Ildefonso Falcones vuelve a la novela histórica atrapado por una época, el modernismo, y por el contraste que supone el periodo de mayor exhibicionismo de opulencia de la burguesía catalana con la de mayor injusticia social. La Guerra del Rif y la crisis económica siembran una sociedad de pobreza, mujeres sustituyendo a los hombres en el trabajo en las fábricas por menos dinero, o prostituyéndose, y niños huérfanos mendigando o robando en las calles el sostén que sus familias no les podían ofrecer. Son los 10.000 trinxeraires que se calcula que vivían en las calles de Barcelona, explica Falcones para dibujar el escenario de su novela.
El escritor barcelonés vuelve a situar la trama en su cuidad, pero esta vez ha viajado a principios del siglo XX porque "esta época convulsa necesitaba una novela, no conozco otras que traten el modernismo en general, a artistas como Gaudí, Domènech i Montaner o Puig i Cadafalch, con grandes obras arquitectónicas y en un tiempo con movimientos obreros en auge".
Y pese a la contundencia de las convicciones políticas y de clase que afloró en la Semana Trágica, esos anarquistas que lideran la respuesta de contra el poder "no se rebelaban contra la burguesía, sólo contra la Iglesia Católica", explica Falcones, reconociendo que es esa falta de reacción contra la opulenta burguesía del modernismo lo que más le desconcierta al describir esa época. Un desconcierto que Falcones traslada al momento actual.
Así, no descarta que la espoleta que le llevara a volverse a sentar ante el ordenador fuera que quería recuperar "el espíritu de una Barcelona anterior, de mucha creatividad, con grandes eventos, cuando ahora hasta hemos perdido la pasarela Gaudí de la moda".
Vivimos una involución cultural" reconoce Falcones sobre el contexto catalán
"Vivimos una involución cultural" reconoce Falcones, "estamos viviendo una situación muy tensa, a mi entender involutiva, con el separatismo, el independentismo, mientras que la época que aparece en el libro era al revés, de una apertura exterior fantástica, cosa que tampoco ocurría en España". Una involución que es fruto de "la exacerbación de determinados valores culturales, hemos hecho un proceso endogámico de involución" que aleja a Barcelona de sus épocas doradas, como el modernismo o la transición, con la Gauche Divine y la eclosión literaria en la capital catalana. "Pero Barcelona aguanta lo que le echen. Ni queriendo, conseguirán cargársela. Venceremos".
Aún así, reconoce su preocupación por una situación política y social que reconoce "enquistada" y de difícil superación. Apunta a la necesidad de un "estudio serio sobre las consecuencias reales en caso de independencia" convencido de que todo el procés se ha construido "en base a promesas ridículas e irrealizables". Un proceso en el que ve paralelismos con el Brexit, fruto ambos del populismo.
En este contexto, el escritor se rebela especialmente por la incorporación de la universidad al independentismo. "No entiendo el movimiento universitario independentista" reconoce Falcones, más desconcertado que enfadado con los jóvenes independentistas, con los que asegura que le gustaría debatir la cuestión. "Renuncian a la universalidad de sus estudios, estamos sacrificando a nuestros hijos" se lamenta.
Respecto a por qué los escritores son, dentro del mundo cultural, los más críticos con el proceso independentistas, Falcones tiene una intuición: "los escritores disponemos de más libertad que los directores teatrales, actores o músicos, que necesitan las subvenciones públicas para sus montajes. Porque no creo que tengan menos inquietudes políticas".
Pese a la preocupación por el contexto actual y la asociación con el periodo modernista, Falcones deja claro insistentemente que el suyo no es un tratado sobre el modernismo o las luchas obreras, sino una novela que busca entretener al lector con los placeres clásicos del género. "No pretendo dar lecciones de modernismo, quiero dar horas de lectura agradable al lector, con tramas de amor, amistad, sexo, traición, venganza y dinero, todo lo que constituye la trama de un novelista, con un escenario interesante pero con el disfrute de la simple lectura".
Lucha contra el cáncer
El autor reconoce, además, que su situación personal, marcada por el cáncer, ha incidido en la redacción de esta novela, tres años después. "Empecé este libro disfrutando de buena salud y, como consecuencia de una enfermedad grave, he puesto el punto y final tecleando con mil agujas en los dedos" explica en la dedicatoria del libro. Una dedicatoria pensada para los que "luchan contra el cáncer" la enfermedad contra la que lucha Ildefonso Falcones y que se ha llevado a su hermano.
"Cuando uno se encuentra con esta situación, con la quimio a cuestas, unos días bien y otros mal, la vida se te viene encima con mucha trascendencia y virulencia" reconoce el autor para explicar esa dedicatoria. Reconoce que la enfermedad incide "en el tiempo de la novela y en mecánica de trabajo" pero asegura que "he intentado que no influya en la novela, creo que la trama sigue siendo ágil, interesante y ajena a mis problemas".
En todo caso, no oculta que la confección de esta novela ha supuesto un "ejercicio de superación, porque enfermedad muy dura". Y explica que en cualquier enfermedad "con la medicina notas que mejoras, en esta enfermedad es al revés, tienes que cambiar el chip y pensar que cuanto más te destroza la medicina más efecto te está haciendo". Unas circunstancias que no le impiden pensar ya en nuevas historias.
"Las afrontare y las intentare sacar adelante, siempre con la espada de Damócles y la sensación de que los proyectos a largo plazo son complejos, pero hay que seguir".
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