Su genialidad la plasmó en lienzos y cartones para tapices y lo encumbró para la historia. Retrato a retrato, escena a escena, desde la sencillez del aprendiz inquieto hasta alcanzar la cumbre de la maestría que encandiló a reyes y nobles. La misma que lo catapultó para ocupar un lugar privilegiado en la historia del arte. Cuando nació en Fundetodos, allá por 1746, nadie pudo ni siquiera imaginar que casi tres siglos después, millones de personas continuarían maravillándose con lo que aquel joven del pueblo pintó. Francisco de Goya sigue hoy palpitando como en vida. La exposición pública de su obra sigue arrastrando a decenas de miles de personas deseosas de admirar su obra.
Observándola es fácil imaginarlo por los pasillos de palacio, rodeado de la corte real y convertido en objeto de deseo de ilustres ansiosos por un retrato para pasar a la posteridad. Pero Goya era del Rey, de Carlos III primero y de Carlos IV después. Ahora su legado es de todos. Fue él quien reflejó como pocos ese modo de acercar a nobles y al pueblo y como se le muestra en la exposición que desde este miércoles y hasta el 28 de mayo se exhibe en el Museo de Bellas Artes de Bilbao.
La muestra la han presentado hoy el actual director de la pinacoteca bilbaína, Miguel Zugaza, y su sucesor y actual titular en el Museo del Prado, Miguel Falomir, junto a la comisaria de la exposición, Manuela Mena. La exposición, Goya y la corte ilustrada está compuesta por 96 obras, -52 óleos, piezas de arte decorativo y documentación- entre las que figuran algunos de los óleos más emblemáticos del pintor aragonés como La gallina ciega, La vendimia o el otoño o El pelele.
El cerca de un centenar de piezas que se pueden ver en la exposición proceden en gran medida de la colección del Museo del Prado, a las que se han sumado nueve pinturas del propio Museo de Bellas Artes de Bilbao y obras procedentes del Museo de Arte de Ponce en Puerto Rico, del Museo de Zaragoza y de otros museos. Las de Goya no son las únicas obras que se pueden ver. Además de los lienzos y cartones del autor de Fuendetodo se incluyen obras de otros pintores relevantes de su época, como Luis Paret, Mariano Maella, José del Castillo, Luis Meléndez, Antonio Carnicero o Lorenzo Tiepolo, con los que se quiere contextualizar la obra de Goya.
De Zaragoza a la Corte en Madrid
Concebida en un itinerario con seis grandes bloques, la muestra se inicia con los orígenes del artista, nacido en el seno de una familia modesta con la que vivió hasta cumplir casi los 30 años. Casado a los 27 años con Josefa de Bayeu, hermana de un pintor de cámara de Carlos III, su cuñado se convertiría en la puerta de entrada a la corte que le permitiría iniciar la fulgurante carrera cortesana que terminaría cosechando y con la que siempre había soñado.
Goya acumulaba para entonces más de un desengaño. Tras formarse con José Luzán en Zaragoza, vio cómo fracasaba en su intento por obtener una beca en la Academia de Bellas Artes de San Fernando o cómo se le escapaba el premio de pintura al que había optado con veinte años. Decepcionado, Goya viajó a Roma, deseoso de seguir aprendiendo, donde se formó en la Academia de Dibujo. A su regreso, con apenas 23 años, comenzó a recibir los primeros encargos de relevancia, como las pinturas murales del coreto de la Basílica del Pilar y otras pinturas religiosas.
La segunda parte del recorrido de Goya y la corte ilustrada comienza con su traslado a Madrid junto a su familia en 1775. Con 29 años recibe la primera encomienda para realizar nueve cartones para tapices de escenas cinegéticas que debían decorar el Palacio de El escorial. La caza, de la que Goya era gran aficionado, -“la mayor diversión del mundo”, solía asegurar- era por entonces una actividad aún reservada para la familia real, la nobleza y el clero.
En sus obras Goya supo plasmar cómo poco a poco el cambio social también se fue impregnando de la vida en la corte, con la creciente burguesía ganado relevancia, incluso en labores de Gobierno y que él reflejó en sus retratos.
Diez años después de su llegada a la Corte, Goya fue nombrado pintor del Rey, en 1786. Seis años atrás ya había sido elegido académico de la real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Sin embargo, un enfrentamiento con Francisco Bayeu, responsable de encargos reales le marcaría. De regreso a Zaragoza para hacerse cargo de los frescos de la cúpula de la Basílica del Pilar, el resultado no gustó ni a Bayeu ni a la junta de obras del templo, que le obligó a aceptar ciertas correcciones. Un revés que cayó como una verdadera humillación para quien ya era un académico. Sería la última vez que trabajó en su Zaragoza natal. Aquel episodio supuso también el final de los encargos reales pero Goya había alcanzado ya reconocimiento suficiente y al lado del secretario de Estado, el conde de Floridablanca o del infante don Luis de Borbón o los duques de Osuna continuó siendo un pintor de referencia para la alta sociedad española.
Retratos vascos y navarros
La muestra Goya y la corte ilustrada, en parte ya expuesta en Zaragoza, supone la primera ocasión en la que Bilbao muestra su obra. Por ello, la pinacoteca bilbaína ha completado la exposición con una sección propia en la que se muestra la extensión de la Corte al País Vasco en los años finales del siglo XVIII y comienzos del XIX. Se trata de 11 retratos de personajes vascos y navarros retratados por el propio Goya tanto del mundo político como el militar o el comercial. Así, incluye retratos del Miguel de Múzquiz y Goyeneche, el general José de Urrutia o el retrato en pareja de Martín Miguel de Goicoechea y Juana Galarza de Goicoechea, consuegros de Goya y de ascendencia navarra.
La exposición también incorpora una correspondencia con su amigo personal, Martín Zapater, además de miniaturas, estampas y varias piezas de artes decorativas. La correspondencia con Martín Zapater ilustra en gran medida esa relación con su círculo de familiares y amigos, al tiempo que aporta información fundamental sobre su desarrollo profesional. El préstamo extraordinario por parte del Prado de 13 cartas originales ofrece el contrapunto documental al Goya pintor de corte. Ésa es, precisamente, la tesis de esta exposición, que transita entre el éxito del pintor en las cortes de Carlos III y Carlos IV, y el recuerdo persistente de sus orígenes a través del contacto con sus íntimos.
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