El balance sobre las elecciones en Extremadura que Pedro Sánchez eludió el lunes cuando compareció -sin periodistas- a las 8,30 de la mañana para anunciar el nombramiento de Milagros Tolón como ministra de Educación y de Elma Saiz como portavoz del Gobierno, lo verbalizó poco después en el seno de la Ejecutiva federal de su partido.

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En ese entorno casi anestesiado, donde las críticas brillan por su ausencia, Sánchez se atrevió a hacer el siguiente vaticinio: "Los votantes volverán en las generales". Según el presidente del Gobierno, los más de 100.000 extremeños que han dejado de votar al PSOE en comparación con los comicios de 2023 (una caída de algo más de 14 puntos) se han marchado a la abstención como consecuencia de los "bulos" y la "desinformación". En su opinión, esa deserción será pasajera, porque el voto se recuperará en caso de elecciones generales. Algo parecido a lo que ocurrió en 2023 tras las autonómicas y municipales.

El argumento de Sánchez no se sostiene. Primero, porque la abstención sólo explica una parte de la caída del voto socialista. Respecto a 2023, la abstención en Extremadura aumentó en ocho puntos; es decir, suponiendo que ese aumento fuera sólo atribuible a votantes del PSOE, quedarían otros tantos que han dejado de votar socialista para hacerlo por otros partidos. Muchos a IU (un 15%), un porcentaje importante al PP (11%) e incluso un pequeño grupo a Vox (3%).

En segundo lugar, si la causa de ese fuga de voto socialista fuesen los "bulos" y la "desinformación", ¿por qué razón volverían a votar al PSOE? ¿Acaso piensa Sánchez que ese fenómeno -el fango- desaparecerá de la escena política cuando se convoquen unas elecciones generales? El problema para Sánchez es que los casos de corrupción -uno de ellos implica a su hermano y otro a su esposa- no son sólo cosa de los "pseudomedios", como él se refiere a los periódicos críticos, sino que han sido investigados por la Fiscalía y la UCO, y sus responsables se sentarán en el banquillo en los próximos meses. La marea, que no existía prácticamente en 2023, ahora es un tsunami que inunda hasta los medios más afines. Esa es una diferencia esencial respecto a lo que ocurrió en 2023.

Sánchez eludió mencionar ante la dirección del PSOE como posible causa del batacazo al candidato, Miguel Ángel Gallardo, que ya era cuestionado internamente antes de que se oficializase su candidatura. Natural. ¡A quién se le ocurre poner de cabeza de cartel a alguien procesado por corrupción! Pero nadie se atrevió a mencionar la soga en casa del ahorcado. Todos saben, incluso los más acérrimos sanchistas, que Gallardo ha sido candidato porque fue él quien colocó al hermano del presidente. Pero cuestionar a Gallardo internamente no sólo significaba cuestionar al amigo de David Sánchez Castejón, sino que era ponerse del lado de los difusores de "bulos".

Si el desastre del PSOE en Extremadura sólo ha servido para extraer la conclusión de que los abstencionistas volverán en unas generales es que el partido está en encefalograma plano. Afortunadamente, no todos se obnubilan como la portavoz Montse Mínguez, que, en rueda de prensa, se atrevió el lunes a afirmar que el sanchismo "está más fuerte que nunca". Hubo algunos que, tras la reunión de la Ejecutiva, bien es verdad que off the record, manifestaron su decepción ante la pobreza del análisis del secretario general. Hay ya, incluso en el seno de la Ejecutiva federal socialista, quien piensa que hay un "retroceso de fondo en el electorado progresista"; que el mal no sólo ha arraigado en Extremadura, sino que es general y que se verá confirmado en Aragón, Castilla y León y Andalucía. Las tres próximas citas electorales que servirán para comprobar hasta dónde se desploma el suelo socialista.

Incluso dentro del aparato hay dirigentes que disienten del presidente cuando afirma que los votantes que se han ido a la abstención volverán en unas generales

El presidente cree que tiene una baza a su favor. Considera que el hecho de que María Guardiola no hay logrado la mayoría absoluta la hace depender de Vox para gobernar, lo que confirmaría su tesis de que el PP camina del ronzal del partido de Abascal, con la esperanza de que se produzca un efecto similar al que tuvo el pacto en Valencia entre el PP y Vox como elemento movilizador del voto progresista en las generales del mes de julio de 2023. ¿De verdad piensa Sánchez que hay miedo a que el PP pacte con Vox para formar gobierno? En sí mismo, el resultado de las elecciones extremeñas es una refutación a su argumento. El PP, que ha gobernado con Vox hasta la ruptura que provocó el rechazo a los presupuestos de Guardiola, no sólo no ha bajado, sino que ha subido en escaños, a la vez que Vox, que se ha disparado. Es decir, que ya con la experiencia de un gobierno PP/Vox quien se ha desplomado no ha sido la derecha, sino el Partido Socialista.

El drama, apuntan los no entusiastas en el PSOE, es que las medidas sociales del Gobierno no están dando el rédito electoral deseado. Tenemos el Gobierno que ha elevado más el gasto público, el que más ha subido el SMI, el sueldo de los funcionarios y las pensiones. De hecho, ayer el Consejo de Ministros aprobó el llamado "escudo social" previamente acordado con Bildu, lo que, según publicamos hoy en El Independiente, elevará el déficit en más de 9.000 millones de euros.

¿Por qué hay cada vez más españoles que no creen que este Gobierno les renta, como dice el presidente? Sencillamente, porque los casos de corrupción y las cesiones de Sánchez a sus socios han hecho el proyecto socialista irreconocible para muchos de sus votantes. Ya no sólo son los viejos "dinosaurios" como Felipe González y Alfonso Guerra los que cuestionan el sanchismo como una desvirtuación del socialismo clásico, sino que cada vez son más los que se atreven a disentir. El manifiesto que lanzará en enero Jordi Sevilla es una muestra, pero no la única, de la preocupación que se extiende ya incluso por las direcciones regionales del partido y entre los alcaldes socialistas.

Muchos creen que, como decía el poema de Gustavo Adolfo Bécquer, aquellos socialistas que ya han decidido votar a otros partidos, esos no volverán. Al menos, mientras Sánchez siga al frente del Gobierno y del PSOE.

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