La mezzosoprano madrileña Teresa Berganza, figura clave del mundo de la Ópera, ha fallecido este viernes a los 87 años en San Lorenzo del Escorial.

La cantante, siempre ligada a las obras de Mozart y Bizet, era admirada a nivel internacional por su técnica desarrollada en los más de 58 años de profesión. Fue galardonada con el Premio Príncipe de Asturias de las Artes en 1991, junto a seis cantantes líricos, entre ellos Montserrat Caballé y el tenor Plácido Domingo.

Nacida en Madrid en 1933, Berganza paseó su voz por la Scala de Milán, la Ópera de Viena, el Covent Garden de Londres o el Metropolitan de Nueva York una voz castiza traída de su niñez en la calle de San Isidro y de sus juegos infantiles por barrios cercanos al Teatro Real. Antes de elegir el canto estudió piano, armonía, música de cámara, composición, órgano y violonchelo.

No ponía paños calientes cuando lamentaba la "falta de técnica" de los jóvenes cantantes en España, debida, según decía, a "las prisas de nuestra época", incompatibles con la ópera y con la formación "larga y completa" que requiere la lírica. "Van muy deprisa, hay muchos jóvenes que no están preparados para cantar óperas enteras en ruso, francés y alemán", lamentaba.

Dedicada a la docencia musical, sobre todo desde finales de los 90, su consejo siempre era el mismo: "Hay una palabra que se llama trabajo y no hay más que trabajar, trabajar y trabajar".

Se retiró de las tablas tras 58 años en 2008 al quedarse sin voz durante un espectáculo en Santander por la preocupación por la operación de una de sus nietas. En todo caso tampoco se sentía cómoda con la moda de adaptar a escenografías modernas los clásicos de la ópera y no podía soportar que una ópera de Mozart se ambientara en los años 50, lo veía "una falta de respeto, tanto al libretista como al compositor".

"No soy retrógrada, soy cabezota, pero mis gustos y mis pasiones estarán conmigo hasta la muerte", decía también sobre la música actual. "Me pasa lo mismo que con la pintura: no quiero descubrir otras cosas. Goya, Durero, Tintoretto... me siguen haciendo llorar".

En su voz brillaron los papeles de Cherubino en "Las bodas de Fígaro", Rosina en "El barbero de Sevilla", Angelina en "La Cenerentola” (el Teatro Real le dedicó las representaciones de esta ópera en 2021) o el de la mejor “Carmen” de Bizet. Solo se quedó "con las ganas" de cantar "Tosca", de Puccini", y "La traviata", de Verdi.

"Arrepentimiento no, pena por no haber podido vivir algunas cosas quizás sí", decía sobre su "no" a María Callas cuando la invitó a cantar con ella "Norma". "Fue muy difícil tener que decírselo, pero mi voz entonces no estaba preparada. Cuando ya lo estaba -continúa- se lo dije a María, pero entonces ella ya no podía, era tarde".

La mezzo madrileña presumía de no haber forzado nunca su voz, algo que intentaba inculcar a sus alumnos, y de ser una artista con personalidad propia. En definitiva, de haber sido dueña al cien por cien de su carrera. "Ahora, cuando han pasado tantas décadas, realmente me doy cuenta de que no se puede pedir más a la vida que haber estado cantando más de 50 años en las condiciones que lo he hecho yo", reflexionaba.

Teresa Berganza siempre cantó para el público, en un acto de "amor, de entrega y de humildad", recalcaba. Y por eso aspiraba a que se la recordase por haber "hecho felices" a los que la escucharon.