Que en España cada vez viven más personas lo dicen los datos. Un país con un crecimiento casi constante de la población, que roza ya los 47 millones, donde la esperanza de vida se alarga hasta los 80 años en hombres y los 85 en mujeres. Un país, sin embargo, en el que hay 3,7 millones menos de adultos nacidos en España y en edad de trabajar de los que había hace 20 años, según el análisis que ha realizado la Fundación Renacimiento Demográfico con datos del Instituto Nacional de Estadística (INE).

El fenómeno, según Alejandro Macarrón, director de la Fundación, se debe a la caída de nacimientos que sufrió España a partir de 1977. Hablamos del segmento de población que va desde los 20 a los 40 años y que ha nacido en España. A principios de 1999 esta franja estaba representada por más de 12.940.000 millones de personas. Hoy esa cifra ha caído, aproximadamente, hasta los 9.190.000 millones. “Lo que te produce esto es una sociedad cada vez más envejecida que tiene, por tanto, menos productividad, que necesita dedicar más recursos a las clases pasivas mayores”, explica.

El País Vasco, Asturias y Castilla y León son las regiones que más población han perdido en esta franja

“Basicamente estás comparando el grupo de población de 20 a 40 en 1999, que han nacido entre 1959 y 1979, el baby boom español, con los nacidos entre 1979-1999, periodo de gran caída de la fecundidad, y años noventa, donde España era récord mundial de baja fecundidad, por lo que estás comparando dos extremos”, explica Diego Ramiro, jefe del departamento de población del Instituto de Economía, Geografía y Demografía del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).

España mantuvo durante gran parte del siglo XX un nivel de fecundidad de los más elevados de Europa. Esa situación cambió a mediados de la década de los setenta con una caída drástica de la natalidad. Cuando nos acercábamos ya al nuevo siglo, el índice sintético de fecundidad (ISF), que marca el número esperado de hijos por mujer a lo largo de su vida fértil, alcanzaba un mínimo de 1,15 hijos, por debajo de los cerca de 3 que esperaban las mujeres a principios de 1970, según expone el estudio ‘El déficit de natalidad en Europa. La singularidad del caso español’, de la Obra Social ‘la Caixa’. En los próximos años se recuperaría ligeramente el índice, pero la crisis económica frenó ese crecimiento.

Que haya menos población activa nacida en España con 20 a 40 años es una realidad que varía según por donde se mire en el mapa. Por Comunidades Autónomas, por ejemplo, son el País Vasco (-44%), Asturias (-43%) y Castilla y León (-41%) las que más han perdido respecto a 1999, según el análisis de la Fundación Renacimiento Demográfico. Lejos de estas regiones, en las Islas Baleares, con un 13% menos, y en Murcia, con un 18%, las que han sufrido caídas menores. Acercándo la lupa aún mas son las provincias de Vizcaya (-46%), Asturias, Zamora y Guipúzcoa (-43%), Soria y Palencia (-42%) y León y Burgos (-41%) las que perdieron más población activa en esta franja.

“La sociedad española no es consciente de que tiene un problema tan grave”, opina Macarrón, que considera que en España queremos tener los hijos cuando somos “demasiado mayores”. ¿Cómo invertir la caída en esta franja de población? Con un “cambio cultural pro familia, pro niños, dándole otra vez importancia, prestigio y poniendo, sobretodo, los medios, porque económicamente el Estado tiene que favorecer a las personas que tienen niños diferencialmente respecto a las que no los tienen”, argumenta.

Respecto al estado actual de la fecundidad, el investigador del CSIC y autor del blog ‘Apuntes de Demografía’, el demógrafo Julio Pérez, sostiene que la forma de reproducirse hoy en día es “mucho más eficiente”. “Contra lo que nos cuentan, nunca hubo hundimientos demográficos por baja fecundidad, las crisis demográficas siempre las produjo la sobremortalidad o el éxodo en busca de lugares mejores”, explicó en un artículo publicado en un Dossier de La Vanguardia. Pérez expone que hasta hace apenas un siglo, la humanidad se reproducía con un “número elevado de hijos por mujer, que vivían poco tiempo y llegaban escasamente a edades adultas”. Ahora, las cosas han cambiado: “fecundidades mucho menores, pero dotando de vidas largas a los que nacen, poblaciones de gran tamaño y muy consolidadas, pirámides con una proporción menor de niños que de mayores (lógicamente), y mujeres liberadas de la sobredeterminación reproductora”, recalca en la publicación.