La cumbre con Marruecos se celebró sin periodistas y casi sin aire, en ese búnker de la Moncloa sin ventanas y sin escapatoria hace mucho tiempo. Mientras aquí no sabemos nada, salvo que al tipo siniestro de Marruecos, Aziz Akhannouch (acusado de corrupción, ya ven la cosa), lo reciben con honores militares y cofias merengadas, el régimen marroquí exhibe sus reclamaciones expansionistas sobre las aguas del Sáhara Occidental y las Canarias. Las ambiciones de Marruecos sobre mares e islas no conocen la diplomacia, se acercan más a las exigencias de unos piratas tremolantes. Marlaska, sin embargo, con mucha diplomacia y también mucha cofia (nuestro sitio geopolítico parece ser el de la mesa de servir o el de las sábanas por hervir) habla de “magníficas relaciones”, “casi de familia”. Quizá se refiera a que las familias también se pelean por lindes, herencias y recursos, pero es que España no pelea. En las familias habría más reojo, más cubertería afilada, más resbalones en el salón engalanado. Con Marruecos sólo parece haber acatamiento, eso deja en el Madrid ya iluminado de caramelos y hadas del frío una sensación dulzona de sometimiento y estafa, como de pajes de cabalgata navideña.

En Canarias andan mosqueados porque las aguas no sólo son aguas, tienen pesca, minerales, influencia, soberanía, y saben que pueden acabar como en el trasmallo de Marruecos mientras Pedro Sánchez sirve el té con gorrito fez y Albares espeja la plata con su cosa de Gracita Morales. La preocupación es normal porque la política exterior de Sánchez no es que sea incomprensible o caótica, es que es política doméstica, y todo puede pasar si le conviene. Todo lo que hace Sánchez, con el Marruecos feudal y abandidado, con la Europa buenista y fiestera y hasta con la Gaza del Armagedón, es sólo política particular. Las decisiones se toman según la pose, la propaganda, la confrontación, la polarización y el despiste que le vengan bien a Sánchez. Lo que ocurre no es ya que no entendamos en qué beneficia a España su política con Marruecos, sino que tampoco entendemos en qué beneficia a Sánchez. Y eso sí que es sospechoso. Y acojonante.

Cuando llega Marruecos, la gente de Marruecos, los paripés con Marruecos, y se limpian los chorritos de la Moncloa, y el Gobierno entero parece atender en babuchas, y Marlaska llega con el pavo familiar, y Albares llega con tirabuzones para tocar el arpa, uno esperaría ver algo a cambio. Pero no llega nada, sólo una exigencia más de Marruecos, una humillación más, un mapa más, extendido en la mesa como un venado despellejado, un mapa que ya empieza a tener no sólo el Sáhara Occidental sino Ceuta, Melilla, y ya Canarias y no sé si Barbate. La sensación es que ya es posible cualquier cosa, regalarles el Sáhara como un cactus, regalarles nuestra agricultura como una cesta de cortesía, regalarles el Atlántico como agua de coco, ir a la guerra contra Argelia, o casar a la princesa Leonor con el hijo de Mohamed VI a cambio de un camello y una jaima.

Lo que ocurre no es ya que no entendamos en qué beneficia a España su política con Marruecos, sino que tampoco entendemos en qué beneficia a Sánchez

Es posible cualquier cosa, ya digo, y no sólo gratis, sino con gozo y admiración por Marruecos, esa monarquía medieval y corrupta con rey niño. A lo mejor esos son los lazos de familia, mucho más fuertes que cuando don Juan Carlos llamaba hermano a Hassan II, porque Sánchez es otro rey niño en una alcoba medieval y corrupta, y se entienden en sus cosas. Pero sabiendo que Sánchez sólo se mueve por interés, no por ternura ni empatía, y no viendo claro ese interés, sólo criados, bandejas y capones desfilando, lo normal es sospechar. La sospecha, claro, es que Marruecos es otro de los socios o amigos abandidados de Sánchez, de los que le hacen un chantaje indistinguible del negocio o la amistad. Por ejemplo, Pegasus. Si ya sabemos lo que sabemos de Sánchez sólo con la grabadora de pila gorda de Koldo, imaginen con Pegasus. Aunque tampoco hace falta el espionaje, es más sencillo el dinero. Al fin y al cabo, tampoco piensa uno que Maduro haya hackeado a Sánchez. Claro que lo mismo Sánchez no tiene en Marruecos ni deudas ni negocios, sólo el recuerdo o la fantasía de bonitos amaneceres del desierto, con el sol en la mano, brillando como una takuba.

La reunión de alto nivel, que la llaman así yo creo que por ponerle un nivel que no tiene este vasallaje de Sánchez con Marruecos, se celebró en la Moncloa sin periodistas, sin tiempo (tres horas de poner y quitar manteles y velos) y yo creo que sin palabras, que hasta las palabras sobran mirando unos almendrados ojos morunos de siete velos. Quizá un poco más de transparencia, por ahí en los velos, en los chorritos o en los acuerdos, ayudaría a que sospecháramos menos y entendiéramos más. Pero ya ven lo que le importan a Sánchez las sospechas. Ya nos enteraremos, si eso, cuando veamos las Canarias tomadas, o a la princesa Leonor en camello.