Es el punto de no retorno. Llega sin hacer ruido, susurrando primero y clamando después. Lo hace en una suerte de pelea con la juventud y el tiempo. La madurez siempre llama a la puerta, la duda es si abrir o ignorarla para seguir arropado en una adolescencia tardía. El viaje vital es imparable y llega en momentos y circunstancias singulares para cada generación. La del periodista Javier Gallego (Madrid, 1975) es la que nació en plena Transición, la que a mediados de los 70 estrenaba una España renovada y de reconciliación. Después llegó la decepción, el ansia de cambio y de reivindicarse con identidad y aspiraciones propias.
Gallego sitúa el punto de inflexión en la revuelta del 15-M de 2011, la que llenó durante días plazas y calles en demanda de un cambio. Lo ha rememorado en los últimos años de modo especial. A él le tocó vivirla en la treintena, en el mismo periodo vital de los personajes que nos presenta en La caída del imperio (Penguin Random House), su primera novela.
Han sido ocho años de escritura, de recordar, revivir y plasmar. Asegura que siempre tuvo en mente abordar ese momento en el que la juventud se resiste a marchar y a la madurez le cuesta instalarse. “Siempre me ha interesado ese momento de claroscuros, de encrucijada y final de un fulgor. Ese momento en el que te das cuenta de que la juventud se está empezando a acabar. Es cuando surgen muchas preguntas sobre cómo afrontar el envejecimiento”.
Es el dilema que plantea con sus ocho personajes, el momento en el que acceder al modelo de madurez de sus padres es un imposible y la sensación de fracaso personal se extiende: sin empleo, sin casa, sin hijos… sin horizonte. Un relato trepidante que condensa en unas intensas 72 horas de historia en las que los lamentos por la precariedad generacional se entremezclan con la evasión, el amor, las preguntas de la relación familiar, la fiesta y la música sin freno.
15-M, la rebelión de una generación
“Mi generación y otras cercanas diría que tuvimos nuestro momento el 15 de mayo de 2011. Es el que nos da sentido y explica muchas cosas. Fue un momento de estallido y protesta. Otras generaciones tuvieron el Mayo del 68, el movimiento hippie o los felices años 20. Son episodios que dan sentido a una generación. En realidad, todas pasan por lo mismo: rebeldía frente al padre, la sensación de inmortalidad, creerse invencible o el desencanto por la juventud que empieza a desaparecer. Yo quería hablar de todo eso en La caída de un imperio”.
Gallego asegura que ese tiempo vital es, de algún modo, un "imperio" que posee cada uno. “Es cuando te crees Calígula, inmortal e invencible. También el amor es un imperio. O el discurso, el relato hegemónico del mundo en el que vivimos. En nuestro caso vivimos el imperio de la Transición, que luego vimos que fue más una transacción que una transición”.
Gallego se siente, de algún modo, afortunado por pertenecer a una generación en la que aún quedaba “esperanza en el futuro”: “Las generaciones que nacen a partir de 2010 viven un no futuro, un mundo muerto. Es difícil pedirles aliento. Se dice que es una generación de cristal pero creo que están siendo muy resistentes. Ellos han nacido en una crisis cronificada”.
Se refiere así a la desesperanza que se ha instalado en muchos jóvenes que en su opinión es fruto del desencanto que provoca no tener un futuro claro. “El suyo es el de una crisis climática, migratoria, bélica, sanitaria y que han vivido en pandemia el momento que debía ser el de mayor esplendor de sus vidas”.
Amor y familia
El retraso en la madurez es otro de los elementos que aborda en La caída de un imperio. Como sus personajes, también cree que los jóvenes hoy retrasan su madurez más por las circunstancias que les rodean, las carencias, que por propia voluntad. La emancipación o la paternidad se retrasan y la asunción de las responsabilidades adultas se demoran en el tiempo. “Se puede ver como una infantilización no querer asumir que te haces mayor, pero también como una decisión propia de quien no quiere entrar en el redil, en el carril que le viene marcado y que no le interesa, que su objetivo es mantener más tiempo ese espíritu joven”.
En La caída de un imperio, Gallego muestra a una generación que opta por vivir contracorriente, romper ataduras y experimentar. Su apuesta es la exaltación de la libertad. Todo mientras el reloj biológico sigue avanzando y la independencia económica no termina de llegar; salarios basura, viviendas imposibles y una realidad hostil en la que adaptarse.
Es una huida hacia adelante para escapar de la realidad, la que les rodea y la personal. En la novela, los personajes también descubren que la madurez acompaña en muchos casos al fracaso en el amor, en los proyectos personales tantas veces imaginados y que se quedan por el camino. Un volver a empezar que amenaza con no ser la última vez que irrumpa en sus vidas.
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