Desde los Bultó, Güell, Pujol, Núñez o Palatchi hasta la cantante colombiana Shakira, convenientemente guiada por Gerard Piqué, han acabado aterrizando en este valle privilegiado a medio camino entre España y Francia que sus valedores comparan con las praderas suizas, aunque las montañas que lo rodean sean bastante más modestas. Los malpensados dirán que la proximidad con Andorra tenía mucho que ver con la elección del destino de montaña favorito de la burguesía catalana, pero la Cerdanya se ha ganado su lugar en el podio de los paisajes catalanes por méritos propios.

Ya lo fue a finales del XIX y principios del siglo pasado, cuando floreció la primera colonia de veraneantes -condición realmente exclusiva en aquellos tiempos- en torno la lago de Puigcerdá. Un barrio de residencias señoriales, algunas de aire inevitablemente indiano, construidas por los primeros practicantes del esquí en la estación de La Molina, responsables también de la fundación de uno de los clubes de golf más antiguos de España que creó auténtica afición a este deporte en la comarca. Sólo en el exclusivo barrio del golf y Bolvir tienen segunda  -o tercera- residencia la propietaria de la distribuidora europea de Coca-Cola, Sol Daurella; el presidente del grupo Planeta, José Creuheras; el editor de La Vanguardia, Javier Godó; o el constructor José Luis Núñez, entre otros conocidos empresarios. En breve, se sumarán al vecindario la familia Piqué.

La construcción del Túnel del Cadí ha facilitado enormemente el acceso al valle, al que antes sólo se llegaba superando la Collada de Tossas, convirtiendo a esta comarca en uno de los mayores exponentes de la eclosión del turismo estival de montaña. La masificación le ha restado encanto y obliga a aconsejar evitar la capital, Puigcerdá, durante la segunda quincena de agosto. Pero la Cerdanya sigue conservando infindad de rincones en los que disfrutar de un entorno natural envidiable.

Qué hacer

Subir al Puigmal -ascensión por la vertiente francesa para descender por la española camino al Valle de Núria- o al Carlit siguen siendo excursiones asequibles para los amantes ocasionales de la montaña no demasiado masificadas si se evita la semana central de agosto. Y las excursiones, con baño incluido a los lagos de Meranges y la Pera en España, o las Bulloses y Porta en Francia, son un buen argumento para obligar a andar a los más pequeños. Excursiones en un Pirineo que ya se muestra majestuoso pero no tan agreste como la parte central, y más alta, de la cordillera.

La bicicleta es otro de los argumentos de ocio deportivo casi inevitables en un valle ancho y plano que parece diseñado para la práctica de la bicicleta de montaña a todos los niveles. Y sin las cortapisas que las nuevas regulaciones medioambientales imponen al que en tiempos era el deporte obligado sobre dos ruedas: el trial. En los tiempos en los que se podía acribillar la montaña en moto el trial era el deporte oficial de los veraneantes y pocos se conformaban con pedalear, pero el crecimiento del turismo ha obligado a revisar también eso, aunque la montaña sigue ofreciendo buenos caminos para surcar el entorno del Parque Natural del Cadí-Moixeró.

En la que probablemente sea la comarca española con más nombres monosilábicos -Bor, Pi, Riu, Alp, Urtx, Prats, Das, Ger son solo algunos ejemplos- descubrir cada uno de estos pequeños pueblos, sus ermitas románicas y angostas calles, son otra buena excusa para recorrer el valle.

Dónde comer

La oferta culinaria es rica y diversa. Desde el clásico trinxat -el tradicional plato de col de montaña y patata con bacon y butifarra negra- del restaurante de la Hípica de Prats hasta un campeón mundial de la pizza como Fabián Martín, ganador del World Greatest Gourmet Pizza de New York que sigue obrando sus acrobacias culinarias en Llívia. Quienes visiten este verano la Cerdaña no podrán disfrutar, sin embargo, de la que se había convertido en una de las experiencias culinarias de la comarca, degustar en el Querfordat los manjares que Félix ofrecía con el acompañamiento de las mejores vistas de la Sierra del Cadí y una olla de gin-tonic para digerir la comida con una sobremesa tan larga como se quiera en el prado frente al restaurante en el que convirtió la casa natal de su abuela.

Pero antes de la comida, imprescindible una parada en el Bodeguín de Alp para disfrutar de un aperitivo a base vermout -ahora que este tradicional vino dulce vuelve a ser tendencia e ingrediente casi obligado del aperitivo en Cataluña- y unos berberechos aderezados con la salsa especial con que la Nuri riega con generosidad sus tapas. Aunque el local es mínimo, la anfitriona conseguirá ubicarles con muchas menos estrecheces de las previstas para disfrutar de sus especialidades.

Qué leer

Cualquier buen libro puede convertirse en el mejor compañero para las tardes de relax obligado por las tormentas de verano, o simplemente porque a los pies del Moixeró la literatura es la mejor manera de acompañar la puesta de sol. Pero si hay que inclinarse por un título para este año lleno de incertezas, apostaría por El clan del oso cavernario, de Jean M Auel. La historia de cómo la pequeña Ayla, cromagnon, sobrevive gracias a un clan neandertal, el Clan del Oso, pese a las enormes diferencias y las grandes dificultades de comunicación con ellos no es mala reflexión para los tiempos que corren.