–Pero, ¿cómo diablos lo pronuncia, Lindsay?

Lindsay es nativa del país en el que me hallo: Sudáfrica. Concretamente, esta jovencita es natural de Ciudad del Cabo, y ahora trabaja en el Hotel Saxon. Es el mejor de Johannesburgo y miembro de la liga Leading Hotels of the World.

Parece que le va bastante bien a Lindsay. Ella prospera ahora, en la vida hotelera, lejos de su región natal, la región del vino: parece que es una entendida en esta materia. Lindsay permanece sonriente, ante mí, en un pasillo del Saxon. Tiene una chaqueta negra y, en la solapa, una nota identificativa donde pone Lindsay.

–¿…? ¿El qué, disculpe?– responde ella.

–La palabra xhosa. ¿Cómo lo decís aquí? ¿Podría repetir ese ruido? 

Xhosa es el nombre de Mandela. Es también una lengua. El vocablo 'xhosa' comienza con un breve chasquido, singular y muy difícil

Xhosa es el nombre de la tribu a la que pertenecía Nelson Mandela y la segunda más grande de Sudáfrica, después de la zulú. El xhosa es también una lengua. El vocablo xhosa comienza, al pronunciarse de acuerdo con las normas fonológicas del país, con un breve chasquido singular y muy difícil. Los sudafricanos, negros y blancos, saben ejecutar dicho chasquido virtuoso con la lengua. En verdad, el ruido parece provenir (es una sensación especial, lector) de una cavidad más interior del cráneo. Lindsay repite el micro-sonido, yo aplaudo. Lo intento repetir, pero fracaso: no pasa nada, uno no puede convertirse en sudafricano en un solo día. 

Continuamos recorriendo el hotel Saxon y nuestros pasos resuenan sobre el brillo del lujo. ¡Ah, lujo de Leading Hotels, te echaba tanto de menos! En julio es invierno en Sudáfrica, de modo que no puedo usar las piscinas sedantes en los 10 acres de césped amurallados del exclusivo sector llamado Sandton, del exclusivo barrio de Sandton, de la ciudad más grande de Sudáfrica: veo las piscinas vacías e incitantes desde las ventanas de los pasillos, corredores decorados con motivos africanos sobre un formato general moderno.

En julio es invierno en Sudáfrica, de modo que no puedo usar las piscinas sedantes en los 10 acres de césped amurallados

La noche anterior cené avestruz con salsa dulce de cebolla y vino tinto en su restaurante, el Qunu, y me sentía en disposición de perorar un poco sobre la riqueza culinaria y enológica de Sudáfrica con mi guía:

–Lindsay ayer tomé vino: Anwilka, cosecha de 2016, en el Qunu. ¡Era fantástico! ¡Mmmm!

–Oh, verá, señor Cortina, ese vino proviene de Stellenbosch, la región vitivinícola de Sudáfrica, no lejos de donde yo nací…

Como llegué a Sudáfrica sin expectativas y como todo lo que encontré en mi semana en Sudáfrica me gustó, realmente estaba entusiasmado, y yo creo que la sonriente mujer lo advirtió. El restaurante Qunu, donde bebí el néctar de la Rioja sudafricana, lleva el nombre del pueblo natal de Nelson Mandela. Pronto, durante mi estancia en Johannesburgo, percibí que todo tenía una relación, si no siempre directa, al menos indirecta con Nelson Mandela. 

–Ahora, si le parece bien, subamos al primer piso y veamos la Nelson Mandela Platinum Suite.

–Me parece una excelente idea, Lindsay.

Estamos a domingo 16 de julio: el martes, día 18, es el Día Internacional Nelson Mandela. De modo que se trata del momento propicio para ascender a la suite del xhosa universal, excarcelado en 1990 tras 27 años de cautiverio durante el sistema segregacionista del Apartheid, presidente de Sudáfrica entre 1994 y 1999, así como del Congreso Nacional Africano (ANC), partido político aún hoy al mando de la república. 

Puedo ver en varios pasillos varios cuadros en blanco y negro de Mandela, pero siempre hay con él un hombre blanco de aspecto un tanto ensimismado. Ese mismo individuo está en otros cuadros de los corredores del Saxon, con otras celebridades como Will Smith o los Clinton... ¿Quién es ese hombre?

–Es el dueño de todo esto. 

–¡Nada menos!

–Se trata de Douw Steyn.

Así que el hotel era, antes del siglo XXI, la vivienda de este magnate de los seguros (Grupo BGL), natural de Sudáfrica, pero afincado en el Reino Unido. Steyn cedió la gran estancia de su moderna mansión al gran Madiba, alias del gran político. Allí, en la estancia llamada Nelson Mandela Platinum Suite, el primer presidente de la moderna Sudáfrica escribió El largo camino a la libertad, publicado en 1994, que es a las memorias lo que Mandela es a los políticos: o sea, es algo más. Mi guía me mostró la silla y la mesa donde Madiba tomó el papel y el boli, a un piso de altura sobre los céspedes de su benefactor, casi siempre ausente. Finalmente, animado por Mandela, entre otros, Steyn creó el hotel Saxon. 

Mi día por Johannesburgo fue una especie de 'biopic' de Mandela. Finalmente acabé 'mandelizado'

La visión de la gran suite donde el Premio Nobel de la Paz escribió su autobiografía volvió a mí varias veces en el curso del día. Tras visitar aquel espacio luminoso, pasé por otros lugares por donde el gran dirigente había morado. Mi día por Johannesburgo, en el día anterior a la víspera del Día, fue una especie de biopic de Mandela. Visité la prisión Fort 4, donde penó, visité la Casa Museo Mandela, en Soweto, donde vivió con su segunda mujer, Winnie, y sus hijas, y visité la Mandela Exhibition, lo mejor del Museo del Apartheid. Finalmente, acabé mandelized, “mandelizado”. Como había leído La sonrisa de Mandela, de John Carlin, donde se dice y se reitera el enorme poder personal del político, mixto de generosa calidez empática, sentido de la responsabilidad y zorrería política, todo (también las nubes de invierno y las colinas, en las lejanías más allá de Soweto, restos de la vieja minería de la Ciudad del Oro) se impregnó de lo mismo. La sonrisa de Mandela era todo: como si estuviera recorriendo el libro de memorias de Mandela. 

En Johannesburg, en el Constitution Hill, uno puede visitar Old Fort, la prisión, original de poco antes de 1900, cerrada en 1987. El Bloque 4, Fort 4, era el reservado para los criminales de raza negra. En una celda no lejos del lugar por el que paseé, en un bloque adyacente, Mandela estuvo desde el 5 de agosto de 1962 hasta el 25 de octubre de 1962, día en que fue sentenciado a cautiverio en la prisión más famosa de todas las que le acogieron, Robben Island, cerca de Ciudad del Cabo. Esto fue el inicio del largo suplicio entre barrotes de Mandela.

La guía de la prisión, de un estilo enteramente distinto de Lindsay, nos condujo por salas poco recomendables como el cuarto del Poder y el Dolor, donde eran azotados, o el Gran Agujero Negro, donde uno permanecía incomunicado. Los estrechos agujeros de aislamiento conservan inscripciones en la madera de las puertas. Se lee: “Fulanito estuvo aquí. Una historia triste”.

Los hoteles de superlujo y las prisiones de alta seguridad tienen en común los muros y las alambradas en lo alto. Los interiores son disímiles como el cielo y el infierno 

Los hoteles de superlujo y las prisiones de alta seguridad tienen en común los muros y las alambradas en lo alto. Los interiores son disímiles como el cielo y el infierno. Su paso por Old Fort, cerrada 10 años antes, abría una puerta y su estancia por el Saxon, con un brandy sobre la mesa, la daba por cerrada, como el memorialista que zanja cuando lo plasma todo en letra escrita. 

De acuerdo con lo que uno puede leer en el Museo del Apartheid, a comienzos de 1960, Mandela se convierte en comandante en jefe del brazo armado del ANC y es finalmente encarcelado, como se dijo. Esto le sacó de su casa del barrio johannesburgués de Soweto (8115, Orlando West, esquina entre la calle Vilakazi and Ngakane), donde vivió y se reprodujo primero con Evelyn Mase (años 40 y 50) y después con Winnie Madikizela, que también sufriría el cautiverio y la prisión.

El biopic del gran Madiba pasó ante mis ojos el día 16 de julio de 2023, desde sus años de abogado y luchador por las libertades de Soweto a sus largos años oscuros entre rejas o muros y el esplendor final. Ya en el vestíbulo, Lindsay señaló alrededor. ¿A qué obedecía el curioso hall del hotel de Douw Steyn? Lindsay habló, con su locuacidad habitual:

–Este hall nos habla de la fertilidad, señor Cortina.

–¿De veras?

–Así es. Las escaleras tienen una forma de sexo femenino.

–¡Ah!

–La lampara simboliza el esperma y esas muñecas de madera que usted ve en las paredes laterales son muñecas nigerianas de la fertilidad.

–Interesante.

En aquel vestíbulo matricial, sobrecogedor (que quizá albergue alguna alegoría política, más allá de la biología) me despedí de mi sherpa de Leading Hotel. 

–¡Nuestro hotel es aún hoy visitado por Graça Machel, la tercera mujer de Madiba!

–¡Ajá! Me acaba de dar el último dato que necesitaba para cerrar el artículo. Con esto, la película ha terminado.

–¿Cómo?, ¿qué película?

–Lindsay: creo que estoy mandelizado.


Álvaro Cortina Urdampilleta es filósofo, periodista y escritor. Sus últimos libros son 'Abisal' y 'El espejo y el oráculo'.