Cataluña afronta un confinamiento social que tiene su principal línea de actuación en bares y restaurantes con el objeto de reducir el auge de contagios. Pero ese recorte de la vida social de los ciudadanos es una bomba en la línea de flotación de miles de negocios de hostelería que no levantan cabeza desde el confinamiento de marzo. 

Desde Rambla de Cataluña hasta el puerto, la hilera de bares y restaurantes que hay, siguiendo el camino natural de las ramblas hasta el mar, es una procesión de lamentos, de números rojos, de personal en ERTE, de no hay turistas, de la gente no consume y de alquileres de miles de euros que no se compensan con los pocos clientes que tienen.

“De jueves a domingo es cuando más gente tenemos”, dice Erik delante de la terraza del restaurante para el que trabaja en Rambla Cataluña. “Ya no soy encargado”, antes lo era, pero ahora ha bajado su categoría y sus compañeros de trabajo han decrecido al ritmo de los comensales: ahora son 17 y antes llegaban a los 30. Este iba a ser su primer mes completo fuera del ERTE. “Todavía no nos han dicho qué van a hacer con nosotros”.

“Antes del confinamiento, el 80% eran turistas, ahora estamos sobreviviendo de aquella manera”, asegura Javier, encargado de Ciutat Comtal, en Rambla Cataluña. Su local está lleno de mamparas, geles hidroalcohólicos y espacios de seguridad. “No entendemos nada”, afirma.

Cerca del restaurante de Javier, el encargado de una coctelería que no quiere dar su nombre ni que grabemos su local se lamenta de que persigan a los establecimientos mientras la gente está haciendo fiestas en casas. “Además, esto no va a ser para 15 días, mi jefe da por hecho que será para más. No sé si abriremos otra vez, el local son 48.000 euros todos los meses”, asegura.

La Boquería sin bares

El encargado del café La Virreina en la Boquería tampoco tiene claro que esto vaya a ser solo 15 días. “Tengo mis dudas, si solo fueran 15 días podríamos aguantar o intentar remontar”, afirma. Han estado cerrados seis meses, porque con los hoteles cerrados y sin turistas no tenía sentido abrir. Apenas llevan un mes abierto, acaban de cobrar los ERTES y se ven empujados de nuevo a cerrar. “Es la pescadilla que se muerde la cola, parece que toda la culpa la tenemos los bares y los restaurantes. Los que no cumplan con la normativa que los sancionen, pero los que cumplimos deberían respetarlos. No creo que todos los contagios salgan de los bares y los restaurantes”, asegura. 

Javier, propietario del Quiosc Modern en el corazón del emblemático mercado, no cree que las medidas vayan a terminar con los contagios y está convencido de que “no van a ser sólamente 15 días; no nos lo han podido asegurar, va a ser más de 15 días seguro”, afirma.

Albert, cabeza del Clemens, segunda generación de este bar del mercado con medio siglo a sus espaldas, asume con resignación la nueva orden de cierre: “No es un buen momento para nadie, el cierre afecta a mucha industria que hay detrás de los bares que también se cierra. Vamos a estar mal, no sé si es la mejor opción, pero si es la que han dictado, la tenemos que cumplir”, mantiene.