Camisetas estampadas, vasos de plástico, luces de neón y tu artista favorito encima del escenario. La era de los festivales está más presente que nunca y la pandemia ha avivado algo que en los veranos se había convertido en un must. Madrid, Málaga, Gran Canaria, Valencia, ninguna provincia se salvaba de dar la bienvenida a la música en directo. Pero, precisamente ese virus que nos dejó dos años sin rock, reggaeton o pop a la luz de las estrellas, ha sido el mismo que ha desbocado el precio por el que tienen que traer las organizaciones a los artistas.
El zambombazo de los festivales en España está haciendo casi imposible que algunas productoras puedan pagar los desorbitados precios. Algunas de ellas les han visto los dientes al lobo demasiado tarde para remediarlo, o quizá justo a tiempo para que no fuese una catástrofe económica. Pasó esta semana con Diversity València, cuando canceló su festival a tan solo 10 días del evento, y días más tarde se sumó el Madrid Puro Reggaeton Festival, que después de multitud de inconvenientes incesantes desde 2019 tuvo que ser cancelado a horas de su celebración por problemas de seguridad. Los resquicios del Madrid Arena siguen presentes y las comunidades no quieren arriesgarse a que eso se vuelva a repetir. Pero a la seguridad se añade la cantidad de dinero aportada que hace los festivales casi insostenibles. "Ya no somos los únicos que están pagando cifras exageradas en Europa", confiesa Joan Vich Montaner, codirector del Festival de Benicàssim en 2019, en una entrevista para La Razón.
Los cachés no han parado de subir en los últimos años y eso hace que la contratación se haga más difícil y que el margen del beneficio sea menor. Antes, un evento de 40.000 personas parecía un macrofestival enorme y ahora es normal que acudan unas 80.000 personas los ocho días. Vich también explica para el medio citado que eso es precisamente lo que está ocurriendo este verano. "Hace años decíamos de broma que contratar a este o a aquel nos iba a costar un millón. Y ahora hay hay bastantes cabezas de cartel que superan esa cantidad". Tal es el caso del recientemente celebrado Mad Cool. La organización ha dado una cifra de un presupuesto aproximado a 12 millones de euros a este medio para cerrar todo el festival, lo que significaría un reparto de unos 80.000 euros por artista teniendo en cuenta que han actuado casi 150 cantantes.
La organización del Puro Latino Fest, el festival celebrado en Málaga los días 15 y 16 de julio, por su parte, admite para El Independiente que el coste depende mucho de la contratación y que "los cachés varían según los bolos contratados, aforos y demás". Tal y como cuenta Vich, si un festival tiene un precio de entrada entre los 200 y 400 euros y el cabeza de cartel es uno de los principales atractivos y va a meter a 50, 60 o 70.000 personas, es lógico que ese artista y sus representantes consideren que se les tiene que pagar. "Hay que hacer las cuentas".
400.000 euros fue el precio que pidió Depeche Mode para el FIB (Festival de Benicàssim). No muy lejos de lo que cobró Kaiser Chiefs en el festival Noroeste de A Coruña, realizado en 2017 (111.320 euros), aunque sí muy superior al que pedían el resto de cantantes: The Jesus And Mary Chain (78.650 euros) Macaco (casi 38.000 euros), Iván Ferreiro (unos 35.000) y Jarabe de Pablo (cerca de 34.000). Ahora esos precios son inimaginables. Suben como la pólvora y eso se refleja también en las entradas de los visitantes.
En Francia, el Ministerio de Cultura sacó a la luz los datos oficiales sobre el presupuesto del festival Vieilles Charrues, donde se evidenciaba que la subida de los cachés estaba interfiriendo en el precio de los tickets, que aumentaba a un ritmo del 3%. En el festival mencionado, celebrado en 2016, el presupuesto fue de media 2.886.721 euros, lo que significa un aumento del 10%.
Jérôme Tréhorel, director del festival francés, hace hincapié en cómo ha cambiado el panorama tanto para el público como para los artistas: "Antes, los grupos defendían un álbum que el público compraba. Hoy en día, el apoyo musical sirve para promover al artista a hacer un máximo de fechas y que su caché aumente". Una realidad que refleja el incremento significativo de los presupuestos: "En diez años, nuestro presupuesto artístico ha aumentado de 1,700,000 euros a 4,500,000 euros ", cuenta para la revista GQ France.
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