Cada año cuando llega la Semana Santa aparece el mismo debate: ¿Es España todavía un país católico? Dejando de lado la aconfesionalidad del Estado, los españoles son creyentes. Así lo muestran estudios del Instituto Nacional de Estadística y del Observatorio del pluralismo religioso en España, según los cuáles, el 70% de la población se considera creyente.

El catolicismo es, sin lugar a duda, la religión predominante, pero otra cosa son los datos sobre su práctica. Según el Centro de Investigaciones Sociológicas, los católicos practicantes llevan años descendiendo en nuestro país. En el año 2000, el 63% de la población española aseguraba ser católico no practicante y un 21% practicante. Según su último estudio, que data de 2016, ahora sólo un 12% de los españoles asegura ser practicante, aunque ni siquiera el 10% de ellos va a la Iglesia semanalmente.

Ha cambiado la forma de influir de las creencias en el día a día de las personas. Las manifestaciones religiosas han dejado de ser el centro de la vida pública para pasar a ocupar un lugar más privado dentro de los creyentes. Por lo menos así lo asegura el teólogo Juan José Tamayo. "La sociedad está muy secularizada, desvinculada de los principios morales religiosos. En poco tiempo, unas cuatro décadas, se ha pasado del nacionalcatolicismo a una autonomía de conciencia en el terreno moral, la religión cada vez influye menos en la vida de las personas".

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Para Tamayo "las manifestaciones publicas de la religión se han reducido al folclore y a la tradición". "En la medida en que la gente observa que la Iglesia no se preocupa por los problemas reales de la gente y sólo lo hace por sus privilegios la sociedad se va alejando", añade. Por eso, quitando esas dos manifestaciones, para él ha pasado de ser un fenómeno relevante a algo accesorio. "La religión ya no es un componente fundamental en la vida política o social".

También considera muy relevante el papel de la mujer en esta evolución. "Las mujeres en las religiones no son reconocidas como sujetos morales: se las considera menores de edad que necesitan guías espirituales varones que les conduzcan por la senda de la moralidad, les digan lo que es bueno y lo que es malo, lo que pueden y no pueden hacer, sobre todo en materia de sexualidad, de relaciones de pareja y en la educación de sus hijos. Por eso, al conseguir mayor igualdad se han distanciado de las prácticas religiosas", alega.

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"Tradicionalmente se ha pensado que la religión es cosa de mujeres, pero no por su propia iniciativa, sino porque se lo proyectaron y es difícil liberarse, pero ese fenómeno ya no se ve la juventud", añade. Las nuevas generaciones se van alejando de las creencias, tal y como muestra el CIS. Mientras los mayores de 55 aseguran en su mayoría -más del 80%- ser católicos, en la población de entre 18 y 34 años esta cifra apenas llega al 50%.

¿Llegará España a ser un país laico?

Juanjo Pico asegura que "hay un creciente desapego a las creencias de la Iglesia pero no hay un compromiso de laicismo. Y menos en los jóvenes". Aunque sí que tiene claro que será gracias a ellos, o simplemente por su falta de apego a la religión, por lo que el Estado acabará convirtiéndose en un estado laico. "Ahora mismo tenemos un estado aconfesional, pero es mentira. El laicismo fue un eslabón perdido de la transición y la Iglesia lo dejó muy bien atado en los acuerdos", añade.

Él tiene claro que la laicidad de España no puede ser posible mientras la Iglesia conserve unos ciertos privilegios "como la financiación, la enseñanza concertada, los simbolismos, las tradiciones. Un Estado no es ni siquiera aconfesional si contamos con municipios que siguen dando el título de alcaldesa perpetua a la virgen del pueblo".