Su canto sonaba como una herida abierta, una herida profunda, insondable, de esas que sabes que como no la cierres se te escapa el alma. Maria Callas rezumaba temperamento, su presencia imponía y su mirada estremecedora la colocaba siempre en actitud distante. Era un monstruo. Tenía aura. El 16 de septiembre de 1977 a la Callas se le rompió en corazón de tanto usarlo. Aquel día la diva dejó el trono vacío. Su turbulenta historia, su talento y su muerte prematura han contribuido a que, 40 años después, ninguna soprano se atreva a ocupar el hueco que ella dejó.

Coincidiendo con el aniversario del fallecimiento de la cantante, Warner publica una caja bautizada Maria Callas Live en la que resucita el legado discográfico de la soprano griega sobre el escenario.

Maria Callas provocó una revolución desde el punto de vista musical e interpretativo

Su voz (en esto la critica está de acuerdo) no tenía la belleza de la de su rival Renata Tebaldi (la prensa se empeñó en tratarlas así cuando su repertorio casi ni coincidía), pero poseía unos graves profundos y unos agudos brillantes. A pesar de que su timbre nunca fue convencionalmente bello; su musicalidad y su fraseo eran inimitables. La Callas sólo necesitó una década de triunfos para que su irrupción en el mundo de la lírica dejara una marca imborrable y visionaria. Ella impulsó la interpretación del verismo desde la técnica del bel canto, provocó una revolución desde el punto de vista musical e interpretativo. No era sólo una soprano con dotes vocales insólitas, sino también una gran actriz que supo encarnar sus personajes de un modo singular.

Maria Callas caracterizada como Ifigenia en el Teatro all Scala. Foto en blanco y negro.
Maria Callas caracterizada como Ifigenia en el Teatro all Scala.

Maria Callas fue la actriz-cantante más famosa de su época. Su presencia en el escenario creó un antes y un después en el mundo de la ópera. Es aquí donde su condición la inmortalizó. Nadie igualó su glamour dentro y fuera de la escena. Actuaba con la voz, llevaba la tragedia impregnada en su instrumento.

Bipolar artísticamente hablando, ha sido la cantante más ovacionada y la más abucheada

Dicen los que la conocieron que su magia residía en una cualidad especial, en un sexto sentido que sólo poseen los elegidos. La Callas lo tenía. Algo que no se puede comprender ni explicar. Los roles en los que no tuvo rival, Anna Bolena, Lady Macbeth, Norma, Medea, la Giocconda, Lucia, Violetta, o Armida son personajes de vida trágica equivalentes a su propia leyenda.

Ni fue la mejor soprano del siglo XX, ni la mejor cantante, Maria Callas fue mucho más que eso. Tuvo una carrera corta, pero intensa. No más de 10 años de plenitud. Pronto, su instrumento comenzó a resquebrajarse. Todo se desencadenó cuando se propuso adelgazar. Perdió entre 40 o 50 kilos a tal velocidad que dejó secuelas graves en su organismo. Pocas imágenes de aquella época han sobrevivido, ya se encargó la diva de acabar con todo vestigio de su exceso de peso.

Todo fue por amor. Su temperamento y su pasión no soportaron la idea de que su pareja, su obsesión, la apartara de un plumazo de su vida. Aristóteles Onassis abandonó a Maria Callas para casarse con Jackie Kennedy. “No debo hacerme ilusiones, la felicidad no es para mí. ¿Es demasiado pedir que me quieran las personas que están a mi lado?”, dijo en 1968, al conocer la noticia de la boda del naviero con la viuda del presidente de EEUU.

Bipolar artísticamente hablando, ha sido la cantante más ovacionada y la más abucheada. Cuentan que el pasadizo que comunica la Ópera de Roma con el Hotel Quirinale lo bautizaron pasaje Callas porque la diva lo utilizó para evadirse de las funciones fracasadas de Medea.

Murió en París, como Violetta Valery. Murió en extrañas circunstancias. Oficialmente se le paró el corazón, pero las malas lenguas murmuran que fue un suicido, una sobredosis. Otro argumento para alimentar el morbo de la inmortalidad. Sus cenizas volaron por el Egeo, al tiempo que un monumento funerario recuerda quién fue en el cementerio de Père Lachaise.