La reina Doña Sofía presidió ayer en el Casino de Madrid la entrega de los Premios Sociales de Fundación Mapfre. Con una dotación global de 120.000 euros, su objetivo es reconocer «el compromiso, la generosidad y la solidaridad» de personas e instituciones destacadas en los ámbitos científico, cultural y social. Además de Raphael, Premio a toda una vida profesional, y el Grupo Social ONCE, Premio a la mejor entidad por su trayectoria social, la Fundación Juanfe de Colombia, que combate el grave problema del embarazo adolescente en América Latina, ha recibido el Premio al mejor proyecto por su impacto social. Unas horas antes del acto, El Independiente tuvo la oportunidad de conversar con Catalina Escobar, fundadora y presidenta de la Juanfe. Una bogotana carismática y arrolladora que en veinte años ha levantado y consolidado una organización modélica, referente en toda Iberoamérica.

En 2001, Escobar vivía con su familia en Cartagena de Indias. En la maternidad de la ciudad, donde trabajaba como voluntaria, descubrió de primera mano dos graves realidades vinculadas: una dramática tasa de mortalidad infantil –alrededor del 40 por mil, más del doble que la colombiana; la española es inferior al 3 por mil– y el elevado número de embarazos de adolescentes en situación de vulnerabilidad. Después del fallecimiento accidental de su propio hijo, Catalina Escobar puso en marcha la Fundación Juan Felipe Gómez Escobar, conocida como la Juanfe, que en su memoria trata de paliar este drama endémico asociado a la pobreza, los abusos y la explotación sexual.

Veinte años de impacto social

En sus primeros siete años de andadura, la Juanfe contribuyó a reducir la mortalidad infantil en Cartagena en más de un 80 por ciento. Pero abordar con eficacia esta lacra pasaba por atacar su origen, la alta tasa de embarazo adolescente entre las capas más humildes de la ciudad, donde cerca del 70 por ciento de la población vive por debajo del umbral de la pobreza. Para ello, en septiembre de 2011 se inauguró el Complejo Social de la Fundación. Trece mil metros cuadrados de edificio sostenible y bioclimático, adaptado a las condiciones tropicales de Cartagena. Allí, las madres adolescentes reciben una capacitación profesional que les permita romper el bucle de pobreza endémica del entorno al que pertenecen, y sus hijos los cuidados y atenciones que de otro modo no tendrían.

Así que el Premio Social de Fundación Mapfre llega para la Juanfe en un año muy especial. Veinte aniversario de la organización y décimo de su Centro Social de Cartagena, donde se ha fraguado el Modelo 360º de desarrollo que ya se aplica en Medellín, Santiago de Chile y Panamá, y que quieren exportar como política pública a toda Iberoamérica. «La Juanfe es una entidad de alto impacto social y con una reputación excelente en un país donde muchas cosas no funcionan. Este premio es el reconocimiento al trabajo de todo un equipo de gente comprometida y de un nivel ético absoluto. Cuando te dedicas a servir lo haces con toda tu energía y todo tu corazón, no en busca de reconocimientos, pero cuando llegan es maravilloso», explica Escobar.

Pregunta.- Proyectos sociales hay muchos, pero son pocos los que como el vuestro arraigan y dan frutos desde el principio. ¿Cuál es el secreto del éxito de la Juanfe?

Respuesta.- El primero y más importante es la focalización. Muchas iniciativas fallan porque se dedican a muchas cosas. Nosotros nos dedicamos a una sola cosa, sacar de la pobreza a madres adolescentes, y en el foco está el éxito. Lo segundo es el rigor técnico. La Juanfe es una entidad sin ánimo de lucro, pero es sobre todo un modelo de economía de desarrollo. Las fundaciones deberíamos ser más empresariales. Nosotros desde el principio hemos sido muy técnicos a la hora de afrontar el problema y entrar a solucionarlo. El otro factor de éxito, fundamental, es el compromiso. Nos hacemos llamar los juanfelipistas, somos una fraternidad. Además, el año pasado nos certificamos como Great Place to Work. Mi equipo es feliz trabajando.

P.- La Juanfe nace para atacar la mortalidad infantil en Cartagena, pero enseguida advertís que el origen del problema está en la realidad del embarazo adolescente.

R.- La mortalidad infantil en Cartagena era la más alta del país y la tercera de América Latina. En los primeros siete años conseguimos reducirla en un 81 por ciento. Pero sabíamos que teníamos que ir a la fuente del problema. En aquella época, de cada cien mujeres que daban a luz, treinta eran niñas o adolescentes. Entre 1995 y 2000 se había triplicado el embarazo en menores de 14 años. Pero el embarazo en sí era el menor de los problemas. Nos encontramos con niñas suicidas, jóvenes abusadas sexualmente, víctimas de todo tipo con un alto consumo de sustancias. Teníamos que ocuparnos de estas mujeres, embarazadas y pobres, invisibles a ojos de la sociedad.

P.- Cartagena es conocida en todo el mundo por la belleza de su centro histórico, pero esconde una realidad social muy compleja. 

R.- Además de haber sido una ciudad típicamente corrupta, Cartagena es el epicentro de la miseria en Colombia. Allí se ven condensadas todas las diferencias sociales del país. Cerca del 70 por ciento de la población vive bajo el umbral de la pobreza, que tiene causas muy contundentes y profundas. En la década de los 90, fue la segunda ciudad en recepción de desplazados por el conflicto armado. Ninguna ciudad aguanta pasar en ocho años de medio millón a un millón de habitantes, en su mayoría pobres. Esa época yo la viví allí. Ves que todo comienza a colapsar: la salud pública, la trama urbana, la educación, y que a nadie le importa.

P.- En países con déficit institucional, proyectos como la Juanfe tienen la virtud de indicar a los poderes públicos el camino a seguir para afrontar los problemas de la sociedad. ¿Ha sucedido esto en Colombia, se han producido avances en estos veinte años?

R.- Yo soy presidenta de la Juanfe, pero también he elegido ser líder de una causa. Para ello tienes que tener la voz, y elevar el discurso ante quien sea. Eso significa pisar los callos del poder, y lo hemos hecho. Colombia es un país con graves problemas institucionales. Hemos apoyado el proyecto de ley para imponer cadena perpetua a los violadores de niños. Se aprobó en el Congreso, lo sancionó el presidente de la República, pero hubo varias demandas y la Corte Constitucional lo ha tumbado. En Colombia no era constitucional la reelección del presidente, ni la extradición a Estados Unidos, y cambiamos la Constitución. Pero cuando se trata de los niños colombianos, no se dan los pasos necesarios. Ahí es cuando yo me enfrento a quien sea. Y no tengo el menor reparo, porque después de veinte años hablando, escuchando tantos testimonios de jóvenes, cuyos agresores no pagan más de tres o cuatro años de prisión, yo sí conozco la necesidad de ese cambio legislativo. Yo no tengo tonalidad política, mi única tonalidad es defender los derechos de las personas, de los jóvenes, de los niños y de las niñas, sobre todo.

P.- El modelo de la Juanfe ya ha ido más allá de Cartagena. ¿Tiene potencial para extenderse por el resto de países de Iberoamérica?

R.- Replicar el modelo en Medellín, en Chile o en Panamá ha sido fácil, porque la base es idéntica. Son niñas que han vivido un infierno en su casa, niñas abusadas que a veces quieren salir corriendo con su novio, pero que no saben que lo hacen para entrar en un segundo infierno, porque también las maltratan, las abandonan, las condenan a la miseria. América Latina es, después del África subsahariana, la segunda región del mundo con mayor índice de embarazo en adolescentes. Después de la corrupción, el embarazo adolescente es el mayor factor de empobrecimiento en la región. Calculamos que en 2019 tuvo un coste para Colombia de casi nueve billones de pesos [más de 2.000 millones de euros]. Para que te hagas una idea, el proyecto de reforma tributaria que se quiso aprobar en Colombia recientemente buscaba conseguir nuevos recursos por valor de 12 billones de pesos. El embarazo adolescente es costosísimo y nos hace insostenibles.

P.- Hablando de números, un desafío para una organización como la Juanfe es recabar los fondos necesarios para vuestro funcionamiento. 

R.- Tenemos tres retos enormes. Uno, sin duda, son los recursos. Eso siempre va a ser un tema para una entidad sin ánimo de lucro como la nuestra. Segundo, y yo creo que muy importante, es que nos tomen no sólo como una ONG, sino como un modelo económico. A veces la gente se queda con la dolorosa historia personal de una mujer que entierra a su hijo, pero estamos mucho más allá de eso. Venimos fuertes con una auténtica propuesta de país. Generamos empleo, generamos desarrollo y frenamos la pobreza. Por eso el tercer reto es convertirnos en una política pública. Ahí es donde yo quiero entrar. Porque sé que, convertido en política pública, el modelo de la Juanfe tiene el potencial de acabar en pocos años con el problema. Necesitamos los recursos y la capacidad de intervención, pero la Juanfe está preparada para replicar su propuesta en todos los países de América Latina. Nosotros tenemos claro el camino, ahora falta que otros le pongan el acelerador.

¿Tiene, entonces, ambiciones políticas Catalina Escobar? «Cero», se apresura a aclarar. «Dudo mucho que me meta en lo público. Mi alma pertenece a la sociedad civil. Creo que en ese contexto me muevo más rápido, con mayor autonomía, y la Fundación se gana mayor respeto y credibilidad. Ahora, si dentro de unos años tú dices, ah, acá estoy viendo a Catalina de ministra, es porque voy a estar al lado de un presidente que me va a dejar hacer lo que yo quiera. Y lo que yo quiera no va a ser lo políticamente correcto».