La nueva película de Paul Thomas Anderson, Una batalla tras otra, ha despertado un raro consenso entre la crítica cinematográfica, que la ha recibido como una obra mayor, y el público, que ha respondido con entusiasmo inusual ante una cinta de casi tres horas. Pero el éxito no ha tardado en encontrar su reverso: en los medios y foros conservadores estadounidenses, especialmente los vinculados a la galaxia MAGA afín a Donald Trump, el filme ha sido acusado de glorificar la violencia política y de alentar el extremismo de izquierdas.
Basada libremente en Vineland, la novela de Thomas Pynchon, la cinta sigue a un antiguo revolucionario –interpretado por Leonardo DiCaprio– que intenta rescatar a su hija (Chase Infiniti) de un oficial ultranacionalista encarnado por Sean Penn. La historia transcurre entre redadas, sabotajes y enfrentamientos con fuerzas del orden, en un tono que mezcla la sátira política, el thriller y el drama moral.
El filme ha superado los 100 millones de dólares en taquilla mundial, convirtiéndose en el mayor estreno comercial de la carrera de Anderson. Su arranque, una redada contra un centro de detención de inmigrantes, y varias escenas que muestran ejecuciones sumarias o infiltraciones policiales en protestas pacíficas han desatado un debate sobre el mensaje político de la película.
"Apología del terrorismo de izquierdas"
Uno de los primeros en reaccionar fue el popular comentarista conservador Ben Shapiro, que calificó la cinta como "una apología del terrorismo de izquierdas" y "una fantasía de perdedores que destruyen su vida en nombre de causas inútiles". Shapiro, que cuenta con millones de seguidores en sus redes sociales ironizó sobre las probabilidades de que Una batalla tras otra triunfe en los próximos Óscar "por razones puramente ideológicas".
En Fox News, el columnista David Marcus consideró el estreno "una disculpa inoportuna de la violencia izquierdista" y sostuvo que "para que la película tenga sentido, hay que creer que Estados Unidos vive bajo una dictadura fascista". Marcus aludió incluso al reciente asesinato del comentarista conservador Charlie Kirk, episodio que ha sido interpretado en sectores de la derecha como una señal de clima hostil, para advertir sobre el posible impacto del filme.
En National Review, revista decana del conservadurismo intelectual estadounidense, la crítica fue aún más dura: "Anderson provoca deliberadamente la sed de sangre de sus seguidores progresistas al romantizar el asesinato político", lo que convierte su trabajo en "la película más irresponsable del año". En The Blaze, otro medio de línea dura, se denunció que el filme "celebra el odio y el asesinato" y que Hollywood "ya no ve a la mitad del país como conciudadanos con opiniones distintas, sino como enemigos que merecen castigo".
La batalla cultural como entretenimiento
Frente a estas acusaciones, varios críticos progresistas se han visto en la necesidad de aclarar que el tono de Una batalla tras otras es más alegórico que literal. En The New Republic, David Klion sostuvo que la película "imagina un movimiento revolucionario de izquierdas que no existe", y que los personajes rebeldes "se asemejan menos a los militantes reales de los años 60 que a la caricatura que la derecha hace de los supuestos supersoldados antifa". Klion también observó que el público en su proyección "reaccionó con risas y aplausos", una respuesta que, a su juicio, "resulta discordante ante las imágenes de familias inmigrantes separadas por agentes armados".
Paul Thomas Anderson, que llevaba años trabajando en esta adaptación, no ha respondido a las críticas. Desde su estreno, Una batalla tras otra ha sido descrita en redes como la película del año, y su recepción parece confirmarlo. Lejos de las interpretaciones de los hunos y los hotros, el filme parece sugerir que la violencia ideológica, sea del signo que sea, nace del mismo agotamiento moral: el de un país que ya no distingue entre convicción y espectáculo. En ese sentido, su película no es una incitación, sino la radiografía de una sociedad que ha convertido la guerra cultural en su forma de entretenimiento.
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