"Los infinitos héroes desconocidos valen tanto como los héroes más grandes de la historia", cantaba el padre de la poesía estadounidense, Walt Whitman, en su memorable Hojas de hierba. Y, sobre aquellos héroes a los que nunca nadie quiso dedicar sus canciones, posó su cámara el fotógrafo Louis Stettner (Nueva York, 1922 - París, 2016). El neoyorquino basó toda su carrera artística en promulgar el amor por el hombre común al que tan devotamente reivindicó el poeta.

Stettner creció en esa generación de entreguerras que vio cómo la humanidad perdía la poca fe que le quedaba en sí misma tras la experiencia de la Segunda Guerra Mundial. Pero, lejos de caer en un existencialismo pesimista, el fotógrafo neoyorquino encontró el milagro de lo extraordinario en la celebración de lo corriente, hallando, al igual que Whitman, la escondida belleza que atesora la cotidianidad.

Mujer sujetando un periódico, Nueva York, 1946.
Mujer sujetando un periódico, Nueva York, 1946.

A pesar de no ser uno de los fotógrafos más reconocidos de su generación, Stettner tiene una voz propia difícilmente comparable a la de cualquiera de sus contemporáneos. Sus fotografías conservan una capacidad expresiva única, producto de una mirada humanista y humanizadora en un momento histórico muy delicado para la defensa de tales valores.

Boulevard de Clichy, París, 1951.

Con la intención de solventar esa falta de conocimiento, la Fundación Mapfre ha decidido dedicar al artista neoyorquino la retrospectiva más completa hasta la fecha y la primera en España, con una exposición de cerca de 200 fotografías. Una muestra dedicada a la vida y obra del fotógrafo nacido en Brooklyn para comprender mejor la magnitud de su legado.

Tony, «Pepe y Tony, pescadores españoles», Ibiza, España. 1956.

A medio camino entre Nueva York a París, la estética callejera típica de la Gran Manzana acaba bebiendo del humanismo de estilo francés y viceversa, conjugando la tradición americana, más brusca, con la francesa, más lírica. Inspirado por la literatura de Whitman, se empapó de ese amor por el hombre común. Pero, más allá de sus influencias artísticas, Stettner tuvo también un empuje político y social que marcó su fotografía. Fue marxista y defendió sus postulados durante toda su vida, celebrando y reivindicando el valor de la clase trabajadora, protagonista indiscutible de la mayoría de sus obras. A falta de una corriente o escuela concreta, el hilo conductor de su trayectoria es la belleza por la vida cotidiana de las personas y la humanidad del hombre y la mujer de a pie.

La retrospectiva, que se puede visitar desde el 1 de junio al 27 de agosto en la sede de la Fundación Mapfre (Paseo de Recoletos, 23, Madrid), ofrece un recorrido que empieza con las primeras fotografías del Nueva York de la posguerra, donde los vagones del metro se convierten en el escenario principal para admirar la naturalidad de la clase trabajadora. Unas imágenes que se alternan con las que comenzó a tomar de su primer viaje a París en 1947. Un París devastado tras la ocupación nazi, que Stettner decide retratar vacía de gente, ofreciendo una imagen melancólica de una ciudad que se despierta tras la guerra.

Jardin du Luxembourg, París. 1997.

Pasando por Ibiza, Málaga, Grecia o Portugal, la fotografía en blanco y negro del neoyorquino indaga en la poética de la sencillez, enmarcando cuerpos y focalizando la unicidad de cada rostro humano. Stettner no habla de masas, sino del individuo. Visita cadenas de producción pero no se fija en las máquinas, se centra la persona que lleva a cabo el trabajo. No ve rostros anónimos, ve historias, un pasado explicado en las cicatrices, marcas y particularidades que diferencian a cada uno de nosotros. Por eso también es hijo de su tiempo y acabó retratando los grandes movimientos sociales de su época como los derechos civiles en Estados Unidos o el rechazo a la guerra de Vietnam.

Después, con la llegada del color a su obra a principios de los 2000, cuando vuelve a Nueva York ya como turista –hacía tiempo que se había instalado definitivamente en París–, busca captar el estímulo vital de la ciudad moderna. En su última etapa, igual que su querido Whitman, acabó regresando a la naturaleza y retratando árboles en Los Alpilles, la Provenza francesa. Allí sorprende ver cómo trata la inmensidad del paisaje, buscando las particularidades concretas de cada árbol en mitad del bosque.

El contraste con Anastasia Samoylova

La obra de Stettner contrasta y a la vez casa de alguna forma con la de la otra exposición que estrena la Fundación Mapfre en el contexto de PHotoEspaña 2023, la dedicada a Anastasia Samoylova (Moscú, 1984) y su proyecto Image Cities. Un trabajo elegido entre casi 400, de la primera edición del KBr Photo Award.

Este proyecto recoge el trabajo de más de un año y medio viajando por 15 países y 17 ciudades, desde Europa hasta América Latina, pasando por Asia. Una exposición con 49 instantáneas en la que el punto de partida se basa en un ranking de las ciudades más globalizadas del planeta. Si Stettner buscaba lo singular, lo concreto y lo humano, las fotos de Samoylova muestran lo general, anónimo e impersonal de las ciudades.

Lona impresa para cubrir un edificio, Moscú, 2021
Lona impresa para cubrir un edificio, Moscú, 2021

Image Cities es el retrato de una ciudad única definida por la serialidad y la repetición. Vallas, andamios, lonas publicitarias reflejan las ilusiones y promesas de una vida que no se corresponde con la realidad de sus habitantes. La figura humana aparece sepultada por el reinado de las imágenes publicitarias, sinónimos de lujo y consumo. Imágenes que generan un mundo imaginario en el que la ciudad se convierte en un gran decorado en el que nada parece real.