A veces, uno encuentra frente a sí a líderes con una piel muy especial, construidos de una pasta diferente a la de los demás. Es el caso en el que me encuentro en mi café de este domingo. Un café que tengo el placer de compartir con Luis Pérez Bueno, presidente del CERMI, el Comité Español de Representantes de Personas con Discapacidad. Luis, y no pretendo hacer una broma ni un absurdo juego de palabras con su segundo apellido es, por encima de todo, un hombre bueno. Murciano de nacimiento y madrileño de adopción, este abogado, máster en Gestión de Empresas por la Escuela Libre de Derecho y Economía y especialista en Filosofía Moral y del Derecho, lleva más de veinte años consagrado a la lucha por el reconocimiento de los derechos de este colectivo.

Luis es un hombre apasionado con su actividad, algo que se aprecia de manera muy especial en cómo enfatiza cada frase, cada palabra. Una pasión con la que me explica en qué forma han conseguido un hito histórico: la reforma del artículo 49 de la Carta Magna, a partir de la cual se suprime para siempre el hiriente término disminuido, aunque la modificación es mucho más ambiciosa. Su gran sueño, no lo oculta, es muy ambicioso: conseguir que, en el plazo de una o dos generaciones, la sociedad perciba la discapacidad como una característica más de la persona, como el color de sus ojos o su estatura. Y alcanzar para sus representados un 60 por ciento de integración laboral.

Pregunta.- ¿Qué es el CERMI?
Respuesta.- Por sintetizar, es la expresión de la sociedad civil articulada en torno a la discapacidad. La discapacidad es una realidad que ha discurrido paralela a la historia del ser humano en toda la humanidad y las personas que la padecen deciden agruparse en torno a asociaciones, entidades, fundaciones y distintos tipos de organizaciones porque están en una situación de inferioridad y de dificultad máxima para ejercer los derechos que sí pueden ejercer los demás. Es un hecho que castiga sin culpa a quien la padece. Por ello se generan asociaciones, como el CERMI, que van transcendiendo situaciones concretas como ceguera, o sordera, que tienen carácter global. Se trata de que la discapacidad esté en la agenda política. Hasta ahora estábamos un poco al capricho de si se acercaba un período electoral o de si el político de turno tenía ganas de parecer humano.

La discapacidad es un hecho que castiga sin culpa a quien la padece"

P.- Dependen ustedes mucho por lo tanto de la política. ¿Cómo se portan las instituciones con el CERMI, en un momento en el que la actividad pública está tan desprestigiada?
R.- Creo que es un momento de reivindicar la política. Nosotros hacemos política. No es una actividad que haya que dejar en manos de los profesionales, de los puros gestores públicos. Desde la sociedad civil también se hace política. Siempre se ha dicho que en España no hay sociedad civil y yo creo que ese es un hecho que podemos ir negando. Al menos en el ámbito de la discapacidad. Sí hay una sociedad civil tramada, fuerte y más vigorosa que en otros países de Europa. Tal vez porque en otros países de Europa ha habido un Estado del Bienestar desde hace más tiempo más protector y ello hace que la sociedad civil se inhiba. En España hemos llegado tarde a la democracia y ante ese presunto Estado del Bienestar que nunca ha existido y que ya comienza a debilitarse antes de existir, ha sido la sociedad civil la que ha cogido ese protagonismo. En cuanto a la política, siempre hay buenas palabras porque difícilmente a una persona con discapacidad se le va a negar que está en una situación de desigualdad y en inferioridad de condiciones y necesitando apoyos, pero la realidad es otra. La realidad es que siempre hemos estado en situación periférica. Lo que ofrecemos en este panorama tan convulso es un elemento de cierta adhesión. La discapacidad no tiene un sesgo ideológico, es una cuestión de derechos humanos, casi un elemento de civilización y podemos servir de puente como asunto en el que los políticos se pongan de acuerdo.

P.- Hemos pasado de un sistema bipartidista a uno pluripartidista. ¿Esa situación entonces les puede favorecer?
R.- La inestabilidad o la geometría variable, en ese sentido, nos favorece, porque los partidos mayoritarios, cuando adquieren posiciones hegemónicas, tienden a desconsiderar a la sociedad civil. Nos parece que el hecho de que haya mayorías difíciles puede promover el consenso... Nosotros jugamos entre unos y otros como un elemento que habla con todos, que ofrece salidas admisibles y, además, es que es lo que pide la sociedad.

P.- ¿Cuáles son los hitos de 2018?
R.- En discapacidad nunca se puede ser triunfalista. Todo lo que se haga es poco. Además, hay que conocer el carácter de las personas con discapacidad; nunca te van a agradecer -no lo digo con matiz peyorativo-un logro. No te van a decir '¿hemos conseguido eso?' sino que te responderán '¡ya está bien, ha tardado!' Y no les falta razón porque llevan cientos de años excluidos y marginados. Pero este 2018 ha sido productivo. Se ha modificado el artículo 49 de la Constitución, que hacía referencia a estas personas...

P.- Me gustaría que me comentara cómo se ha llegado a eso...

R.- Ha sido el primer paso, el de la denominación, aunque tiene mucho más contenido. Se ha sustituido el término discapacitado, porque era lo más hiriente, pero el calado de esa reforma va a ser mucho más ambiciosa. Tengamos en cuenta que, si esto termina bien, sería la tercera enmienda que se le hace a la Constitución. Buscando un paralelismo americano, en el futuro, las personas con discapacidad nos acogeremos a la tercera enmienda, que es la que nos ha puesto al día y habrá regulado nuestros derechos de un modo más intenso. Por ejemplo, el derecho de voto. Tras cuarenta años de democracia y de Constitución en España, estaban en esa situación cien mil personas con problemas de discapacidad intelectual, de salud mental, de deterioro cognitivo o de enfermedades neurodegenerativas, que estaban privadas de ese derecho de voto. La ley electoral, por unanimidad de ambas Cámaras, ha subsanado eso. Y es un hito en nuestra historia democrática. Otra cuestión en curso es la reforma profundísima del Código Civil para que nadie por razón de discapacidad -ahora existe la incapacitación, la tutela, el nombrar a un representante para que actúe
por ti para velar por tus intereses patrimoniales- eso tiene que cambiar radicalmente. Hay inercias históricas. Nuestro sistema, como el francés o el italiano, viene del derecho romano... y hay resistencias culturales y de imaginario colectivo. Estas grandes revoluciones, aunque no estén siendo percibidas por la sociedad, se están produciendo. Siempre digo que la discapacidad es un elemento de innovación que trabaja en la periferias, pero actúa para mejorar el conjunto.

Hay que conocer el carácter delas personas con discapacidad; nunca te van a agradecer -no lo digo con matiz peyorativo- un logro"

P.- ¿Está satisfecho de lo conseguido hasta la fecha? ¿En qué punto de mejora de la sociedad cree usted que estamos?
R.- Con carácter general, las personas con discapacidad, están un tercio por detrás que la media de la ciudadanía. Por tanto aún nos queda recorrido. Yo les explico muchas veces que la vida, para quienes no tienen discapacidad, tampoco es un paraíso... Los jóvenes en España tenían un porcentaje de paro superior al de este colectivo, y eso que se supone que eran los más preparados de la historia, y con su funcionalidad en plenitud. Esto es paradójico. Lo digo por relativizar un poco y evitar ser vistos solo como víctimas. Tenemos que salir de esa tentación.

P.- ¿Lo cambios de Gobierno les afectan? ¿En que parte del espectro hay más sensibilidad?
R.- No hay relación entre ideología y políticas de discapacidad. Se puede hacer una excelente labor manteniendo cualquier tipo de visión ideológica. Es verdad que hay matices. Para un gobierno conservador, o liberal, que piense que el Estado tiene que hacer menos, nuestra agenda que es amplísima, intenta ofrecer lo que más le puede interesar: por ejemplo, en pensiones. Les puedes ofrecer la regulación de otras formas de previsión social, diferentes a la que hay, que sean más de su ideología, ahorrando fiscalmente. Y al menos una parte del colectivo puede tener una cierta
salida.

P.- ¿Está asustado por la llegada a España de la extrema derecha, de Vox?
R.- Ahí no hablaría como persona con discapacidad sino como ciudadano. Las polarizaciones políticas no suelen favorecer un buen desarrollo. Pero son partidos democráticos a menos que un juez dijera otra cosa. Y de sus comportamientos, no tenemos nada que decir. Los sociólogos tendrán que investigar por qué ha ocurrido una eclosión como la que hemos visto en Andalucía, y por qué a cientos de miles de personas, ese mensaje les satisface. Pero en todo caso nuestra relación con cualquier grupo debe ser qué va a hacer usted en materia de discapacidad. Y nosotros dialogaremos
con la mejor disposición con este grupo o con cualquier otro.

P.- Por volver a esa comentada reforma de la Constitución, ¿en qué tiempo calculan que pueden hacerse los cambios?
R.- Unos ocho meses. Pero claro, si las Cortes están hábiles. Si hay una disolución, esto decae y habría que esperar a ver qué ocurre en el futuro. Luego existe otro elemento y es si se pide o no referéndum; esto se puede aprobar con unas mayorías cualificadas en el Congreso y el Senado, pero cualquier fuerza que tenga al menos un 10 por ciento de diputados puede pedir un referéndum. Y eso llevaría unos meses más. Esa eventualidad no la hemos contemplado todavía, pero insisto, si no ocurre nada, en ocho meses, podría estar. Sería además la primera enmienda de la sociedad española que surge de la sociedad civil. Quiero enfatizarlo. Las dos anteriores han venido dictadas por nuestra pertenencia a la UE. La primera para extender a residentes comunitarios el voto en las elecciones europeas y la segunda, más traumática, acerca de la limitación en el gasto, por la dramática situación de 2012. Esta sería positiva porque vendría de abajo hacia arriba. Ya hace trece años, Zapatero se comprometió si encontraba apoyo en el resto de fuerzas políticas. No pudo ser y ahora, en esta circunstancia tan volátil, ha habido un gobierno que ha cogido el guante y un
parlamento, con una comisión de discapacidad en el Congreso que tiene capacidad legislativa que, con este trabajo previo de cohesión y de llegar a acuerdos, se ha comprobado que hay un consenso amplio y posibilidades de que salga adelante. Vuelvo a repetir que no se limita a eliminar el término disminuido, que era hiriente, sino que se trata de darle una vuelta absoluta al artículo 49; mucho más garantista, más promotor y más en la onda de lo que hoy queremos y esperamos de un estado social y democrático. Y que no se quede en una mera declaración de buenismo. Para que dentro de dos generaciones pueda decirse que ese tercio que llevamos de retraso pueda ser recuperado. Y que estemos asistiendo a las últimas generaciones de personas con discapacidad que están mal por ese hecho; podrán estar mal por estar en el paro, o por otra circunstancia, pero no por esa cuestión.

P.- ¿Cómo llega usted al CERMI?
R.-  Bueno, yo soy una persona con discapacidad, pero hasta que no fui a la Universidad no tomé conciencia de esa situación. La vivía en mi ámbito más personal. Además era una situación algo ambigua porque al no percibirse de forma ostensible, nunca sabes si decirlo o no, porque parece que si lo dices vas proclamando algo y, si no, lo estás escondiendo. No es como otras, por ejemplo un síndrome de Down que es absolutamente perceptible. Como digo, en la universidad, y con el legítimo fin de acogerme al derecho de la exención de tasas, y tras superar los requisitos correspondientes y obtener el preceptivo certificado, ya termino la carrera de Derecho y me vengo de Murcia a Madrid. Tenía dudas sobre si hacer el doctorado y me surgió la posibilidad de hacer un postgrado en Dirección de Organizaciones. Conseguí ser becado y, a partir de ahí, mi situación personal y mi militancia se convirtió también en mi recorrido profesional. Se unió lo vital y lo profesional... y llevo ya más de veinte años.

Pediría que la próxima década sea la de la discapacidad, y eso no pasa por presupuesto solo, sino por una especia de liberación mental"

P.- ¿Qué espera del año que viene?
R.- Hay proyectos en curso, como he contado, y a mí me gustaría que no se malograsen, si, como he explicado, hay por ejemplo elecciones. Las habrá en otros ámbitos, locales y europeas, eso sí. Al Estado español le quedan las grandes cuestiones, de modelo, pero el día a día está en las comunidades autónomas... y ahí hay mucha disparidad. También hay competencias en los ayuntamientos, en materia de barreras o de algunos asuntos relativos al transporte, aunque esto último también está en manos de las comunidades en gran medida.

P.- Pero, además de las instituciones públicas, también las empresas privadas tendrán un peso importante, imagino...
R.- Tengo la sensación de que los Estados cada vez pueden menos y son más débiles. Y el poder cada vez está menos en lo público y más en las grandes corporaciones, que no tienen a veces ni rostro ni una mente última a la que premiar o culpar, que no se sabe quiénes son. Hasta ahora, teniendo en cuenta que el movimiento asociativo era proveniente más bien de la izquierda, había un cierto recelo hacia las empresas, que para muchos eran una especie de encarnación del mal y del capitalismo. Pero hemos entendido que las empresas eran un elemento que está ahí, que no son
tan terribles y que son también personas que tienen situaciones de discapacidad y que se requiere su concurso para avanzar. Y se ha demostrado el gran talento y la gran inteligencia colectiva que ha cambiado procesos históricos que parecían inmutables hasta los tiempos de nuestros padres y abuelos. Y tienen mucha capacidad de movilización.

P.- O sea que tienen una relación buena con ustedes...
R.- Quizá no tanto con las grandes direcciones empresariales, sin que esto sea una crítica, ni mucho menos, pero sí con otros niveles empresariales y otras organizaciones que no son la CEOE, por ejemplo. El mundo de los dircom...  ¡el discurso de la diversidad ha calado profundamente! Y nosotros somos parte de ella. Y también somos una especie de desafío. Quien gestione bien esa parte de la diversidad humana que es la discapacidad, va a aprender mucho y va a gestionar bien la normalidad. Es una escuela de aprendizaje, un curso acelerado, que se puede aplicar luego en el mundo de la empresa a generar retorno, además de crear riqueza. Y que no será incompatible con una mejora colectiva.

P.- ¿Qué le pediría a los Reyes Magos? Y de paso al gobierno, sea el presidido por Pedro Sánchez o no, para el próximo año.
R.- Pediría que la próxima década sea la de la discapacidad, y eso no pasa por presupuesto solo, sino por una especia de liberación mental. Podemos dar a cualquier gobierno una agenda blanca, de modificación legal, presupuestaria y política y en diez años cambiaría considerablemente la situación de las personas con discapacidad. De tener una tasa de actividad que frisa el 40 por ciento al 60 por ciento. Eso significaría que 300.000 personas, en vez de estar en su casa, podrían estar trabajando, consumiendo, generando movimiento económico, pagando sus impuestos... Pasar de extender la mano para pedir a extenderla para colaborar. Y no es tan difícil.