La puntuación de un texto me genera mucha inseguridad e incertidumbre. Por ello, me impresionó saber que el expresidente ecuatoriano Rodrigo Borja dictaba sus respuestas a las entrevistas incluyendo la puntuación con la que quería que fueran recogidas en el texto. Borja acabó en la Academia Ecuatoriana de la Lengua y, luego de su retiro de la política activa, dedicó 20 años a escribir su Enciclopedia de la Política, un ambicioso proyecto que en su última edición en papel tenía más de 2.000 páginas. Según sus palabras, la propia naturaleza de la obra la haría inconclusa, afirmación que es ahora más real que nunca después de su fallecimiento el 18 de diciembre de este 2025.

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Todas las necrológicas han destacado su honestidad y compromiso con el país. En algunos medios también se ha valorado su gobierno (1988-1992), durante el cual tuvo que lidiar con una de las muchas crisis que ha vivido Ecuador. Sin duda Rodrigo Borja fue uno de los grandes líderes políticos ecuatorianos e hizo política desde el convencimiento de que esa es la vía para transformar la realidad. A ello dedicó su vida. En este sentido, y como demócrata convencido, creó y lideró Izquierda Democrática, un partido político de tendencia socialdemócrata que llegó a ser el más grande del país durante la década de 1980 y los inicios de la de 1990.

Era un partido modernizante, que contaba con un proyecto y un equipo gracias a que Borja y sus incondicionales recorrieron el país formando cuadros, fichando militantes, estableciendo centrales y creando organización en todo el territorio. Parecía sacado de un libro de Ciencia Política, pues cumplía con todo lo que se espera de este tipo de actores colectivos. Para mí, Izquierda Democrática fue el último gran intento de un sector de la élite tradicional ecuatoriana, sobre todo quiteña, de hacerse cargo, para bien, del país, ofreciendo un programa que se resumía en el lema del partido "justicia social con libertad".

Al leer lo que se ha escrito sobre Borja, recordé unas reflexiones, a propósito del liderazgo, de Felipe González, expresidente del gobierno de España, en una entrevista de Juan José Millás para el periódico El País en 2010, decía: "Hay algunas características fundamentales: Una, no puede ser líder quien no tiene capacidad, y/o sensibilidad, para hacerse cargo del estado de ánimo de los otros. Si no te haces cargo del estado de ánimo del otro, el otro no te siente próximo, siente que no lo comprendes y no te acepta como líder. Dos: no hay liderazgo si no cambias el estado de ánimo de los demás, de negativo a positivo o de positivo a más positivo, lo que comporta creer de verdad en el proyecto que ofreces, creer de la manera menos mercenaria posible porque te da más fuerza. Y la capacidad de transmitir ese proyecto como un proyecto que enganche a los demás, que comprometa a los demás cambiándoles ese estado de ánimo del que previamente te has hecho cargo. Pero tiene que ser un proyecto que le permita a la gente pensar que, aunque le pidas esfuerzos, ese esfuerzo tiene sentido, y le convence quien se lo pide porque ve que se lo cree. Y se lo cree de manera no mercenaria. Pero uno tiene que creer en lo que está haciendo".

Al contrario de Rodrigo Borja, Noboa es un ejemplo de presidente sin capacidad de liderazgo que llega al extremo de mostrar públicamente su falta de empatía con algunas justas demandas de los ecuatorianos"

Las palabras de Felipe González y el recuerdo de la trayectoria de Rodrigo Borja, quien se hizo cargo del estado de ánimo de los ecuatorianos y ofreció un proyecto de cambio en el que involucró a todo el que pudo, ofrecen algunas pistas para entender la situación de América Latina, donde demasiados países están gobernados por presidentes que no lideran. No estoy siendo ingenuo, sé que siempre hay aciertos y errores; tampoco pienso que los líderes sean superhéroes capaces de cambiar las instituciones y las estructuras sociales y económicas con su solo accionar. Lo que me gustaría destacar es que son necesarios para cumplir funciones de dirección política, a la vez que establecen prioridades y ofrecen soluciones a los problemas. Sin movernos de Ecuador, encontramos el caso contrario en Daniel Noboa, un buen ejemplo de presidente sin capacidad de liderazgo que llega al extremo de mostrar públicamente su falta de empatía con algunas justas demandas de los ecuatorianos, haciendo más bien gala de soberbia o displicencia.

En 2024, ya con Daniel Noboa de presidente, el país vivió una grave crisis eléctrica a consecuencia de la cual se produjeron racionamientos que paralizaron actividades productivas, afectaron servicios básicos y profundizaron el malestar social. Las pérdidas fueron cercanas a 2.000 millones de dólares, según estimaciones del Banco Central, mientras que los gremios empresariales las estiman en hasta 7.500 millones. Se calcula que cada hora de apagón llegó a costar 12 millones de dólares, lo que evidencia el alto impacto económico del colapso energético.

Sabiendo que el fenómeno sería estacional y ante la exigencia de todos los sectores para que se tomasen medidas preventivas de cara a paliar el déficit y, sobre todo, evitar que volviese a pasar, las autoridades encargadas, en vez de buscar soluciones, aprovecharon la ocasión de realizar una compra de equipamientos por la vía de emergencia para robar. Ese sistema permitió la adjudicación directa sin procesos competitivos transparentes, sin criterios técnicos claros ni comparación de ofertas. Así, se pagaron unos 149 millones de dólares por equipos generadores que no funcionaron, pero que además carecían de verificación previa de funcionamiento antes del desembolso y de las debidas garantías técnicas y económicas.

La supervisión legal fue deficiente y no hubo controles internos adecuados, lo que facilitó la contratación opaca. Esta ausencia de fiscalización efectiva, unida a la falta de documentación técnica sólida y a una toma de decisiones apresurada, sin rendición de cuentas, alimentaron las sospechas de manejos irregulares en la gestión pública, sobre la que mucho advirtieron.

Lo peor de todo es que saltaron las alarmas desde el primer momento, pues la empresa contratante era muy sospechosa. Incluso, formaban parte de la misma, de forma directa o indirecta, personas próximas a los responsables de la contratación. Pero el presiente, el lugar de tomarse en serio las denuncias y ejercer como un auténtico líder que se hace cargo del estado de ánimo y las necesidades del país, miró para otro lado sin importarle el grave perjuicio para el Ecuador y sus ciudadanos. ¡Hace falta ser de cartón para no hacer todo lo posible para evitar que las personas se queden sin energía eléctrica!

Noboa no se hace cargo del estado del país y por ello cada vez menos ecuatorianos lo aceptan como líder aunque, la verdad, no sé si le importa"

Una vez que el escándalo ya no se puede tapar con un dedo, el partido del presidente ha bloqueado cualquier intento de control político e inspección, mientras Noboa ha anunciado un juicio en EEUU contra la empresa proveedora, proceso que no irá a ninguna parte porque cada vez está más claro que PROGEN es una empresa instrumental. Ante esta grave estafa contra el país y sus ciudadanos, las declaraciones del presidente se limitan a un tuit en el que dice, como si la cosa no fuera con él y su gobierno: "Sé que este tema ha generado preocupación a muchos ecuatorianos. Por eso cuentan con mi decisión y determinación, de acudir a todas las instancias, hasta que exista reparación integral".

Claramente él no se hace cargo del estado del país y por ello cada vez menos ecuatorianos lo aceptan como líder aunque, la verdad, no sé si le importa. De hecho, parece que le preocupa más tener despejadas las avenidas para correr a toda velocidad con su Porsche que aclarar la corrupción de su gobierno o tomar medidas para paliar los problemas estructurales de generación eléctrica que tiene el país (la mayor parte de la generación es hidroeléctrica, las sequías son cada vez más habituales y falla el mantenimiento de otros mecanismos alternativos de generación). A veces tengo la impresión de que la Presidencia fue un capricho y que, ahora, una vez conseguida, simplemente se ha aburrido de su juguete y por eso no gobierna.


Francisco Sánchez es director del Instituto Iberoamericano de la Universidad de Salamanca. Aquí puede leer todos los artículos que ha publicado en www.elindependiente.com.

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