Cuando Phil Taylor era pequeño vivía en una casa de 100 libras que su padre compró en Stoke-on-Trent, un cinturón de pequeñas localidades al oeste de Inglaterra, cerca de la frontera con Gales. Padre, madre e hijo dormían en el suelo porque el sueldo del patriarca, alfarero como la mayoría de los obreros de la zona, no daba para mucho. Todos compartían tarima en la planta baja, porque en la superior no había ventanas. "Al menos no hay que limpiarlas", solía decir su padre, o eso dice la leyenda.

Porque la vida de Phil Taylor es leyenda. Nacido el 13 de agosto de 1960, Taylor ya no tiene que preocuparse de si una casa tiene o no tiene ventas. En el año 2016 ganó casi 500.000 euros, mientras que en 2017 se embolsó casi 450.000 euros. Sumando sus diferentes acuerdos comerciales, la cifra se va por encima de los dos millones anuales. Y todo por jugar a los dardos.

Phil The Power Taylor es el mejor jugador de la historia de dardos, y uno de los grandes deportistas de Inglaterra. Sin discusión. A lo largo de su dilatada carrera ha ganado 216 torneos, 85 majors y 16 mundiales, ocho de ellos de manera consecutiva entre 1995 y 2002. Su fama en las Islas Británicas es tal que ha sido nominado dos veces para el premio de deportistas del año que entrega la BBC, un galardón que se le escapó en 2010 al quedar en segunda posición por detrás del jinete Tony McCoy.

Phil Taylor lanzando dardos.
Phil Taylor, durante un partido.

A sus 57 años, Taylor ha disputado esta semana su último Mundial, ya que ha decidido retirarse de la competición. No ha podido hacerlo con victoria, como hubiera querido, pero llegó a la final y se quedó rozando su decimoséptimo título, el que hubiera puesto el broche a su carrera. Pero Rob Cross no estaba por la labor. 

El Crafty Cockney

En la jerga británica, la palabra Cockney hace referencia a los nacidos al este de Londres. De esa zona es originario Eric Bristow, la figura clave en la carrera de Taylor. Establecido en la zona de Stoke, cuando Taylor era joven su madre le regaló un juego de dardos al que éste sacaba partido en el pub de Bristow, que se llamaba Crafty Cockney, algo así como el astuto nacido al este de Londres.

Bristow, fundador de la Professional Darts Corporation tras ser uno de los 16 jugadores escindidos de la British Darts Organisation, ganó cinco campeonatos del mundo y fue número uno del mundo hasta seis veces en la década de 1980. Además de ganar 70 títulos en su carrera, Bristow es considerado el mentor de Phil Taylor.

Al, por entonces, joven inglés le entregó 10.000 libras para que empezara su carrera, lo que le sirvió a Taylor para dejar su trabajo como alfarero para dedicarse a lanzar dardos. Su primer torneo fue en Las Vegas, donde sufrió una dura derrota en la primera ronda del Abierto de América del Norte. Su primer año en el circuito fue un horror, y tuvo que esperar hasta 1988 para alzar su primer trofeo: el Abierto de Canadá.

Su buen estado de forma en los meses siguientes le sirvió para clasificarse para el Campeonato del Mundo de 1990. Al comienzo del torneo las apuestas, elemento vertebral de este tipo de competiciones en las Islas Británicas, le colocaban una cuota de 125 a 1 para hacerse con el título.

En la primera ronda venció a Russel Stewart, sexto cabeza de serie, y se aupó hasta la gran final al destrozar a Dennis Hicling en segunda ronda, a Ronnie Sharp en cuartos y a Cliff Lazarenko en semifinales, al que le endosó un contundente 5-0. En la final, como no podía ser de otra manera, le esperaba Eric Bristow.

El maestro, superado por el alumno

El guión de Hollywood dictaba que Phil Taylor debía imponerse. Se daban todas las condiciones, de hecho. Y no falló. Se impuso 6-1 a su mentor y se convirtió en campeón del mundo, dando paso a un dominio que se prolongó a lo largo de una década.

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Bien es cierto que el bueno de Bristow, aún en lo más alto de su carrera, sufría de una dartitits -no se rían, esto existe de verdad- desde el año 1986. Esta extraña dolencia es comparable a la que sufren los jugadores de golf cuando pierden su swing. Bristow había perdido su cadencia de lanzamiento y eso le afectaba gravemente a su rendimiento, más en una condición psicológica que física.

Tras alcanzar su máxima fama, los dardos comenzaron a perder cobertura televisiva, lo que derivó en la pérdida de contratos publicitarios. La British Darts Organisation se había acomodado y los jugadores se rebelaron y fundaron, entre ellos Taylor, la Professional Darts Corporation, que a partir de entonces, y tras unos comienzos dubitativos, se convertiría en la organización de referencia.

2010 fue el mejor año de su carrera. Habían pasado 20 años desde su primer triunfo en el campeonato del mundo, pero Taylor había mantenido la forma -redonda, pues nunca se ha privado de nada- y su dominio en el circuito. Para cuando llegó el verano de aquél año, que en España recordaremos gracias a Andrés Iniesta, Taylor era el vigente campeón del Mundial, el Matchplay, la Premier League, el Open Británico, el Campeonato de Europa, el Gran Premio Mundial y el Gran Slam. También fue el año en el que consiguió el récord de mayor promedio de puntos por turno de lanzamiento -compuesto por tres dardos- con una media de 118,66 en un partido en el que destrozó a Kevin Painter por 9-0.

Todo ello le valió para ser nominado a deportista del año de la BBC, aunque el triunfo final fue para el mencionado jinete Tony McCoy. Desde entonces, este galardón se lo han repartido el tenista Andy Murray, el piloto Lewis Halmiton y el atleta Mo Farah.

Un divorcio costoso

Justo un año de alcanzar su punto más alto, Taylor bajó a los infiernos. En el año 2011 se separó de su mujer, con la que tenía cuatro hijos tras 23 años de matrimonio, y comenzó una batalla legal a partir de 2014, cuando ambos acordaron el divorcio. La pareja había superado una demanda de acoso sexual contra Taylor, al que dos jóvenes escocesas acusaban de haber intentado besar. El caso quedó cerrado con una multa de 2.000 libras.

Los abogados de Yvonne, su ya ex esposa, pedían para ella la mitad de las ganancias de Taylor, el 65% de sus pensiones y un pago de 6.000 libras, casi 7.000 euros, al mes en concepto de manutención. Alegaba que durante la longeva carrera de su esposo ella había estado en casa cuidando a sus cuatro hijos.

Según el acuerdo de divorcio, ella afirmaba que su presupuesto anual, en el que incluía sus vacaciones, el gasto semanal y los gastos en cosméticos, rondaba las 58.000 libras, poco más de 65.000 euros. La contraoferta de los asesores de Taylor consistió en la mitad de sus activos inmobiliarios y un pago de 480.000 libras, casi 550.000 euros, en efectivo. Lo rechazó.

La resolución judicial fue aún peor para el jugador inglés. El juez Mark Rogers decidió que Taylor debía entregar a Yvonne cinco casas, todas sus pensiones y una suma de 830.000 libras, más de 930.000 euros. Sólo la casa que ambos compartían en Crewe, al norte de Stoke-on-Trent, está valorada en 600.000 dólares, poco más de 675.000 euros.

El 2014, año de su divorcio, también trajo el peor momento de la carrera de Taylor. Su derrota contra el número 32 del mundo en la segunda ronda del Mundial provocó que el holandés Michael van Gerwen, posterior ganador, le arrebatara el número uno del mundo. Unas semanas después, tras un cambio de dardos, perdía tres de sus cuatro partidos en la Premier League y se quedaba a las puertas del descenso.

La caída libre no se frenó ahí. En el Open Británico, coto privado durante toda su carrera, fue derrotado por Aden Kirk, el número 137 del mundo que disputaba su primer partido televisado, por 9-7. El punto más bajo de The Power. A finales del 2015 perdía el segundo puesto en el ránking mundial y caía hasta la tercera plaza, algo inaudito para él.

En el Gram Slam parecía que había recuperado la forma, cuando vencía por 7-3 a Van Gerwen, pero el holandés se recuperó y acabó por imponerse por un 16-13. Eso significaba que Taylor ya no era el poseedor de ningún título importante del circuito.

El fin del camino

En una entrevista antes del inicio del Masters de 2017, el 27 de enero, Taylor anunció oficialmente que colgaría los dardos tras el Mundial de 2018. The Power, apodo que le puso en 1995 Peter Judge, jefe de producción de Sky Sports, en un torneo en Blackpool, ya no tenía fuerzas "para competir con los jóvenes"

Una carrera como la suya se merecía un cierre con título. Taylor no decepcionó y se plantó en la final después de dejar en el camino a pesos pesados como Gary Anderson. Su rival sería Rob Cross, que había sorprendido apeando de la última ronda a Van Gerwen.

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Sin embargo, no hubo color. Un contundente 7-2 para Cross dejaba sentenciado el título. "Estoy al final de mi carrera y él está empezando, todo muy desparejado. Es un jugador brillante, pero lo he intentado con todo lo que tenía", contaba Taylor tras la final.

El propia vencedor tenía que admitir que "nunca habrá otro deportista" como Phil Taylor. Se acabó la era de The Power.