La Policía Nacional ha desarticulado una red asentada en la Comunidad de Madrid dedicada al robo de vehículos para despiezarlos en naves clandestinas y vender las piezas por toda la geografía española, en una operación que se ha saldado con 18 detenidos. Según informa la Dirección General del cuerpo, la organización, desmantelada en todos sus escalones, vendía las piezas a través de anuncios en Internet y de talleres, mientras que los chasis eran enviados a chatarreros que hacían desaparecer los restos de los coches.

Todos los escalones del entramado criminal estaban perfectamente coordinados entre sí y funcionaban como una cadena de montaje, subraya la Policía, que señala que cuando les entraba la demanda, todos los miembros de la red se ponían en marcha para satisfacer el "pedido". La investigación se inició el pasado mes de abril cuando la Policía Nacional detectó un incremento de denuncias por sustracción de vehículos de gama media, tanto en la Comunidad de Madrid como en la provincia de Burgos.

Tras el análisis de las denuncias, los agentes identificaron a los autores del robo de un vehículo todoterreno en Burgos. Uno de ellos era un español asentado en la localidad madrileña de Leganés y que ya había sido investigado en otras ocasiones. Con el avance de la investigación, los agentes identificaron al resto de los integrantes del entramado y determinaron la actividad criminal que realizaba cada uno de ellos.

El grupo contaba con cinco escalones, con miembros altamente especializados. Así, en el primero se encontraban dos personas dedicadas de forma exclusiva a la localización y sustracción de los vehículos. En esta última actividad no tardaban más de tres minutos. Después, trasladaban los coches a diversas naves abandonadas, precedidos de un coche "lanzadera" para detectar posibles controles policiales en el trayecto.

En el segundo escalón tres personas se encargaban del despiece de los vehículos sustraídos, que desmontaban en función de los elementos que iban a vender a terceros –motor, volante, llantas de aleación, asientos, etc-, y abandonaban lo que carecía de valor. Una tarea que realizaban en cuestión de horas, empaquetando y distribuyendo las piezas de valor y las que carecían de él en dos transportes diferenciados.

El tercer escalón se dedicaba a trasladar los efectos: los de valor hasta el lugar en el que los receptadores los vendían y los otros a descampados o chatarrerías donde se deshacían de ellos, no sin antes eliminar cualquier indicio que pudiera relacionarles con el hecho, como los números identificadores de las piezas.

Por último, en el cuarto escalón estaban los encargados de la venta de las piezas, para lo que recurrían a conocidas páginas de Internet de venta de artículos de segunda mano para ofertarlas a un precio inferior al de mercado a los receptadores, el quinto y último escalón de la cadena.