Hoy, en el Día Mundial de la Paz, seguro que el lector sabe que existe un grupo musical llamado Earth Wind and Fire y una canción llamada September, que “causalmente” habla del 21 de septiembre en la letra.

¿Recuerdas la noche del 21 de septiembre?

El amor estaba cambiando las mentes…

Quizá a quien conozca menos (mucho menos) es a Alee Willis. Nada que ver con Bruce. Es una de esas miles de personas que han hecho posible que grandes canciones nos emocionen y que, sin embargo, fuera del entorno profesional de este fantástico oficio de la música, nadie conoce. Claro que, si digo que esta genial mujer (que nos dejó en 2019) compuso la canción de la serie Friends, entre muchas otras, o las bandas sonoras de películas como El Color Púrpura, quizá alguien se pregunte por qué no es tan conocida. Quizá porque nunca quiso serlo. Ni lo necesitó.

Willis fue la creadora del tema que, muy probablemente, haya hecho que sea hoy, y no otro, el Día Mundial de la Paz. Hablamos de una muchacha que pasó su adolescencia detrás de un muro. El que separaba la calle y los estudios de la Motown Records. Acercaba la oreja a la pared para saber quién estaba grabando. Su padre, judío fanático, le dijo claramente “aléjate de la cultura negra”. Y las últimas palabras que ella tuvo para él justo antes de su muerte fueron “Ya tengo el trabajo para escribir El Color Púrpura”. 

Estudió periodismo. Lo suyo eran las letras. Asociadas a la música, claro. Por eso escribió cientos de notas de prensa para todos los lanzamientos de Columbia Records. Hasta sacó un disco, que no llegó a ninguna parte. El destino quiso que, tras todo eso, aquel día sonase el teléfono en su casa. 

Al otro lado de la línea había un genio llamado Maurice White. El creador de Earth, Wind and Fire ha sido reconocido infinidad de veces como uno de los genios más importantes de la música pop de todos los tiempos. Tras habernos dejado en 2016, la televisión norteamericana rindió así su homenaje en 2019 a ese creador que decidió bautizar a su proyecto musical con los nombres de tres elementos de la naturaleza, allá por 1970.

A ella le llamó la atención ese afán por lo metafísico, y aceptó trabajar para él. Mientras el soul iba hacia lo melancólico, ese tipo que había al teléfono era profundamente vitalista. El músico le encargó leer libros de filosofía oriental porque entendió que la misión de Alee era comunicar cosas al mundo. El resultado fue una letra de 30 páginas para esta canción. Por supuesto, hubo que recortar bastante, hasta llegar a un estribillo para el que faltaron tres sílabas. Ninguna gustó, y se quedó un simple “ba-di-dá”, antes de “say do you remember”. Tampoco se cuestionaron demasiado por qué el 21 de septiembre, y no otro día, sin saber las consecuencias de su decisión.

Por alguna razón los montadores musicales de TVE la eligieron como música para la Vuelta de 1979

Para Willis había en White un curioso optimismo espiritual y negro, que a día de hoy, sigue siendo lo que transmite ese gran “estándar” de la música popular del siglo pasado. Por alguna razón los montadores musicales de TVE la eligieron como música para la Vuelta de 1979. También por algo los auténticos expertos, cuando analizan la canción, se quedan absolutamente impresionados por precisiones como la de que el cencerro está “afinado en el acorde”, algo reservado para oídos privilegiados. Para quien sepa inglés, veamos el análisis que tres excepcionales músicos de estudio, totalmente profesionales, hacen de la canción. Lo recomiendo.

Los artistas modernos de este siglo XXI, junto a sus sintetizadores, no pueden por menos que describir como de “fiesta continua” lo que en apenas en tres minutos se consigue con instrumentos de los años 70. Y reconocen que ahora es “imposible” de crear.

De poco sirve que humildemente añada que está lleno funky con “hooks” potentes, partes de guitarra y bajo armonizados en otra octava, teclados sedosos y pulidos, una melodía para cantar justo en el centro de la escala melódica, líneas de viento auténticas (ahora casi siempre son sintéticas) que incluyen hasta cierto sabor latino y un patrón de acordes circular único e irrepetible (e “irrepetido”). Todo ello hace que, siempre que se pone este tema, a nadie molesta, y a quién tiene buen oído, anima. 

Es curioso que, una vez muerto White, el resto de la banda considerase que era mejor recordar el mes de diciembre, por aquello de la Navidad, y hasta grabaron el tema December, toda una curiosidad.

Pero volvamos a septiembre, y a lo que hoy celebramos.

Cuentan que un día de 1981, en pleno apogeo de la banda, alguien que no quiso nunca decir su nombre fue en taxi por Manhattan hasta el edificio de las Naciones Unidas, en la calle 42. Mientras repasaba la agenda del día, faltaba por fijar un día concreto nada menos que al de la paz. Y fue providencial la voz de White en la radio cantando aquello de

¿Recuerdas la noche del 21 de septiembre?

“El amor estaba cambiando las mentes de los pretendientes mientras ahuyentaba las nubes. Además, los corazones sonaban, las almas cantaban y la gente bailaba. Y las estrellas se robaron la noche”

La música en aquel “yellow cab” sonó profundamente pacifista y positiva. Así que el 21 de septiembre se convirtió en el día en el que conmemorar la Paz. Y este año con un mensaje que dice textualmente “Pon fin al racismo”. Muy oportuno.

Cuando parece que crece por momentos el ansia por el enfrentamiento, y quizá por no haber vivido en carne propia los horrores de la guerra, nos encontramos ante una ocasión excepcional para reflexionar para qué queremos enfrentarnos tanto con los demás.

Es precioso que la mujer que hizo posible esa canción llena de tan buenas armonías que ni los buenos músicos pueden replicar, no hiciera caso a su padre judío radical cuando le pidió que no se acercara a la cultura negra. Una muestra más de lo que se pierde cada vez que ponemos muros entre los seres humanos.