Siempre hemos escuchado aquello de “el cuerpo humano es la máquina más perfecta que existe”, pero no hemos hecho ni caso. Realmente lo es. Un prodigio tecnológico que va mucho más allá de unos procesos que podemos tener más o menos claro cómo ocurren.

En la vida es importante que haya pioneros. Sin ellos, claramente seguiríamos viviendo en cavernas. Pero la vida de un pionero no suele ser fácil, y no precisamente por su condición, sino porque no se lo ponemos fácil desde las sociedades en las que viven. Desde Sócrates, que fue obligado a beber cicuta como castigo por sus ideas filosóficas, hasta Turing o Tesla pasando por Galileo, además de las dificultades propias de iniciar una empresa que jamás había hecho nadie, sufrieron por culpa de la sociedad que les tocó vivir.

El doctor Sergio Abanades es un médico científico con una gran experiencia internacional. Esta frase no debe ser tomada a la ligera. Si él dice que no tenemos ni idea de cómo funciona de verdad el cuerpo humano, creo que haríamos bien en escucharle. Sin embargo, porque introduce en la salud elementos tan inherentes a nuestra naturaleza como las emociones, a alguien puede que le parezca que nos va a vender algo como gurú. Todo lo contrario. Yo, que también soy de ciencias, recuerdo que el método científico se basa en la curiosidad que suscita el análisis del fenómeno observado, y nunca en la descalificación de aquello que previamente no se ha comprobado.

La emoción en la medicina

Ubiquémonos: Sergio Abanades es licenciado en Medicina por la Universidad Complutense de Madrid, con especialización en Farmacología Clínica en el IMIM-Hospital del Mar de Barcelona, y doctor en Farmacología por la Universitat Autònoma de Barcelona. Cuenta con un Máster en Toxicología por la Universidad de Sevilla y realizó una estancia postdoctoral en la Universidad de Cambridge. Tiene amplia experiencia hospitalaria en medicina interna, urgencias y medicina de familia. Ha sido investigador principal en ensayos clínicos y ha publicado en revistas nacionales e internacionales. Fue profesor de Farmacología en la Universitat Autònoma de Barcelona y en el Imperial College de Londres. Trabajó como Director Clínico en GlaxoSmithKline en Londres. Es experto en Medicina Integrativa, habiendo sido director médico de la Clínica Omegazeta de Barcelona, y actualmente es director y socio fundador del Instituto de Salud Integrativa y Consciente (ISIC). Yo diría que algo de salud, sabe.

Lleva años comprometido con la integración de la medicina convencional y las prácticas médicas complementarias, seguras y efectivas. Ha sido pionero en observar las limitaciones que enfrentan los tratamientos no patentables, como la vitamina D o la acupuntura, para ser validados científicamente y estar disponibles para los profesionales de la salud. ¿Por qué? Porque si no hay patentes, no hay dinero para investigación. Un escándalo del que ni nos enteramos.

Pregunta.- Doctor, después de una década en primera línea hospitalaria, decides explorar la complejidad tecnológica del ser humano, y nos describes como máquinas complejas. ¿Podemos decir que somos una pieza tecnológica de una enorme complejidad?

Respuesta.- Totalmente. El ser humano es la máquina más compleja y a la vez, en su interior, la más sencilla y hermosa. Hay procesos bioquímicos que ya son conocidos por la ciencia, pero su coordinación y ejecución aún son un misterio para nosotros. Es decir, si sufres un corte, sabemos cómo se realiza la coagulación; sin embargo, todavía no sabemos qué le dice a las células que actúen de esa forma y, además, de manera coordinada. Conocemos bien lo bioquímico, pero no lo que sucede a nivel de la información, que va más allá. Y aunque hay prácticas como la acupuntura que han demostrado ser efectivas, no sabemos realmente cómo funciona esa energía que dicen manejar. No soy muy partidario de usar ese concepto, porque deberíamos poder medirla, pero no conocemos otra forma de explicarlo. Al menos, de momento.

"Aunque hay prácticas como la acupuntura que han demostrado ser efectivas, no sabemos realmente cómo funciona esa 'energía' que dicen manejar"

P.- Parece contrario al método científico negar algo observable pero que aún no tiene una explicación clara, ¿verdad?

R.- Sí, y quiero aclarar que respeto y admiro los avances médicos convencionales. Pero hay aproximaciones no convencionales que también pueden aportar al entendimiento de la fisiología humana. En mi formación noté carencias, como la importancia de la comunicación con el paciente o la nutrición y respiración correctas. Nadie me enseñó a decirle a una familia que uno de sus miembros ha muerto. No parecen importar las emociones.

P.- Entonces, podemos decir que hay aspectos fundamentales en la medicina que van más allá de lo meramente clínico, y que podemos tener en cuenta en nuestras vidas.

R.- Correcto. La meditación, una correcta respiración y una buena musculación, por ejemplo, son elementos que se ha demostrado que pueden influir positivamente en nuestra salud y deberían ser enseñados en medicina. No estamos utilizando nuestra informática humana al máximo de su potencial. Estaríamos todavía al nivel de un Spectrum.

P.- Y en este momento, ¿cómo estás ayudando a la gente con esta tecnología humana?

R.- Mi objetivo es ayudar a las personas a ser independientes y autónomas, empoderándose para que tengan los recursos necesarios para mantenerse en salud y promover una longevidad saludable. Esto se consigue mediante el mantenimiento de unas mitocondrias saludables, que son los orgánulos que producen nuestra energía. Si las mitocondrias funcionan correctamente, nuestras células también lo harán, evitando así enfermedades y envejecimiento prematuro.

P.- O sea, por ponerlo sencillo, tenemos unas pilas en cada una de nuestras células que deben estar cargadas, o por lo menos no descargarse fácilmente. ¿Qué las puede descargar?

"La hora de comer es el peor momento para recibir malas noticias"

R.- Por ejemplo, las emociones negativas como preocuparse a la hora de comer, que es la peor hora del mundo para recibir malas noticias, que es lo que llena la mayoría de las portadas de los medios de comunicación. Es la combinación perfecta para sabotear nuestros procesos internos. Estoy en la relajación parasimpática de la digestión, un poco medio adormilado, porque sabes que cuando comemos hay esa tendencia a quedarnos más tranquilos e incluso nuestra siesta, que es un tesoro. Y justo ahí, metes el telediario con un exceso de información negativa sobre el mundo. Eso sí que es un corte de digestión.

P.- Hay muy poca conciencia general de la incidencia de nuestras emociones y de los hábitos en la salud, pero imagino que estarás trabajando junto a otros en difundir este mensaje.

R.- En la Jornada Cáncer como enfermedad metabólica, que tendrá lugar en Barcelona el 4 de noviembre, podremos dar toda la información que apoya nuestras investigaciones. En concreto, es muy importante hablar del cáncer como una enfermedad metabólica. Hasta ahora se nos ha hecho ver que era una enfermedad genética. Según el modelo actual, tienes una genética y los genes se vuelven locos, hay mutaciones y las células se vuelven locas, y así se genera un cáncer. En los últimos años, se está empezando a ver que el origen de la mayoría de los tumores no es genético, sino que es un tema metabólico. Las células comienzan a dejar de realizar ciertos procesos que nos protegen. Nuestro sistema inmunológico detecta y elimina las células defectuosas en un proceso llamado apoptosis o muerte celular programada. Cuando nuestra condición metabólica se deteriora, estos mecanismos de defensa también se debilitan, permitiendo que las células cancerígenas se multipliquen sin control. Esta condición metabólica puede ser el resultado de un estilo de vida poco saludable, una alimentación inadecuada, el estrés y otros factores. La investigación en esta área está avanzando rápidamente y está cambiando nuestra comprensión del cáncer.

P.- ¿Y por qué se ha avanzado tan poco? ¿Cuál es el mayor obstáculo para la implementación de la medicina integrativa en el sistema de salud?

"Se piden evidencias científicas a las prácticas no patentables, pero nadie va a invertir millones en un estudio para luego no recibir ningún beneficio"

R.- El dinero, claro. La mayoría de las veces, lo que le llega al médico en el hospital o en el centro de salud son moléculas patentables, es decir, fármacos que han pasado por un proceso de investigación y se ha demostrado su eficacia y seguridad. Pero, porque son patentables, el laboratorio recibe dinero a cambio. Pero todo lo que no es patentable, como la vitamina D o la acupuntura, no tiene el músculo financiero para pasar por ese proceso y estar disponible para los profesionales de la salud. Se piden evidencias científicas del más alto nivel a estas prácticas no patentables, pero nadie va a invertir millones de dólares en un estudio para luego no recibir ningún beneficio económico.

P.- Entonces, si el sistema económico no ayuda, ¿hacia dónde va la lucha por difundir este mensaje? 

R.- Es importante que la gente entienda que lo no patentable, que deriva de la naturaleza, que son tradiciones conocidas, no llega a los médicos ni a los pacientes por la falta de estudios de alto nivel. Hay que trabajar para que estos tratamientos no patentables también estén disponibles y validados por la ciencia, para que cuando vayas a una farmacia sepas si ese producto o suplemento nutricional está respaldado por la ciencia o no. Esto es algo en lo que voy a seguir trabajando en los próximos años. Es ciencia.