Rosalía ha vuelto a convertir un lanzamiento en una pequeña liturgia global. Lux, su cuarto álbum, no ha llegado todavía a las tiendas y plataformas –lo hará este viernes 7 de noviembre– pero ya es, en la práctica, el tema central de la conversación musical del otoño. Tampoco ha sido "presentado" al uso: se ha escuchado, más bien, como se escuchan las obras que buscan quedarse, en salas cerradas y en ciudades escogidas, con la sensación de asistir a algo que todavía no tiene nombre.

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El 29 de octubre, en Ciudad de México, un grupo reducido de fans y periodistas fue convocado para una primera escucha que muchos describieron como "ceremonial"; el 1 de noviembre ocurrió algo parecido en Nueva York. Hoy, 5 de noviembre, es Barcelona la que acoge su propio encuentro con presencia de la artista, mientras otras ciudades –Ámsterdam, Amberes, Berlín, Bogotá, Buenos Aires, Lima, Lisboa, Londres, Milán, París, Santiago de Chile, Santo Domingo, São Paulo, Estocolmo, Tokio y Toronto– celebrarán eventos parecidos. Lo de Rosalía no es promoción: es geografía emocional –como demuestra la letra de Reliquia, esa canción publicada este martes sin querer y ya retirada de las plataformas en la que la cantante desgrana los lugares donde se ha ido dejando trocitos y aprendiendo lo que sabe de la vida–.

Madonna: "¡Eres una visionaria!"

Los fans están impacientes. La frase "ya no puedo más" es recurrente en las conversaciones. La mismísima Madonna se ha descolgado en las stories de su Instagram con un mensaje de absoluto entusiasmo: "¡No puedo dejar de escucharlo! ¡Eres una auténtica visionaria!", escribía la reina del pop. La expectación es máxima. Hasta el punto de que muchos de los críticos que han tenido la suerte de escuchar el álbum no han podido aguantar y ya están publicando sus reseñas. La nota dominante: el entusiasmo y las cinco estrellas. "Suena absolutamente distinto a cualquier cosa que se esté haciendo en la música ahora mismo, y es un álbum que ninguna otra estrella pop podría haber hecho", escribe Julyssa Lopez en Rolling Stone. La revista presenta Lux como una obra construida desde la formación clásica y la irreverencia, algo que no compite con lo anterior sino que se permite cambiar de eje: de Motomami a una suerte de oratorio pop barroco en cuatro movimientos.

En The Guardian, la impresión es parecida, aunque más elaborada, en la línea del riguroso diario londinense. Para el pope de la crítica Alexis Petridis, Lux es "una exigente y singular fusión de lo clásico y el caos que nadie más podría haber creado". El crítico principal del diario destaca que el disco exige atención, tiempo y disponibilidad del oyente, exactamente lo contrario de lo que el algoritmo espera. "Lux suena ciertamente más cerca de la música clásica que de cualquier cosa que esté ahora en las listas" y "exige que el oyente abandone sus ideas preconcebidas y se someta a la manera de hacer de su autora". Y, aun así, funciona.

"Fuegos artificiales de talento"

Según Petridis, las canciones de Lux son "uniformemente hermosas, llenas de momentos llamativos" como "el punto de Reliquia’ donde un arreglo de cuerdas a lo Michael Nyman se une de repente a un ritmo frenético", "el remolino de cuerdas y voces sin palabras al final de Jeanne" o "el momento, a mitad de De Madrugá, en que la orquesta irrumpe y la canción cambia de tono". En todo momento, "las interpretaciones vocales de Rosalía son auténticos fuegos artificiales de talento".

Lo comentaristas coinciden en que no es un álbum pensado para ser "entendido" en la primera escucha. Es un viaje entre lenguas, respiraciones y materiales orquestales que parecen llegar desde lugares donde la música pop no solía entrar. Lo coral, lo operístico, lo íntimo y lo furioso conviven sin pedir permiso.

Hay algo más, que forma parte del mito Rosalía desde El mal querer: la voluntad de jugar con la tradición sin petrificarla. El álbum dialoga con santos y con la iconografía católica, pero también con la pérdida, el duelo sentimental, la rabia que se pronuncia cantando y no gritando.

A la espera de la listening parties de hoy en Barcelona y medio mundo, y el esperado lanzamiento del viernes, la crítica ya ha decidido la frase que empezará a perseguir el disco: "el álbum que solo Rosalía podía hacer".

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