Albert Batlle (Barcelona, 1953) tomó posesión como director general de los Mossos d'Esquadra en junio de 2014, en plena organización del 9N, y ya entonces dejó claro que los Mossos no organizan consultas ni se meten en política. "Los Mossos están al servicio de la ciudadanía; van a cumplir estrictamente lo que la ley dispone y llegado el caso harán la función que la ley le marque", afirmaba entonces en unas declaraciones que ahora parecen premonitorias, en las que también aseguraba que al nombrarle, el entonces president Artur Mas le pidió "discreción y lealtad no sólo al president de la Generalitat, sino también a operadores con los que nos tenemos que relacionar como el poder judicial".

Asumió la Dirección General de los Mossos cuando este cargo era una auténtica "patata caliente", tras la dimisión traumática de Manel Prat. Con una opinión pública indignada por casos como el de Ester Quintana, que perdió un ojo al recibir el impacto de una pelota de goma, o la muerte en el Raval de Juan Andrés Benítez al ser detenido por agentes de la policía autonómica. Llegó con el encargo del conseller Ramon Espadaler (Unió) de devolver la serenidad a los Mossos. Contaba para ello con el aval de sus siete años al frente de la Dirección General de Prisiones de la Generalitat; y el hándicap de haber ocupado ese puesto como socialista durante los mandatos del tripartito.

Del PSC, partido que ayudó a fundar, reivindica su papel clave en la construcción de la Cataluña actual y asegura que se sigue considerando socialdemócrata y catalanista, "no renuncio a nada". Pero como otros exponentes del ala catalanista, critica la postura del PSC en contra del procés, aunque al contrario que dirigentes como Joaquim Nadal o Ernest Maragall asegura mantener muy buena relación personal, "nunca me he ido dando un portazo".

Gestor de la Barcelona pos-olímpica

Abogado de formación, Batlle lleva más de tres décadas en el sector público. Recién licenciado en Derecho abrió un despacho centrado en asuntos laborales, pero eso duró sólo unos años. En 1983 empezó su carrera política como concejal en el Ayuntamiento de Barcelona, en las primeras elecciones de Pasqual Maragall, con quien comparte orígenes políticos y personales, puesto que también se crió en el acomodado barrio de Sant Gervasi. Durante veinte años, en el Consistorio desempeñó diversas responsabilidades, la más destacada la de regidor de Deportes en la Barcelona pos-olímpica. Un papel a medida para este ex corredor de maratones que a sus 64 años se "conforma" ahora con carreras de 10 kilómetros como la Jean Bouin.

Hombre fiel a sus costumbres, conserva una estrecha amistad con compañeros de carrera como el catedrático de Constitucional Xavier Arbós, la catedrática de Penal Mercè Garcia Aran, o el magistrado Carlos González. Se mantiene fiel también a la misa dominical, en la misma parroquia en la que de niño participó en un grupo escolta. Costumbres ordenadas y burguesas que no han seguido todos sus hijos, puesto que uno de ellos fue detenido tras una manifestación que acabó en violentos enfrentamientos con la policía, episodio que fue convenientemente aireado en las redes cuando asumió la dirección de la policía autonómica, al que Batlle intenta restar importancia.