización, sus alianzas políticas lo muestran a diario.

A medida que la UE se involucre más en su defensa, sus requerimientos serán los de la OTAN o superiores si se desligara de la misma a EEUU y Canadá. Ponerle la proa a la Alianza es ponérsela asimismo a la UE. La política exterior de Sánchez es antieuropea, especialmente en materia de seguridad y defensa. No solo antioccidental o antiamericana para no limitarla a antitrumpista. Sánchez haría mejor en contar con el PP como le recomiendan desde Exteriores.


Carlos Miranda. Embajador de España 

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