Marx -Groucho, claro no el otro- decía que la política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados. Es exactamente lo que le ha ocurrido a la Dirección General de Tráfico (DGT) con sus competentes e incompetentes en los últimos 5 años.

Desde que Pere Navarro se marchó todo ha ido a peor. Debemos agradecérselo al ministro Jorge Fernández Díaz, que le mantuvo en el cargo todo un año aun siendo socialista, pero ni un día más. Pensó el ministro que cambiando un catalán socialista por una catalana del PP no se notaría tanto. Pero se equivocó, porque la sombra de Navarro era muy alargada.

Estos días convulsos en los que los ciudadanos hemos perdido absolutamente la confianza en la Dirección General de Tráfico, es bueno recordar quién lo hizo bien y quién cometió los errores que nos han llevado hasta aquí. Porque en la DGT los errores se pagan con vidas humanas.

Pere Navarro estuvo al frente del organismo 8 años (2004-2012) en los que la siniestralidad en las carreteras descendió un 50%, fue el impulsor del carnet por puntos, tan criticado al principio, y que dio tan buenos resultados. Era un magnífico ingeniero con cinco años de experiencia en el Ayuntamiento de Barcelona siempre en el área de transporte, movilidad y circulación. Un magnífico profesional apasionado por lo que hacía, innovador, inquieto y rompedor.

Desde que Pere Navarro se marchó todo ha ido a peor. Debemos agradecérselo al ministro Jorge Fernández Díaz

Aunque Pere Navarro era un cargo técnico reconocido en toda Europa e Hispanoamérica por sus magníficos resultados al frente de la DGT, aquí manda el partido por encima de todo y con la llegada del PP fue sustituido por María Seguí. Navarro se ofreció para ayudarla cuando dejó el cargo, pero la nueva directora general no le llamó jamás. María Seguí era una brillante experta en sanidad, estudió en Harvard un máster, licenciada en Medicina y Cirugía, pero de movilidad, tráfico y transporte no tenía ni idea. Aunque sus conocimientos en la cuestión eran escasos, puso en duda la cifra de muertos en carretera cuestionando las estadísticas anteriores, lo que la llevó a enfrentarse a los profesionales que trabajaban en ello, y para empeorarlo, aumentó durante los cuatro años de su mandato la siniestralidad en carretera. Pero no dimitió por eso, sino por una supuesta financiación de un proyecto a dedo y sin concurso a su marido, caso que judicialmente quedó archivado.

El cargo de Director General es un cargo técnico, no político. Seguí fue la primera política que rompió esta norma. Antes de Pere Navarro siempre hubo expertos en tráfico y movilidad: Muñoz Repiso, cuyo padre ya fue director general en los 70; Miguel Mª Muñoz, con 40 años de experiencia en seguridad vial… Nos engañaron colocando a una inexperta como Seguí y nadie prestó atención a la norma que se acababa de romper y que pagaríamos cara, algunos con su vida.

Tras la dimisión de Seguí llegó el actual director general, Gregorio Serrano, otro político, no técnico, sin ningún conocimiento acerca de la movilidad y el tráfico. Doctor en Derecho constitucional, concejal 8 años con el ministro Zoido en el Ayuntamiento de Sevilla, de Empleo, Economía, Turismo y Festejos. Presidente de Giralda TV, de Mercasevilla,…. Nada que ver con su nuevo puesto, y así nos fue cuando llegaron los problemas.

El nuevo director general en tan solo un año no ha sabido gestionar momentos de crisis, ni siquiera la sangría innecesaria de la huelga de los examinadores de tráfico; han aumentado los muertos en carreteras y, lo que es peor, siempre culpabiliza al usuario de sus errores. Mientras el RACE demuestra que el aumento de muertes en carretera está directamente relacionado con el mal estado de las carreteras y porque el 50% de los vehículos tienen más de 10 años, la DGT lo resuelve instalando más radares y endureciendo el examen de conducir. Para ellos la responsabilidad es siempre nuestra, nunca suya.

Los incompetentes están alejando la DGT de los ciudadanos y es imposible sin la colaboración de todos bajar de los 1.000 muertos al año

En contra de lo que escucho estos días, no deberíamos criticar que dirigiera la crisis de la nevada en la AP-6 desde su casa en Sevilla, sino de que la dirigiera mal. Dudo mucho de que estando en la misma carretera lo hubiera hecho mejor. Quien sí debería cambiar sus hábitos es el ministro del Interior, que no dejó su palco viendo el fútbol en el campo del Sevilla dando una imagen lamentable de su cargo.

Qué buen alcalde era Zoido en Sevilla y qué mal ministro nos está resultando. Le sucede como a su amigo colocado a dedo en la máxima responsabilidad de la DGT. Si Zoido era juez, ¿por qué no le nombraron ministro de Justicia en lugar de serlo de Interior? Sé que cada vez más la clase política vaticina que la buena gestión se puede hacer en cualquier departamento, que lo importante es el método, no el currículo personal, pero la experiencia no sólo es un grado, sino una ventaja que hoy para algunos ya no tiene valor.

Todos hemos visto morir a un amigo o familiar en la carretera: es la muerte más absurda. Los incompetentes están alejando la DGT de los ciudadanos y es imposible sin la colaboración de todos bajar de los 1.000 muertos al año.