El romanticismo es hoy cosa de minorías, que cada vez están compuestas por menos individuos. No son tiempos propicios para el bucolismo ni para los anacoretas, pues cada vez resulta más extraño encontrar a alguien que no haya sucumbido a las nuevas formas de conexión digitales, que todo lo invaden. Las compañías de telecomunicaciones ya amenazan con que, cuando pongan en marcha la tecnología 5G, las prendas estarán conectadas a internet y analizarán la cantidad de sudor de sus portadores. Por si no fuera poco, existe una idea de negocio que es la de los espejos 2.0, que informarán del peso, de la calidad del sueño y de la hidratación corporal. Habrá que ver si con o sin inteligencia emocional.

Los cambios sociológicos que ha traído la tecnología han sido tan profundos que cualquiera que actualmente no disponga de un dispositivo móvil podría llegar a ser etiquetado de excéntrico, cuando el invento apenas si existía hace un cuarto de siglo.

La consultora Infoadex presentó recientemente su último estudio sobre la inversión publicitaria y, por primera vez, los medios digitales figuran en la estadística como los preferidos por los anunciantes. Por delante de las televisiones, que han sido durante muchos años las plataformas preferidas por las empresas para distribuir sus mensajes.

En concreto, los primeros aglutinaron una inversión de 2.296 millones de euros, frente a los 2.002 de las televisiones en abierto, las autonómicas, las locales y los canales de pago.

Este fenómeno no es casual ni inesperado, pues los sectores de los medios de comunicación y de la publicidad forman parte esa parte de la parte de la economía –cada vez más grande- que se ha visto inundada por la ola de la digitalización, que suele generar nuevas oportunidades, pero también arrasar con una parte de lo que encuentra a su paso.

El ejemplo del que más se ha hablado durante los últimos años es el de la decadencia del papel. Se podría decir que se han escrito ríos de tinta, pero esta expresión ya no es válida, pues los argumentos hace tiempo que se ofrecen a partir de caracteres conformados por píxeles y mostrados en pantallas.

Según datos de su patronal, la prensa utilizó en 2007 un total de 848.000 toneladas de papel. Ocho años después, 294.000. Hace 13 años, El País, El Mundo, ABC y La Razón tenían una difusión de 1,15 millones de ejemplares diarios. Actualmente, es de 302.500.

En 2010, había 26.089 quioscos de prensa en España, mientras que, ocho años después, 20.394, según los datos recogidos por Dircomfidencial.

Los últimos datos de Infoadex muestran que la publicidad se redujo el 9,1% el pasado año en los diarios y el 7,8% en los dominicales. La caída sólo fue mayor en un subsector dentro de los medios de comunicación: el de las revistas, que perdió el 14,5% de la inversión. El negro sobre blanco cada vez tiene menos peso.

Llama la atención porque la forma de publicidad que más ha caído durante el último año ha sido la del buzoneo y reparto de folletos. La incómoda llamada del cartero comercial –para ambas partes- cada vez es menos frecuente y mientras en 2017 acaparó una inversión de 382 millones de euros y en 2018, de 319,8 millones; en 2019, de 250,4 millones.

Es decir, entre 2018 y 2019 se produjo un descenso del 21,7%.

El año pasado, también cayeron otras formas ‘tradicionales’ de comunicación publicitaria, como la que se realiza a través de catálogos (9%) y de mensajería personalizada (9,7%). También los juegos promocionales off line (3,5%) y la que se realiza a través de la animación en puntos de venta (1,5%).

El mundo cambia a pasos agigantados y actualmente los denominados influencers -es decir, las personas a las que se les asigna credibilidad en un tema determinado y que generalmente se dieron a conocer a través de las redes sociales- acaparan una inversión de 67,8 millones de euros, que creció el 67% durante el último año y que ya es mayor que la de los dominicales o la que recibe el cine.