Veinticinco años después de su estreno, Amores Perros ha vuelto a proyectarse en el Palacio de Bellas Artes, el escenario cultural más emblemático de México. La función ha reunido este lunes a Alejandro González Iñárritu y Guillermo Arriaga, director y guionista de la película, que sellaron públicamente su reconciliación tras dos décadas de distanciamiento.

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"Desafortunadamente, hace 20 años hubo una fractura muy dolorosa, originada por desencuentros y distintos puntos de vista", admitió Iñárritu, ganador de cuatro premios Oscar con películas como Birdman o El renacido, ante un auditorio que lo escuchó en pie. "Pero este aniversario ha sido el marco perfecto para reencontrar ese cariño profundo y mutuo que siempre compartimos. En un mundo lleno de intolerancia, hemos decidido reconstruir esa hermandad".

El cineasta, de 62 años, recordó además que Amores Perros no solo marcó un antes y un después en el cine mexicano, sino también en su vida personal. "Lo más hermoso que me dio esta cinta fue una familia", dijo, aludiendo a Arriaga y a los actores que integraron el reparto original, entre ellos Gael García Bernal, la española Goya Toledo y el recientemente fallecido Emilio Echevarría (1944–2025).

Una "hermandad" recuperada

Arriaga, reconvertido en novelista, autor de El salvaje y ganador del premio Alfaguara en 2020, subió al escenario para sellar la reconciliación. "Aun en momentos de heridas profundas siempre existe la posibilidad de la conciliación", afirmó. "En un momento tan complicado del mundo, que este señor y yo estemos juntos de nuevo, como lo que siempre fuimos: hermanos, es algo muy poderoso. Ayer nos vimos por primera vez después de dos décadas".

La celebración, organizada por la Secretaría de Cultura de México junto con el Instituto Mexicano de Cinematografía (Imcine) y el Instituto Nacional de Bellas Artes (Inbal), culminará con un concierto especial del argentino Gustavo Santaolalla, compositor de la banda sonora original.

'Sueño Perro': la resurrección del celuloide

La conmemoración del 25 aniversario de Amores Perros se extiende también al terreno de las artes visuales con Sueño Perro: Instalación Celuloide de Alejandro G. Iñárritu, una muestra multisensorial que recorrerá tres instituciones de referencia: la Fondazione Prada de Milán (del 18 de septiembre de 2025 al 26 de febrero de 2026), LagoAlgo en Ciudad de México (del 5 de octubre de 2025 al 4 de enero de 2026) y el Museo de Arte del Condado de Los Ángeles (LACMA), donde se inaugurará en primavera de 2026.

La instalación rescata más de dieciséis millones de fotogramas que quedaron fuera del montaje original de Amores Perros y que permanecían archivados en la Universidad Nacional Autónoma de México. Iñárritu los convierte ahora en un "mosaico de celuloide y sonido", un espacio físico y emocional donde el espectador se adentra en un laberinto de proyecciones analógicas de 35 mm. "Desprovista de toda narrativa, esta instalación no es un homenaje sino una resurrección", explica el director. "Es como conocer a un viejo amigo que nunca hemos visto antes".

En Sueño Perro, el grano, los destellos y los arañazos del celuloide adquieren protagonismo. Las imperfecciones se vuelven materia de memoria: un recordatorio de la fragilidad de la imagen frente a la asepsia digital. El visitante camina entre proyectores que emiten un flujo incesante de fragmentos recién yuxtapuestos, acompañados por un paisaje sonoro que reverbera como un sueño.

La exposición en la Fondazione Prada incluye además una intervención del escritor y periodista Juan Villoro, titulada México 2000: el momento que estalló, que contextualiza la película en el año de la transición democrática. Villoro plantea que Amores Perros fue filmada "en un momento de cambio" que no significó el final de una era, sino "el comienzo de una caída". Veinticinco años después, observa, su relevancia social sigue siendo alarmante: "Lo que ocurría entonces sigue ocurriendo ahora. Su explosión continúa".

Con Sueño Perro, Iñárritu no solo vuelve a dialogar con su obra fundacional, sino que invita a mirar de frente el paso del tiempo, el deterioro de la materia y la persistencia de las preguntas que su cine —como su país— no ha dejado de formular.

«Mi vida no la entiendo sin 'Amores Perros'»

En paralelo al reencuentro de sus creadores y a la exposición, Gael García Bernal ha rememorado en una entrevista con David Álvarez para EFE el impacto que tuvo la película en su carrera y en el cine de su país. "Mi vida no la entiendo sin Amores Perros; me cambió completamente", confiesa el actor. "Fue un sueño muy bonito. Es una película que le habló al mundo entero y con la que Latinoamérica se identificó muy fuerte".

El filme se estrenó en 2000, pocos días antes de la transición democrática que puso fin a siete décadas de hegemonía del PRI. García Bernal recuerda la efervescencia artística de comienzos de siglo: "Fue una época de inocencia y libertad de expresión. De ahí surgieron películas que después ganarían Óscar y premios en Cannes".

A sus 46 años, el actor observa con distancia y esperanza aquella etapa. México, dice, pasó de producir "quizás seis películas al año" a cerca de 150. "Un giro fantástico, cultural y vital importantísimo", subraya, convencido de que Ciudad de México es hoy "una de las mejores ciudades del mundo para la industria cultural".

Aunque celebra que nuevas generaciones descubran la película en plataformas digitales, García Bernal defiende la experiencia colectiva del cine. "Experimentarla en una sala es fundamental. Me tocó ver cómo la gente salía completamente atravesada". El intérprete evocó también los primeros foros de Internet que se abrieron con el estreno. "Había una página especial para Amores Perros, y los mensajes que mandaban las personas eran impresionantes", recordó.

Veinticinco años después, la película que narró tres vidas cruzadas por un accidente –una parábola de las fracturas sociales de México– sigue provocando las mismas preguntas. "Todavía nos hace pensar qué es lo que sigue para la humanidad", dice García Bernal. Quizá por eso, cuando suena de nuevo la música de Santaolalla en el Palacio de Bellas Artes, la emoción no es solo nostalgia, sino una forma de reconocerse.

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