Se llamaban Pedro Díaz y Muño Vandilaz, y vivían en el municipio gallego de Rairiz de Veiga. Corría el año 1061 cuando ambos decidieron sellar un acuerdo que ha pasado a la historia. "Lo podemos leer como un certificado de matrimonio homosexual. Y es el más antiguo de España, al menos que conservemos. Firmaron un documento en la parroquia de Santa María de Ordes en el que se recogía que iban a vivir juntos, que se iban a cuidar mutuamente, que ninguna otra persona entraría en su casa sin autorización del otro y que si alguno de los dos moría sus propiedades pasarían al otro. En definitiva, que iban a crear un hogar".

Lo explica Mikel Herrán (conocido en redes como @PutoMikel), que esta semana ha publicado Sodomitas, Vagas y Maleantes (Planeta), un libro donde desempolva relatos del colectivo LGTBI que habían quedado enterrados, haciendo un repaso de la historia de España desde el Paleolítico hasta la actualidad. Pero, de todo lo que ha descubierto, lo que más le llamó la atención fue esta pareja gallega. "En ese periodo, en el siglo XI, no se hacían muchos contratos matrimoniales. La mayoría de gente, de hecho, no sabía ni leer. Pero este cumple con todo. No sabemos si había algo sexual entre ellos, pero es sorprendente la estructura de contrato matrimonial para ser una relación entre dos hombres", desliza el autor.

Herrán relata que, a lo largo de los siglos, las razones para perseguir al colectivo pueden resumirse en dos. Por un lado, aquellos que eran LGTBI no solían hacer mucho caso de los mandatos asociados a su género de nacimiento y de las jerarquías sociales, que el autor explica que han existido siempre, desde el sistema esclavista hasta el sistema feudal. Pero luego también había razones económicas y políticas, que surgieron sobre todo a partir de la Edad Moderna, cuando comenzó a hablarse de la importancia de reproducirse. Se asoció la idea de que tener más hijos suponía una mayor fuerza de trabajo, que repercutía de manera positiva en la riqueza nacional. Y en ese esquema en el que sexo y familia estaban tan relacionados no había espacio para nada más.

Mikel Herrán sosteniendo su libro. PLANETA

En ese sentido, el autor tiene claro quienes son los principales "antagonistas" de esta historia: la Corona, la Iglesia y la medicina. "Cuando hablo de la Iglesia no me refiero solo a la católica, sino a todos los sistemas morales y religiosos. Pero en el caso de España el catolicismo ha jugado un papel muy importante a la hora de condenar moralmente la sexualidad y la masculinidad y la feminidad que escapan de las normas. Crearon un relato, y el ejemplo más claro es el pasaje de la Biblia de la destrucción de Sodoma. Luego la Corona y los distintos poderes ejecutivos convirtieron esas condenas morales en condenas jurídicas, con castigos físicos y económicos. Desde los visigodos a Alfonso El Sabio, pasando por los Reyes Católicos, que castigaban la sodomía con la incautación de bienes", rememora Herrán.

La última pata es la medicina, que comenzó a ganar importancia más tarde, ya en el siglo XIX. A partir de entonces a las personas LGTBI se les empezó a ver como enfermos, que podían ser incluso contagiosos. Y estos tres vértices, afirma Herrán, se han seguido retroalimentado siempre el uno al otro. Con el tiempo surgieron otras justificaciones para perseguir o censurar al colectivo, pero el autor considera que ya son, simplemente, reciclajes de las anteriores.

El libro también cuenta cómo la clase social ha protegido siempre, y especialmente durante la Inquisición, a las personas del colectivo. También por qué las fabricas de tabaco se convirtieron a partir del siglo XIX en los espacios idóneos para dar rienda suelta al lesbianismo. Y recupera la homofobia de Quevedo (el poeta, no el cantante, obvio).

Lo explica Herrán: "De donde venía no lo sé. Quevedo tenía la mala costumbre de mofarse de todo, y uno de los objetivos más fáciles eran los sodomitas, los maricones y los afeminados. No sé hasta qué punto era personal, no sé qué sodomita le haría daño. Pero se puede ver que así era en El Marión o en su panfleto Gracias y desgracias del ojo del culo. Tenía una imagen de la masculinidad muy ceñida al hidalgo y a los soldados imperiales, y todo lo que se saliera de ahí era una amenaza a la familia y a la buena moral del Imperio".

Comparación entre el islam y el cristianismo

En este repaso particular por la historia de nuestro país Herrán tiene claro cuál fue el peor momento para ser una persona LGTBI: "El franquismo es la respuesta fácil. No es que antes no hubiera persecución, pero el régimen fue muy efectivo a la hora de realizar y reinventar términos. La Ley de Vagos y Maleantes se modificó en 1957 para incluir la homosexualidad de forma explícita, y a partir de los años 50 se esmeraron en perseguir la disidencia sexual y de género. Comenzaron a enviar a gente a colonias agrícolas y a prisiones, y en los 60 los convirtieron en enfermos y los torturaron con lobotomías o electroshock. Luego con la Transición muchas de estas teorías mudaron y se perpetuaron. Hay que pensar que las terapias de conversión eran legales hasta hace un año".

Otro aspecto curioso es la comparación entre el islam y el cristianismo. "Hoy en día el discurso es que el islam es súper intolerante con estos temas. Pero en la Edad Media era precisamente al revés, en el islam se veía mucho homoerotismo entre hombres y mujeres que permitía relaciones románticas, sobre todo en el entorno de la corte. Y luego teníamos poesía homoerótica más explícita. Era cosas que sólo se veían condenables desde el punto de vista moral, no judicial, y sólo en casos muy concretos. Pero historias así en el mundo cristiano medieval no tenemos, salvo alguna condena. Así que en ese sentido el islam fue mucho más tolerante que el cristianismo", detalla Herrán.

El autor tuvo claro que quería escribir un libro así para llenar el vacío de información que, según dice, tenemos respecto a este tema. Y es que cuenta que no ha habido interés en explorar estas historias antes. Como mucho, dice, de manera limitada y muy reciente, y con el único objetivo de encontrar a personas a lo largo de la historia que pudieran convertirse en iconos LGTBI. El resultado de todo esto, asegura, es que en la historia que hemos construido no hemos contado con todos aquellos que estaban fuera de las normas. A los disidentes, que considera que son clave, precisamente, para entender muchos periodos de nuestro país.   

"Es importante recalcar más el papel de la sexualidad en la historia. Por ejemplo, ha sido importante a la hora de demonizar al que está al otro lado de la frontera, como sucedió en la conquista de América o en la Reconquista", relata Herrán. "En todo momento he intentado contarlo con un toque de humor para no centrarme sólo en los momentos de persecución, sino también en los espacios, desde los márgenes, de celebración. El humor es un mecanismo de defensa y supervivencia, y tenemos que darnos permiso para disfrutar e ironizar incluso en los momentos duros. Y además permite que la historia entre mejor y no sea tan pesada y deprimente", remata.