El rey Juan Carlos ha vuelto. El emérito no sólo ha regresado a la agenda de la Casa Real sino que la está copando al cabo de tres años de breves apariciones y prolongadas ausencias. Ha sido justamente en las fechas en las que se cumple el tercer año de su abdicación y de la proclamación del actual monarca, Felipe VI, cuando el jubilado real ha vuelto por sus fueros. En una suerte de rehabilitación repentina, de tijeretazo al cordón sanitario con que la Zarzuela había mantenido a raya a uno de los elementos clave que habrían podido lastrar la imagen de renovación de la Corona, el padre del monarca ha reaparecido con una notable visibilidad y recurrencia.
Mayo fue el mes de esta especie de reestreno real. En apenas 10 días, el anterior monarca asistió a la entrega de la Medalla de Oro de la Real Academia de Medicina a su hermana, la infanta Margarita; acudió a la cena ofrecida por la primera ministra de Noruega en honor del rey Harald en su 80 cumpleaños; al funeral por su tía, la infanta Margarita; a la comunión de su nieta, la infanta Sofía; y al 40 aniversario de la Fundación Reina Sofía. En todos estos actos el padre de Felipe VI se veía acompañado por su mujer, por su propio hijo, hasta por su nuera, la reina Letizia, en franca armonía familiar y con rostro bienhumorado. Nada, ni un mal gesto, ni un rictus de dolor, ni una mirada desairada parecían quedar de las muchas que llegó a exhibir tres años atrás, en el momento más duro de su vida pública y privada; y aún en algún pequeño acto aislado de los programados hace menos de un año.
Sólo esta última semana, el rey Juan Carlos ha sumado tres actos oficiales. En realidad eran cuatro, pero éste último quedó suspendido por problemas de agenda ministerial
Pero lo que parecía un simple acercamiento familiar, propiciado en buena parte por el alivio y pase de página que ha representado la absolución de la infanta Cristina en el caso Nóos, se convirtió en este mes de junio en una suerte de pluriempleo para el emérito. Hasta tres veces ha acompañado al monarca en actos oficiales -uno de carácter castrense, y dos de carácter empresarial-; y en dos ocasiones ha ejercido como su suplente de fin de semana, en citas deportivas tan importantes como la Champions League o la final de Roland Garros, entre las que ha intercalado una visita privada a las Islas Bahamas para asistir a la 35 Copa América de Vela. Sólo esta última semana, el rey Juan Carlos ha sumado tres actos oficiales -en realidad eran cuatro, pero éste último quedó suspendido por problemas de agenda ministerial-. Y uno de ellos, curiosamente, ha constituido un homenaje al propio rey emérito, por parte de la Asociación Diálogo. Un adelanto, tal vez, de esa etapa de reconocimientos públicos que la Casa acariciaría para el rey que trajo la democracia a España, en las vísperas de su 80 cumpleaños, el próximo 5 de enero; una etapa que podría tener su verdadero arranque el próximo día 28 en el Congreso, durante la celebración de los 40 años de la Transición. Se trata de un acto institucionalmente clave para el que, según las fuentes consultadas, también se baraja como "posible" la asistencia del anterior Monarca. Se sabe que acudirán los Reyes Felipe y Letizia, pero ni el Congreso ni la Zarzuela confirman aún la presencia de quien, en puridad, impulsó las primeras elecciones democráticas. Se entiende que, por razones de prudencia, las autoridades calculan el pequeño riesgo escénico que entrañaría su coincidencia en el acto con los parlamentarios independentistas y más beligerantes hoy con la monarquía que, en cualquier caso, tampoco han confirmado su asistencia.
Si la Zarzuela ha manejado o no encuestas antes de llevar a cabo esta progresiva rehabilitación del padre del monarca es algo difícil de acreditar. Las fuentes consultadas aseguran que no existe una agenda "permanente" para el rey emérito; que no "aparece o desaparece", y que la frecuencia de actos en los que representa a la Casa sólo depende de las circunstancias. Apuntan, en este sentido, que previsiblemente el próximo año el padre del rey viajará más a Sudamérica por la previsión de varias tomas de posesión de mandatarios... Pero lo incontestable es que la Casa ve con buenos ojos la reaparición del rey padre, y que al cumplirse el tercer año de Felipe VI no sólo se ha dado por amortizada la crisis de imagen de la Corona previa a la abdicación -derivada de la crisis institucional y de los errores del propio monarca-, sino que se ha abierto la veda de los homenajes a don Juan Carlos -puntuales, discretos por el momento- propiciados desde la sociedad civil.
Si la Zarzuela ha manejado o no encuestas antes de llevar a cabo esta progresiva rehabilitación del padre del monarca es algo difícil de acreditar
Este pasado miércoles, el emérito cenaba en Casa Mónico con la flor y nata de la intelectualidad, la diplomacia y el empresariado para recibir el primero de ellos a instancias de la citada asociación de amistad hispanofrancesa. "Créanme si les digo que, a lo largo de mi vida, he entregado muchísimos más premios de los que he recibido", agradeció el padre del Rey. Y el lunes, en el contexto de este mismo galardón, cuatro ex ministros de Asuntos Exteriores llenaron el salón de actos de la Fundación Carlos de Amberes para glosar los méritos del anterior monarca en la política exterior española. "No puedo más que decir cosas buenas", arrancaba Javier Solana, uno de los pocos civiles condecorados por Juan Carlos I con el Toisón de oro. "Hay que recordar la etapa de su reinado en su totalidad, sin detenernos en episodios de los últimos años", defendía Josep Piqué, quien describía al anterior monarca como "amigo de sus amigos" y "la persona más intuitiva que he conocido". "Hay que reconocer qué España había al llegar Juan Carlos I y qué España dejó", corroboró Miguel Ángel Moratinos, al tiempo que atribuía al ahora rey emérito la "mediación" con Barack Obama para la normalización de las relaciones con Cuba, así como labores, no ya de "representación", sino de auténtica "resolución de crisis", y hasta "intervenciones para conseguir (a las empresas españolas) precios más competitivos", particularmente con los países árabes. "El Rey intervino para impedir que Estados Unidos se retirara de las bases de Rota y Morón", dijo por último José Manuel García Margallo, quien se entretuvo en contar que él mismo pidió al monarca que le llamara por teléfono en medio de una difícil reunión con Hillary Clinton, lo que le permitió ponerles a los dos al habla...
El regreso del rey Juan Carlos no pone fin a su jubilación de oro, pero sí parece compensar la dudosa imagen en la que -a lo largo de tres años, y mientras el nuevo monarca se afanaba en trasladar trabajo metódico y austeridad-, su padre seguía abundando, con sus viajes privados a las lujosas propiedades de sus amigos repartidos por todo el mundo. En este tiempo, la distancia entre La Zarzuela y el Palacio Real -donde el emérito instaló su despacho y sigue recibiendo a personalidades y amigos de manera discreta- parecía ser más grande de la que marca su corta geografía. Pero el tiempo recoloca las piezas, y éste es el momento en que Felipe VI ha logrado hacer hueco en su escueta familia real al hombre que le precedió en el trono. Si Juan Carlos representa el pasado por releer y el presente por descubrir, su hijo mira al futuro, como prometió hace tres años. No por casualidad, este lunes 19 en que se cumple el primer trienio de su reinado, Felipe VI y la reina Letizia protagonizarán un acto de carácter educativo en el Museo Del Prado que les reunirá con jóvenes y adolescentes. Esa es la foto, el particular homenaje que el nuevo rey busca en este aniversario y en una semana algo más itinerante de lo acostumbrado. Pese a haber renunciado inexplicablemente a hacer viajes populares, como el que disfrutó hace un año en su pequeña gira por varios pueblos de Castilla-La Mancha, en plena crisis institucional por el bloqueo de 2016, el rey viajará esta semana a Cádiz, Castellón y Cantabria. No habrá brindis especial en recuerdo de la proclamación del joven reinado. La Zarzuela reincide en su empeño por imprimir normalidad y perfil bajo al trabajo de Felipe VI. Otra cosa será el boato del que, dentro de tres semanas, se contagiará en su visita de Estado a Reino Unido y a la monarquía más regia de Europa.
Un hito importante que, pese a la crisis que vive el país de Isabel II, representará un espaldarazo importante para la corona española; un hito, además, que marcará el principio de un cuarto año de reinado, ya de madurez; concretamente, el año en que el monarca -el mismo mes de enero en que el emérito celebre sus 80- cumplirá 50 años.
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