De no haber muerto Camarón de la Isla, hace ahora 25 años, perfectamente podría haber dado el último concierto del Vicente Calderón como hizo Alejandro Sanz, la semana pasada, llenando el estadio. Su mero recuerdo agotó las entradas del patio de Conde Duque donde su ex colaborador, el saxofonista y flautista Jorge Pardo, se unió con sus músicos a la formación de los hijos de Camarón Luis Monge -a la guitarra- y Gema Monge y Rocío Monge -voces- en un concierto homenaje dentro de Veranos de la Villa.

El experimento sonó mucho a La leyenda del tiempo, el disco que Camarón regaló al flamenco para transformarlo. Junto con Jorge Pardo estaba en Conde Duque el percusionista Rubem Dantas. Los dos son parte fundamental del ADN que Camarón introdujo en el flamenco para renovarlo.

El otro ADN que había en el escenario era el familiar y este aportaba cierta autenticidad a los temas de Camarón. Pero se trataba de un homenaje, muy especial, sí, pero no ambicionaba más que mandar “mil besos al cielo pa él”, como dijo su hija Gema. Los que tenían que hacer el papel de poner la voz a las canciones del genio de San Fernando lo dejaron claro, que iban a hacer lo mejor posible pero que Camarón no es alcanzable. Así lo hicieron sus hijas y el cantaor, Bernardo Vázquez, a quien le tocó la mejor parte, cantar los temas de Camarón y la peor, cantar los temas de Camarón.

Gema Monge

Con el retrato de Camarón presidiendo el escenario el mono de Camarón se sació con los temas más conocidos del cantaor: La leyenda del tiempo, Como el Agua, Volando voy y Rosa María. El espectáculo lució con los músicos que lo sostenían. Jorge Pardo brilló en un solo en el que ejecutó, con su flauta, un taranto que le enseñó Camarón. Rubem Dantas se llevó una de las mayores ovaciones del público y Carles Benavent protagonizó con su bajo el tema Dicen de mí, que se apoyó en la percusión.

Bernardo Vázquez pudo dar su mejor versión con una bulería y las Monge pusieron al público en pie con Soy Gitano en la despedida de un homenaje que en todo momento estuvo vigilado por la imagen del patriarca del flamenco del siglo XXI. Un siglo que no llegó vivir pero en el que el flamenco sigue alimentándose de su legado.

La fiesta homenaje a Camarón sabe a poco y deja a los aficionados con ganas de más. Sigue el vacío. Qué suerte tienen los gitanos que creen en la vida después de la muerte.