En el ascensor, instrumento de tortura, horca doméstica y metáfora del viaje de la vida, se encuentra toda esa España incómoda del vecino ruidoso, la vecina cañón, el compañero cansino y ese jefe que aparece como tu suegra, con el pan y el peligro entre sus manos recaderas. Pablo Iglesias y Santiago Abascal se han encontrado en el ascensor del Congreso y eso los ha hecho más españoles a los dos. El ascensor te hace más español que el caballo de bastos, que una casete de Arévalo y esas cosas de Abascal. El ascensor te hace más español que la suma de todas las plurinacionalidades españolas, que todo el antifranquismo amomiado y esas cosas de Iglesias.
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