“El PSC es el único partido catalanista con representación en el Parlament”, proclamó Miquel Iceta en el último Congreso de los socialistas para reclamar el voto de los huérfanos de Convergencia. Una frase impensable hace apenas cuatro años, que hoy admiten como absolutamente cierta los herederos de CiU. La mayoría que da apoyo al Gobierno de Carles Puigdemont, integrada por JxS y la CUP, es independentista, mientras que el PP ha renunciado a los coqueteos con el catalanismo moderado de otras épocas –cuando Josep Piqué y Montserrat Nebrera eran la cara visible del partido en Cataluña- y Ciudadanos siempre ha rechazado ese discurso. Y Catalunya Si que es Pot (CQSP), el grupo que suma a ICV, los catalanes de Podemos y los comunes de Ada Colau, se mantiene en la indefinición del derecho a decidir que tan buenos resultados ha dado hasta ahora.

Ese espacio, que ahora no tiene representación parlamentaria, es el electorado al que apelan tanto Lliures, el proyecto que lidera Antoni Fernández Teixidó, y el nuevo partido que proyectan los actuales dirigentes de Unió, encabezados por Ramon Espadaler, además de la plataforma Portes Obertes al Catalanisme, que se presentará este lunes, o el mismísimo PSC de Miquel Iceta.

Desde el liberalismo, la socialdemocracia o la democracia cristiana, todos advierten de la orfandad política en la que ha quedado una parte significativa del millón largo de votos que durante dos décadas mantuvo a Jordi Pujol al frente de la Generalitat de Catalunya. De hecho, en 1995 Pujol volvió a superar los 1,3 millones de votos en las autonómicas, recuperando cifras de su primera mayoría absoluta en 1984. Y en 2003, entre un Pujol en retirada y un Pasqual Maragall que aspiraba por primera vez a la Generalitat, sumaron 2,1 millones de votos que reflejaron el momento álgido de ese catalanismo transversal, reivindicativo de la especificidad catalana, “pero con una propuesta para España” que algunos quieren recuperar ahora.

En las elecciones de 2015, presentadas por los convergentes como “las elecciones de nuestra vida” porque debían dar paso a la independencia, la suma de Convergència y ERC otorgó a Artur Mas 1,6 millones de votos independentistas, pero el aumento de la participación alimentó también a C’s y CSQP, mientras que todas las marcas electorales que se habían identificado con ese catalanismo durante dos décadas transversal a todo el arco político catalán caían en picado. Y, en esta situación de polarización política, Unió, que hacía apenas medio año que había dejado el Gobierno de Mas y sufría la demonización de los medios soberanistas por su “traición a la independencia”, además de la escisión de la mitad de sus dirigentes, superó los 100.000 votos.

Nueva marca electoral de Unió

Convencido de que ese millón de votos que tradicionalmente apoyó a Pujol no se ha pasado en bloque al independentismo, y de que algunos de los que apoyaron a Artur Mas en las últimas elecciones autonómicas no se sienten cómodos con la alianza con la CUP, Ramón Espadaler, líder de Unió, confirma la preparación de una nueva marca electoral, heredera del partido quebrado económicamente.

Unió cuenta en la actualidad con casi doscientos cargos electos de ámbito local –entre ellos, 30 alcaldes- y más de 3.500 militantes. Una estructura territorial débil, como admiten sus responsables, pero suficiente para intentar recuperar su espacio político. Sin olvidar la Fundació Coll i Alentorn, el think tank de la formación, que conserva los lazos internacionales con la socialdemocracia centroeuropea que durante años tejió con mimo Josep Duran Lleida, lazos con los que Espadaler cuenta para lanzar su nueva formación.

Con esa nueva marca –Espadaler ha reconocido esta semana ante el consejo nacional del partido “el fin de Unió como la hemos conocido”-, los socialcristianos aspiran a estar listos para competir en los próximos comicios autonómicos si éstos se celebran, como parece probable, en otoño de 2017. Si la cita se adelantara porque el Gobierno Puigdemont no saca adelante sus cuentas, Espadaler reconoce que probablemente pospongan su reaparición electoral a los comicios locales de 2019.

Alianzas electorales

En todo caso, tiene claro que tras rearmarse ideológicamente y crear una nueva marca con la que competir electoralmente, buscarán alianzas con otras fuerzas que también apelan a ese centro catalanista que ahora parece anulado por la polarización entre independentismo y constitucionalismo. “Queremos ser una fuerza catalanista y de estricta obediencia catalana”, advierte Espadaler, pero también señala su total disposición a pactar con otros. En primer lugar, con Lliures, de quien les separa el ideario económico pero les une una larga experiencia de gestión política común.

De hecho, el propio Fernández Teixidó ha mantenido siempre las puertas abiertas a esa colaboración, insistiendo en el “respeto a la delicada situación por la que atraviesa” UDC. Lliures dispone del impulso de gente nueva, de una marca más ilusionante y probablemente de más apoyos económicos, pero no cuenta con una estructura territorial que sí podrían aportar los democristianos.

Catalanistas de Unió, PSC y PP

Mención aparte merece el proyecto Puertas Abiertas del Catalanismo, un nuevo movimiento transversal que se presentará en sociedad este lunes. Integrado por políticos y activistas de diversa índole, surge básicamente del encuentro de dos movimientos: Tercera Vía y Construïm. El primero nace en el entorno del PSC después de la consulta del 9-N de 2014, y en él se encuentran intelectuales de Madrid y Barcelona con el objetivo de tender puentes. El segundo surgió también en 2014, durante el proceso de debate en el seno de Unió sobre la posibilidad de sumarse o no a la hoja independentista adoptada por sus entonces socios de gobierno.

En el acto de presentación de este nuevo movimiento participarán socialistas como Pere Navarro o Jordi Hereu; democratacristianos como Jordi Casas, Ignasi Rafel o Félix Riera, la empresaria Conxita Cervera, miembro de la ejecutiva el Círculo de Economía, o la activista Núria Gispert. Su nexo común es la defensa de un catalanismo transversal no independentista del que hasta hace un lustro bebían desde Convergència i Unió al PSC, pasando por Iniciativa e incluso el PP de Josep Piqué.

En palabras de Pere Navarro, buscan recuperar ese catalanismo que ya no encuentra representación ni en la mayoría soberanista del Parlament ni en los medios de comunicación, pero que están convencidos de que sigue siendo la opción favorita de muchos catalanes de diversas opciones políticas. Un catalanismo “con una propuesta para España” más allá de esa “Cataluña post-autonomista” de Carles Puigdemont.