En una de las escenas más memorables de Marco (2024), Eduard Fernández aguanta el plano como quien sostiene un espejo empañado. No fuerza el gesto ni lo hace reconocible: se limita a estar, a dejarse atravesar por las contradicciones de Enric Marco, el impostor que se hizo pasar por deportado en Mauthausen. Ese dominio del matiz, del silencio y de la ambigüedad, le valió este año su cuarto Goya. Ahora, además, lo consagra el Premio Nacional de Cinematografía, que otorga el Ministerio de Cultura y que ha recaído este 2025, por decisión unánime del jurado, en un actor al que parecía que ya solo le faltaba esto.

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A sus 60 años, Eduard Fernández (Barcelona, 1964) no necesita presentación en el cine español. Pero el reconocimiento subraya lo excepcional de su 2024: dos películas opuestas –Marco y El 47, donde interpreta a "un hombre noble que lucha por el bien común"– y un debut como director con el cortometraje El otro. La mezcla resume bien su carrera: intensidad sin sobreactuación, transformación sin disfraces y un gusto por los personajes con fondo y poco evidentes.

Su recorrido no ha sido meteórico, sino de fondo. Empezó en el teatro con Els Joglars, donde permaneció cuatro años, y después en el Teatre Lliure, a las órdenes de Lluís Pasqual y Calixto Bieito. Shakespeare, Molière y también Krampack. En la gran pantalla, después de trabajar en series de televisión del circuito catalán como Poble Nou, apareció por primera vez en Zapping (1999), haciendo de gemelos. Pero fue Los lobos de Washington, ese mismo año, la que le cambió el paso. Desde entonces, ha alternado cine de autor con grandes producciones –Alatriste, El método Grönholm– y ha sido capaz de transitar de lo sórdido a lo lírico, de lo explícito a lo callado, sin perder veracidad ni fuerza.

El hombre de las mil caras

El palmarés que lo acompaña no es casualidad. Cuatro premios Goya –por Fausto 5.0 (2001), En la ciudad (2003), Mientras dure la guerra (2019) y Marco (2025)– lo convierten en el segundo actor más galardonado de la historia de estos premios, solo por detrás de Javier Bardem. Tiene también la Concha de Plata del Festival de San Sebastián (en 2016, por interpretar a Francisco Paesa en El hombre de las mil caras, de Alberto Rodríguez), tres premios Gaudí y dos Feroz, uno por la serie 30 monedas y otro, de nuevo, por Marco. En 2024, el Ministerio de Cultura ya le concedió la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes. El Premio Nacional no llega, por tanto, a reparar ningún olvido. Llega como constatación.

El jurado, presidido por Ignasi Camós, director general del ICAA, lo ha distinguido "por ser uno de los actores más destacados de nuestra cinematografía" y por su versatilidad en dos películas "completamente diferentes". Le acompañaban en la deliberación perfiles tan diversos como la montadora Teresa Font, el actor Antonio Molero o la productora María Zamora, la galardonada en la edición anterior.

El premio, dotado con 30.000 euros, se entrega tradicionalmente en el Festival de Cine de San Sebastián. Eduard Fernández lo recogerá, probablemente, con la misma mezcla de pudor y determinación con la que ha construido su carrera. No es un actor que se busque titulares. Pero los merece. Y este reconocimiento lo confirma.

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