A Kenneth Brannagh se le acumulan los estrenos. Acaba de sacar hace unos días Belfast (y ya ha conseguido tres nominaciones a los Óscars por ella) y ahora nos trae Muerte en el Nilo, una secuela de Asesinato en el Orient Express que dirigió en el 2017 y en donde, más que reproducir al detalle la novela mítica de Agatha Christie, la redibujó, la reinterpretó, la adaptó a un lenguaje cinematográfico moderno y ofreció con ello una película visualmente impecable, de una elegancia extrema. Y encima fue un éxito de taquilla.

En Muerte en el Nilo repite fórmula: reparto de lujo (con Gal Gadot, Letitia Wright y Armie Hammer), fotografía impactante (brillante el trabajo de Hans Zambarloukos) y un Kenneth Brannagh que no solo dirige el film, sino que interpreta al famoso investigador belga Hércules Poirot. Y por lo que se ve en pantalla, se lo tuvo que pasar en grande haciéndolo.

El problema de la película son los tiempos. La primera parte se recrea demasiado en presentarnos a los personajes y el punto culminante --el asesinato-- llega algo tarde. A partir de ahí, eso sí, todo se acelera y la investigación aporta ritmo y dinamismo. Y más de una sorpresa. Porque, aunque la trama es previsible y el autor del asesinato se intuye enseguida, Kenneth Brannagh se las apaña para mantener la intriga a flote y la atención del espectador hasta el final con 11 posibles sospechosos.

Lo mejor, de todos modos, es que Hércules Poirot es capaz de presentarnos su historia: Kenneth Brannagh inicia el film con un flashback que nos permite ver al personaje en las trincheras de la Primera Guerra Mundial y, por fin, descubrimos el por qué de su bigote. Es una lástima que la película no hubiera seguido desarrollando ese filón --hubiese salido un mejor producto, la verdad--. Pero en cambio, el film salta al Londres de 1937, justo cuando Poirot entra en un club de jazz y se encuentra con la pareja formada por Simon Doyle (Armie Hammer) y su prometida, Jacqueline de Bellefort (Emma Mackey). Esta le presenta a su novio a una amiga de la infancia, Linnet Ridgeway (Gal Gadot), rica, exuberante, imposible de quitarle el ojo de encima. Lleva un traje plateado que resalta su belleza (todo el vestuario ha sido diseñado por el español Paco Delgado).

La pareja se casa y se va de luna de miel a un crucero por el Nilo donde, casualmente, también veraneará Poirot. Y Linnet y unos cuantos personajes más. Y uno de ellos morirá y Poirot tendrá que averiguar quién ha sido el asesino.

Pero hasta aquí puedo leer. Para saber el final tendrán que ir a los cines.