Costa Leandro estaba a tope. Quien ose hacer un especial de Madrid no debe obviar la bajada por la calle de Londres una noche de mayo apacible con la plaza de Las Ventas al fondo, sobresaliendo por el arbolado. Allí dejándose llevar a mano izquierda, o subiendo a mano derecha, no cabía un alfiler anoche. La primera noche de feria.
A fuerza de repetir los mismos sitios, los medios ya han abandonado prácticamente la vieja receta de aconsejar esos sitios de Ventas, los bares, el rabo de toro, los botellines. Hasta se ha colado el omnipresente torrezno, pero todos no pueden ser el mejor torrezno de Madrid. La declinación de Tienta-Tentadero se ha puesto a la cabeza en RRSS, pero sigue habiendo muchos, Casa Sierra, La Giralda cruzando a la avenida Donostiarra enfrente del juvenil y bullicioso El Barril -no confundir con el templo de Goya- o mismamente el viejo Leandro renovado en Abanto, aún pendiente de que retiren por chirriante el letrerito entre hojarasca de Caperucita, todo diminutivos.
No cabía un alfiler. Primera de feria. Como ya aprendimos en el vergonzoso gran apagón y fuimos felicitados por ello, los ciudadanos nos comportamos anoche de lujo: perdón, me deja pasar al baño; Paloma, ¿nos puedes tomar nota del postre?; Roberto, ¿podríamos tomar otro par de etiqueta negra en vaso bajo? Como en casa. Todo corrección, amabilidad, buen servicio, pletóricos de educación con butacas y puestos de barra y mesa alta abarrotados. Ningún incidente, pudimos cruzar la calle sin problema.
En ese delicioso ambiente se dejaron escuchar varias veces vivas en brindis por Talavante. Con toda la razón
En ese delicioso ambiente se dejaron escuchar varias veces vivas en brindis por Talavante. Con toda la razón. Lo confieso: de todos los que estábamos en nuestra mesa (bancarios, cineastas, abogadas, periodistas de distinto cuño, bla, bla, bla), al que más le gustó Talavante fue a mí. Resurrección era el topicazo que me venía a la cabeza cuando llenó con personalidad la puesta en escena en el buen cuarto de Victoriano -nadie pensó que era tan bueno-, solamente truncada con los bajonazos al sentimiento cada vez que arrojaba el estoque a la arena en alarde sin sentido. Seguro que veremos Puertas Grandes más contundentes, pero primera de feria, insisto.
Y minutos después, vino el suceso. A través del móvil. La tecnología, la nueva tauromaquia, los highlights que llegan al WhatsApp mientras un torero se la está jugando en vivo y en directo ahí abajo, y tú mirando el móvil de lo que ha pasado en otra plaza. Un poco de remordimiento te entra. Pero es verdad que cuando se te acercan por la escalera del tendido dos con seis gintonics hasta arriba tambaleantes -el objeto y el que lo porta- te entra otra cosa y te tienes que aguantar.
El responsable al cabo es un grandísimo amigo maxipédico al que extrañamos pero al que entendemos que, desde Donosti, remite el inicio de faena de Sevilla de Morante de la Puebla. De Sevilla a Donosti, de Donosti a Madrid en tres segundos, a los altos del 8 de Las Ventas. Un torero jugándosela ante dos velas astifinas y tú mirando el móvil. Y no te lo puedes creer lo que ves. La maravilla de lo que ves, el respingo por lo insólito y rematao.
Esta nueva pero definitiva -es nuestro día a día, tarde a tarde, noche a noche- forma de absorber la tauromaquia de highlights era a lo que se refería el maestro Capea cuando, en el enjundioso suplemento de San Isidro que se marcó Zabala en El Mundo este jueves, hablaba de que una media por RRSS es tratada como si fuera la pirámide de Keops para minimizar el "esfuerzo de un figurón".
Juan Ortega, por cierto, pegó ayer una media de ese calibre y está llamado a pegar varias enteras de su corte en el mano a mano del próximo día 24 en Madrid con Pablo Aguado, autor de un refrescante toreo sevillanísimo de como si por aquí no pasara nada.
Estábamos sentados en el 8 alto de Las Ventas pero nos conmovía y desgañitaba por dentro lo que había pasado en La Maestranza
Por supuesto, en ese debe del highlight que te asalta es que no ves la condición completa del toro. En el primer visionado la danza de Morante con el de Garcigrande se antoja pelín violenta; de seguido, con las trincheras y el natural de desprecio, surge la antología, convertida en desgarro de Romero con el desplante dándole la hombrera derecha.
Estábamos sentados en el 8 alto de Las Ventas pero nos conmovía y desgañitaba por dentro lo que había pasado en La Maestranza. Morante ha sido capaz de transformar el ceremonioso pero insulso Domingo de Resurrección y el koldoviernes de feria de rebujito y vámonos en sendas fechas para el recuerdo, En medio, el jueves de preferia soltando el capote para reventar la tarde y el abono entero y el lunes de feria vestido de turquesa e hilo blanco en el que el adjetivo colosal parecía ya definitivo hasta que volvió a agrandarse ayer.
Morante ha hecho una feria monstruosa. Pero estamos en San Isidro y esta tarde hay toros.
Segunda de feria.
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