Kike Sarasola me recibe en pijama en su maravilloso piso frente al retiro. ¡Sí, en pijama y con un gripazo tremendo! Pero Kike es así de natural y le dan igual las formalidades inútiles. Le conozco desde hace años y he aprendido que para él la palabra "no", no existe. Su filosofía de vida es: todo es posible con ambición, trabajo y búsqueda de la excelencia. Lo ha demostrado a lo largo de su vida en muchas ocasiones y lo está llevando a sus extremas consecuencias en el concepto de negocio de la cadena Room Mate Hotels, de la que es, junto con Carlos -su marido-, fundador y propietario. Kike ha hecho de la innovación, la sencillez, el pragmatismo y el diseño las principales señas de identidad de unos hoteles que han marcado un hito en el mundo. Es, sin duda, un gran ejemplo de liderazgo empresarial.

Pregunta.- ¿Quién es Kike Sarasola? Si tuvieras que explicárselo, por ejemplo, a un habitante de Groenlandia, que acabara de llegar a España y no te conociera de nada. Defínete en tres palabras.

Respuesta.- Leal, competitivo y currante.

P.- Eres un hombre de éxito. Primero triunfaste como deportista de élite y luego te convertiste en un empresario de éxito. Cómo has ido viviendo estos cambios radicales en tu vida y, cómo has conseguido hacerlo con éxito.

R.- Yo he vivido muchas vidas. He tenido la suerte de tener una existencia muy interesante desde el principio. Mi padre era una persona muy especial, muy emprendedor, con muchas ideas y muchas inquietudes y yo, me crié con él. Como se sabe, mi padre, sin ser político, apoyó en política al PSOE y a Felipe González, que era su mejor amigo. Luego se dedicó a criar caballos. Todas esas experiencias tan interesantes me han ayudado a aprender a disfrutar de cada momento. Y me han hecho, como te acabo de decir, muy competitivo. Nosotros somos dos hermanos, casi de la misma edad, pero completamente diferentes. ¡Él era el guapo! Siempre competía con mi hermano. Yo además nunca he practicado deportes de equipo. Esto me ha marcado mucho.

P.- Esa competitividad con tu hermano en otras familias puede llevar a la ruptura o a vivir situaciones desagradables, sin embargo en vuestro caso lo habéis vivido como algo normal y ese ambiente tan competitivo os ha llevado a triunfar en la vida.

R.- A mí me encanta que me hayan educado así. Porque, además, me ha hecho aprender, que hay dos palabras que no significan nada: el éxito y el fracaso. ¡Son dos caras de la misma medalla! A mí a veces la gente me felicita por mis logros y yo contesto: 'No me felicitéis todavía, hacedlo al final de mi vida porque aún estoy compitiendo en el juego de la vida. Aún me estoy divirtiendo'. El éxito de hoy puede ser el fracaso de mañana. Fíjate, por ejemplo, Euprepio, en Rafa Nadal. Hoy gana Roland Garros, pero mañana, empieza Wimbledon y arranca desde cero. Eres campeón por un día. Eso te enseña a no creerte los éxitos y tampoco a llorar por las pérdidas. Yo a mis hijos les estoy educando así: en competición. Sana, no ganar a cualquier precio, pero ganar... a saber jugar, a superarse... a mi hija siempre le digo: '¡Venga Aitana, un pasito más! ¡Un reto más cada día!

Yo he vivido la vida. También cuando era estudiante. He sido muy 'disfrutón', me ha gustado vivir... y luego, cuando eres papá, la vida realmente no te cambia. Sigues disfrutando igual aunque te cambian las prioridades. Prefieres estar con tu familia, aunque te siga divirtiendo salir, pero ya menos, porque prefieres estar con tus hijos. A todo el mundo le digo que lo mejor que he hecho en mi vida ha sido tener hijos.

P.- ¿Qué opinas de la gestación subrogada?

R.- No entiendo la gente que está en contra. Quienes se oponen a esto son los mismos que estaban en contra del divorcio y luego se han divorciado... yo no he hecho mal a nadie. Pido por tanto respeto. Que se enteren bien del proceso. Que se informen. No entiendo como alguien puede querer prohibir, ahora que la tecnología lo permite, tener hijos. Me parece una aberración esa postura. Habrá, eso sí, que regularlo y proteger a todos los actores del proceso, y, en ese sentido, Ciudadanos tiene un proyecto de ley fantástico.

P.- Imagino que la estabilidad que da llevar 25 años con la misma pareja ha sido fundamental también para ti.

R.- De joven existía ese mito de que el hombre gay se iba a quedar solo toda su existencia. Hasta mis padres se quejaban preocupados de qué sería de mi vida siendo gay. Y yo siempre tuve claro que quería pasar el resto de mi vida con alguien. Carlos es el hombre de mi vida. Con nuestras peleas o nuestros altibajos, pero ahí seguimos. Y lo que nunca pensamos fue que nos podríamos casar y tener hijos. Eso ha sido un regalo de la vida, como un sueño. Y eso se lo debemos a Zapatero, cuya mejor obra fueron todas sus políticas sociales. En ese sentido debemos estarle muy agradecidos. Ahora soy un hombre casado y padre de familia. Nunca pensé que pudiera llegar a esto. Estoy por lo tanto muy agradecido a la vida. También digo que la suerte 'me la he currado', ¿eh? Yo soy un workaholic… aunque esté enfermo sigo trabajando porque disfruto con lo que hago.

Doy gracias también porque estudié en el sistema americano, en el que te inculcaban que si querías hacer barcos de papel los hicieras, pero bien, que fueran los mejores. Eso es maravilloso porque no salen niños frustrados. En España, si tu padre era abogado, tú tenías que ser abogado... o médico. No, en nuestro país no se hizo bien. ¿Quién me iba a decir a mí que iba a ser hotelero? El sistema educativo español es un desastre. No se busca la excelencia y triunfar parece un pecado que molesta en vez de provocar admiración.

P.- Entremos en el terreno político. Tú perteneces a una familia muy vinculada históricamente al PSOE, pero en la última convocatoria electoral, apoyaste públicamente a Albert Rivera. Entiendo que el motivo era que la opción de Pedro Sánchez no te gustaba.

R.- Mi padre era socialista, liberal y de izquierdas. El mejor amigo de Felipe González. Pero hemos evolucionado. Tenemos más información y sabemos más. Ya no somos tan... ideológicos. Yo, más que con unas siglas, me identifico ya con personas. Con personas que me convenzan. Y a mí me convenció Albert Rivera porque me pareció que tenía sentido común y una visión global del Estado y de cómo quiere la sociedad. Y que hay cosas que le gustan de la izquierda y cosas que le gustan de la derecha. Y así es como pienso yo. ¿Por qué tengo que tragar sólo con una cosa? Me parece una persona racional, buena... me encanta como lo está haciendo.

P.- Es decir, que te identificas con la frase 'liberal en lo económico y progresista en lo social' que parece el lema más repetido por Ciudadanos.

Yo conocí a Albert y me 'enamoré' de él y de cómo vive. No quiere aferrarse a un sillón y tiene visión de Estado

R.- Me gusta porque se utiliza ya sin complejos. Yo conocí a Albert y me 'enamoré' de él y de cómo vive. No quiere aferrarse a un sillón y tiene visión de Estado. Y es capaz de trabajar por el bien de todos, por encima del de su partido. Lo ha demostrado. Otra cosa que me ha gustado mucho es que ha permitido que la gente conozca a sus 'segundas filas' y tiene un equipo maravilloso: Begoña Villacís, Inés Arrimadas, Juan Carlos Girauta, Ignacio Aguado, Carlos Carrizosa, que esta semana intervino magistralmente en la durísima sesión del Parlament de Cataluña en la cual se votaba la ley del referéndum y la de transitoriedad.

P.- ¿Cómo estás viviendo la situación en Cataluña?

R.- Tengo sensaciones muy dolorosas porque están dividiendo a la sociedad catalana. No ya a la española, a la catalana. Están dividiendo a familias enteras, poniendo en contra a padres con sus hijos... les da igual. Eso, para mí, es imperdonable. Que alguien esté en política, para defender unos ideales, pero que sea capaz de pasar por delante de todo esto, de romper familias, es imperdonable. Han roto la sociedad catalana, arruinando su economía, rompiendo su imagen en el exterior.

P.- Cambiamos radicalmente de asunto, Kike y hablamos un poco de tus hoteles. Unos hoteles urbanos, modernos, que han superado completamente el concepto de las 'estrellas', que ya, para ti no son creíbles.

R.- Sí. El de las ‘estrellas’ es un concepto desfasado. Mira, Room Mate nace desde mi experiencia. Cuando competía me pasaba 300 días al año en los hoteles. Sabía perfectamente lo que me gustaba y lo que no. Y en un viaje a Nueva York, con Carlos, no encontrábamos hotel y acabamos en una suite de uno carísimo, el Mandarin, y al final no la disfrutamos. Entre otras cosas, porque estar en Nueva York y quedarte en tu hotel es una tontería. De locos. Nueva York es para ver museos, ir a conciertos, no para quedarte en tu habitación. Pero me pasaron una factura brutal. ¡Nos quedamos alucinando y fue el momento en el cual entendimos que había que hacer algo! Al final lo que necesitas de un buen hotel son las tres 'D': dormir, ducharte y desayunar. Y me cobraron como si hubiera utilizado el salón, la peluquería, el gimnasio… y me di cuenta de que, básicamente, sólo existía el hotel de cinco estrellas o la 'pensión del peine'.

Y Carlos, que entonces trabajaba en TVE y se acababa de tomar un año sabático, me dijo ¿por qué no montamos un hotel? Y yo, que estaba compitiendo en las Olimpiadas de Sidney, me lo planteé. Me senté a pensar en qué tres negocios me gustaría montar. Acudí a mis ciudades de referencia, Londres y en Nueva York sobre todo, que siempre te dan pistas de por dónde van a ir las cosas; pensé en el hotel Hudson, en Wok Café... y seguimos dándole vueltas y conseguimos dar con la idea de un hotel que tuviera esas tres 'D', que estuviera bien decorado, en el centro de la ciudad, a quince mil pesetas la noche, con ‘tonterías’ como el desayuno hasta las doce y WIFI gratis, que fuimos los primeros en el mundo que lo implantamos y algo más: una sonrisa. Estoy harto de los que creen que la sonrisa tiene que ir acorde con lo que pagas. Tan cliente es el que paga un euro como el que paga mil. Luego las prestaciones pueden diferentes, la televisión o la habitación más o menos grande, pero el trato, el servicio, la sonrisa, deben ser los mismos. Y así, abrimos el Mario, nuestro primer hotel, de treinta habitaciones.

Mi padre, que todavía vivía, y había pasado una época muy bonita pero muy dura con el hipódromo, que nos hizo perder a la familia mucho dinero, pensó: '¡Otro negocio de restauración no!'. Yo le decía: '¡Que no papá, que estoy como vendiendo camisas!' Se cabreó conmigo y no quiso saber nada. Al final fue a verlo y le encantó. Y cuando mi contable, que era el suyo, vino a los dos meses y dijo que habíamos ganado veinte millones de pesetas, se sorprendió, no se lo creía y pidió los números. Y unos días antes de morir me dijo: 'Dedícate a los hoteles'.

P.- ¿Y cuál es la flota actual de Room Mate?

R.- Ahora tenemos 30 hoteles. Veintitrés abiertos, siete más que abrimos en los próximos doce meses y, te doy la primicia, firmamos, de aquí a fin de año, otros diez. Cuarenta en total. Con nombres y apellidos.

P.- ¿Y se gana dinero? Porque tengo entendido que es complicado hacer rentable una cadena.

R.- Mira, sí, porque el nuestro es un modelo de crisis. Yo no tengo restaurantes, no tengo bares, tengo rooftops, que es lo que opero yo, y si tengo bares o restaurantes, los subarriendo. Mi negocio es muy sencillo. Yo soy un boutique bed and breakfast de diseño. Estamos muy bien localizados y tenemos muy pocos gastos. Cuando llegó la crisis, nosotros bajamos sólo un 5% nuestra facturación. La gente empezó a cerrar unidades de negocio, a despedir a gente, yo no. No tuve que despedir a nadie. Nuestro hotel, Mario, lo llevábamos once o doce personas mientras que otros necesitarían treinta personas para ese tamaño. Yo lo que hice fue simplificar, back to bussines, dignificar…

Todo lo que ganamos lo reinvertimos. Mira, cuando entró nuestra socia, Rosalía (Mera), estaba muy preocupada porque hiciéramos marca. Estaba convencida de que el que pega primero pega dos veces. Y que, aunque los dos primeros años no se gane, no pasa nada. Pero hay que hacer marca. Como Zara, por ejemplo. A nosotros, Interbrand nos ha valorado la marca en 82 millones. Y nos dijeron que estaban impresionados.

P.- ¿Cuál es tu ambición? ¿Cómo ves el futuro de aquí a cinco años?

R.- A ver, llegar a cien hoteles, sé que voy a llegar. Pero mi gran reto es que, con todo lo que estoy creciendo, no llegue nunca a perder la filosofía de empresa. El alma. Eso ocupa el 60% de mi tiempo. Y el 100% del de Carlos, mi marido, que se dedica sólo a nuestro cliente interno. Yo soy el presidente y él el vicepresidente. Porque nosotros vivimos de nuestra reputación. Vivimos de que nuestros hoteles estén entre los cinco primeros siempre en Tryp Advisor, de que tenemos un 92% de reputación on line positiva, de que, aunque somos pequeños y no tenemos grandes lujos, la gente repite. Nuestra ocupación media de cadena es del 89% anual. Y eso se consigue con personal. El 95% de los comentarios en internet son de mi personal, con nombres y apellidos. Por ejemplo: 'maravilloso el Room Mate y Carlos, el recepcionista... o María, la chica de la limpieza... eso es fantástico.

 

P.- Para terminar, Kike. ¿Cómo ves la situación de LGTBi? Hemos vuelto a tener en España muchos ataques homófobos. Sin embargo mucha gente dice que no hay necesidad de seguir con la lucha contra la homofobia y al intolerancia.

R.- Mira, hemos avanzado mucho. Y como sociedad, somos ‘la leche’. Pero mientras siga habiendo un solo ataque homófobo, en cualquier parte del mundo, hay que seguir luchando. Yo que viajo mucho te puedo decir que España y Madrid son una referencia mundial, y lo que me gusta es que la fiesta del Orgullo ya no es el Orgullo Gay, es la fiesta de lo que hemos hecho… ¡es la fiesta de Madrid! Y muchos amigos míos, heterosexuales, vienen a celebrarlo.

P.- ¿Qué consejos darías a un joven que de mayor quiera ser como Kike Sarasola?

R.- Desterrar, como te he dicho, las palabras éxito y fracaso. Y enfatizar que el ‘no’, no existe. Que sólo es un, ‘vuelve a intentarlo’. Y que el que persigue un sueño, lo consigue. Yo nunca soñé con ser hotelero y lo soy. Hay que dejarse llevar por la vida y trabajar mucho. La disciplina es fundamental. Yo se lo inculco a mis hijos constantemente. Nadie te regala nada. Tienes que pelearlo, con disciplina y constancia.