Aquel fuego aún quema. Fue el origen del castigo o del milagro, de la maldición o del anuncio divino. En torno a él surgió el poder, la riqueza y el misterio en uno de los valles mineros más importantes de la Euskadi del siglo XVI. Un valle en el que el río podría hablar, el Urola, el ‘río de ferrerías’. También lo harían si pudieran los montes, los árboles que alimentaron las ferrerías en aquella sociedad de ‘ferreros’, campesinos y empresarios poderosos.

El 3 de mayo de 1580 era día de guardar. No se debía trabajar. Así lo estipulaba la norma eclesiástica. Pero en Mirandaola ignoraron el precepto. La ferrería de los hermanos Plazaola, en el corazón de la localidad de Legazpia, sintió que era un buen momento para acelerar la producción, para seguir fabricando hierro, el tesoro que dio nombre al valle. El resultado de aquella jornada cambió para siempre la historia del pequeño municipio guipuzcoano. Entre el fuego, la humareda y la labor de los ‘ferreros’ no apareció nada que se le pareciera a lo de otros días. En las brasas no había ni rastro del bloque, de la bola de 50 kilos de hierro y escoria habitual. Lo que alumbraron las llamas apenas pesaba seis kilos y tenía una forma singular, jamás vista antes en la ferrería: una cruz.

“Lo que había llegado hasta nuestras días, lo que a mi y en la zona nos han contado es que aquello fue visto como un milagro. La realidad es que ellos lo asumieron más como un castigo divino por haberse saltado la ley religiosa y haber trabajado. ‘Vamos a arder todos en el infierno’, pensaron y lo echaron a la basura de la ferrería de al lado”, asegura Ane Odriozola. Esta escritora guipuzcoana ha indagado en aquel suceso que aún hoy, 444 años después, provoca que cada domingo posterior al 3 de mayo una procesión anual traslade la cruz desde la Iglesia de Legazpia hasta la ferrería de Mirandola para ser honrada.

De ese mismo fuego, de esa sociedad y entorno complejo y oscuro nace ‘El valle del hierro’ (Ediciones NdeNovela), la última novela de Odriozola. “El milagro es la excusa a partir de la cual escribí la novela. No quería una novela histórica sino un thriller, intriga y aquí tenía una historia, un contexto potente”, asegura. Es aquel periodo oscuro de la historia de finales del siglo XVI en el que sitúa la historia en la que la desaparición en extrañas circunstancias de Domingo, un carbonero que suministra a la ferrería Plazaola. La búsqueda incansable de su mujer, Asencia, y la aparición de Jurdana, una joven de origen desconocido que guarda un gran secreto que se cruzará en su vida, es el núcleo de la inquietante historia.

La cruz misteriosa

Odriozola combina realidad con la ficción en un relato ambientado en un periodo intenso del lugar en el que ella nació. Hoy allí queda poco de aquello, un pasado industrial algo decadente y empresas punteras del sector de la herramienta. Pero en el siglo XIV funcionaban veinte ferrerías en la zona. Las buenas condiciones de la zona, el caudal del río Urola y los frondosos montes que suministraban combustible para los hornos lo hicieron propicio. Poco a poco el carbón y la madera se fueron agotando. Dos siglos después apenas siete ferrerías continuaban en pie. La más importante, Mirandaola, la de los hermanos Juan y Miguel Plazaola y en torno a la cual surge la historia de ‘El Valle del hierro’.

La historia de la misteriosa cruz de Legazpia que un día expulsó el fuego llegó hasta nuestros días gracias a Domingo de Elorregi, un trabajador de la ferrería vecina a la de los Plazaola y que la encontró el basura. Decidió conservarla y ocultarla. Durante siglos la teoría del milagro fue la que se transmitió de generación en generación. Es lo que un día dictó el obispo de Pamplona, avisado durante una visita a Urretxu, el municipio vecino, para intentar encontrar una explicación a lo sucedido. Ni él ni sus colaboradores la encontraron: ¿Por qué no había escoria? ¿Por qué en lugar de 50 kilos sólo salieron 6? ¿Y la forma en cruz? Declararlo milagro fue el veredicto eclesial.

El poder de la Iglesia, el de los propietarios de las ferrerías, las diferencias sociales entre ‘ferrones’ y campesinos, las disputas entre pueblos vecinos o la llegada de la peste en 1598 “eran las condiciones perfectas para un relato de misterio como el que buscaba”.  Una historia en la que sitúa a dos mujeres como eje, mujeres silenciadas en la sociedad de la época. Asencia, la mujer del carbonero que busca a su marido y que “simboliza el matriarcado vasco”, señala Odriozola: “Una trabajadora incansable que lleva el peso del caserío y la familia mientras su marido se pasa el día en el monte. Ella se encarga de la casa, de los hijos”.

Mujeres poderosas

Jurdana es la otra figura femenina de la novela. Tras tener una infancia feliz acogida por un zapatero artesano, a su muerte deberá enfrentarse sola a una realidad dura, cruel y desconocida que le obligará a hacerse fuerte para sobrevivir. Todo en dos mundos, el rural y la ciudad, como escenarios. La Vitoria de los oficios también está presente en ‘El Valle del hierro’: “Son dos tramas, una en el Valle del Hierro y otra en la Vitoria de los oficios, los artesanos, el mercado y el bullicio. Son dos modos de vivir”.

“En aquellos años había muchos enfrentamientos entre los ‘ferrones’, los trabajadores de las ferrerías, y los campesinos. Eran enfrentamientos por la tierra fundamentalmente. Los ferrones la necesitaban por la leña y los campesinos para cultivar y para los pastos. Ser ‘ferrón’ era estar en un estatus social más alto y eso provocaba enfrentamientos”, subraya Odriozola.

La novela acaba de salir al mercado. Ane está inquieta por el impacto que su historia pueda tener en su entorno más cercano. Incluso tiene previsto poder entregar un ejemplar a alguno de los herederos de la ferrería Mirandaola: “El actor Jon Plazaola es heredero de aquella familia y vive en Urretxu. En cuanto le vea le regalaré un ejemplar par que lea la novela, que llevo año y medio con su familia”.