Hubo un tiempo en el que las fábricas lo copaban todo. Los valles, los márgenes de los ríos o incluso el casco urbano de muchos municipios. Aquella Euskadi que olía a hierro y vestía buzos, en la que las chimeneas de la Industria se apropiaban hasta del aire que respiraban los vascos, era la producía gran parte de su riqueza. También fue la que atrajo a decenas de miles de personas procedentes de todos los rincones de España dispuestas a ganarse la vida en los florecientes polígonos del metal, la siderurgia o los astilleros. Fueron tiempos boyantes y no hace tanto que lo seguían siendo. En 2000 el sector industrial vasco aún producía uno de cada tres euros, no en vano llegó a representar cerca del 32% del PIB. Hoy sólo representa el 24,6%.

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