En el año 1986 la historia de Osel, el niño Lama español, fue todo un fenómeno mediático en nuestro país. Un niño nacido en las Alpujarras, en Granada, había sido señalado como la reencarnación del Lama Thubten Yeshe. El niño, con poco más de un año, superó una serie de pruebas en la que reconocía entre varios objetos los que pertenecieron en vida al Lama Yeshe.
Para los budistas y para sus padres, también creyentes, Osel era su reencarnación. Él y toda su familia se fueron a vivir a Tíbet para su formación como monje, pero China obligó a su familia a salir del país. Osel Hita permaneció con los monjes budistas hasta que fue mayor de edad y decidió que no quería seguir. Tres décadas después conocemos qué fue de su vida gracias a una serie documental de HBO Max -que se estrena hoy- que revela un poco más del contexto de aquella sorprendente historia que conmocionó a España.
En los años 70 el Lama Yeshe entró en contacto con el movimiento hippy establecido en Ibiza y allí consiguió crear una comunidad budista que se terminó trasladando a las Alpujarras en Granada. Los padres de Osel encabezaban esa comunidad en España y tuvieron una relación estrecha con Yeshe, quien fue muy popular y querido en Occidente hasta su muerte. El niño Lama hoy vive en la provincia de Barcelona, nada le distingue del resto de los mortales, más allá de que da más abrazos que cualquier persona que haya estudiado la EGB.
Durante años mantuvo su identidad secreta en su entorno, se hacía llamar Nicolás y nadie supo del niño Lama más allá de que había abandonado su formación en el monasterio. Ahora se expone a la luz pública empujado por la persistencia del director de la serie, Lucas Figueroa, que con Osel o sin él quería sacar adelante el proyecto. “No creo que vaya a cambiar por salir de nuevo en los medios. Yo soy auténtico, me gusta ser así y ofrecer eso, yo seguiré siendo el mismo, no tengo incomodidad en ese sentido”, asegura.
Una infancia única
“Todavía hoy me sigue sorprendiendo un poco toda la situación que viví”, nos cuenta Osel. “También el hecho de que he heredado muchísimo amor incondicional que tenía un enorme grupo de gente hacia una persona [el Lama Yeshe]. Ahora me lo dan a mí y para mí eso es una historia fascinante y estoy tan agradecido. Es un honor”, afirma.
Sus primeros recuerdos no son de España. “Con 16 meses ya había salido, mi primer recuerdo es cómo a los dos años, dos y pico. Y de esa época tengo buena memoria”. Osel creció sin su familia, “ellos estaban en Nepal y luego yo me fui a Suiza en un año y de ahí me fui a India que es donde yo me crie, Mi familia vino a estar conmigo entre los dos y los tres años”.
Hasta los 5 o 6 años no empezó a darse cuenta de que lo que estaba viviendo no era normal. “Cuando venía a España y me integraba un poco con mis hermanos es cuando me di cuenta”.
“Con unos siete años ya había decidido que ese no era mi camino. Pero claro hasta que no llegase a la mayoría de edad no podía elegir realmente lo que yo quería vivir. Entonces dije bueno, es una oportunidad, la voy a utilizar cuando llegue a la mayoría de edad, pues me voy a ir. Eso ya lo había decidido con unos siete años”, asegura.
Para mi hijo sólo quiero sea un niño y que nadie espere nada de él, que sea feliz y que sea lo que quiera ser
Osel Hita
No avisó, creció con esa idea hasta que la llevó a cabo. “No lo comuniqué, era algo personal mío, era como una manera de también de sentirme mejor conmigo mismo. Decía bueno, no pasa nada, en un futuro llegará el momento donde yo pueda vivir mi vida. Era un poco como la espera, eso me daba una sensación de bienestar”, relata.
Un par de meses antes de cumplir 18 años -estando en España- dijo que ya no volvía. “En el monasterio tardaron un par de años en aceptar y entender mi punto de vista, pero luego fue muy bonito, porque ya a partir de ahí se estableció una relación muy bonita, porque ellos también aceptaron y me entendieron”, cuenta Osel. Esa reacción de su escuela significó mucho para él y su relación se estrechó más con el monasterio.
Agnóstico y creyente en la reencarnación
Su decisión tuvo un impacto en su escuela budista. “Rompí muchos esquemas y relajé muchísimo más la disciplina que había allí”, afirma. Su renuncia había roto una predestinación marcada por la reencarnación del Lama en aquel niño nacido en Granada. “Tenían unas expectativas que se rompieron. Pero bueno, como en la vida hay que adaptarse, pues es lo que toca. A veces si uno no se adapta, pues eso te da de frente. No era mi trabajo ni mi responsabilidad si se adaptaban o no, yo ya me había adaptado durante 16 años”, reflexiona.
Mi religión es tratar a la gente como me gustaría que me traten a mí. Soy más agnóstico-científico-espiritual
Osel Hita
No se acuerda de cómo fue señalado como reencarnación del Lama Yeshe, pero creció con esa idea. “Desde una temprana edad el Lama Yeshe era mi mejor amigo”. ¿Cómo una especie de amigo invisible?, le preguntamos. "Sí, como una influencia. Tenía como una sensación de conexión, de cercanía y bueno, a través de ese proceso, pues le sentí como a mi mejor amigo, porque me identificaba con él de alguna manera”, recuerda.
Su fe, ya de adulto, no es la budista. La relación con sus padres y sus hermanos es buena pese a la distancia inicial y Osel consiguió rehacer su vida. “No me considero budista, me considero una persona que intenta mejorar cada día, me comparo conmigo mismo. Mi religión es tratar a la gente como me gustaría que me traten a mí. Esa es mi filosofía, mi religión, si quieres llamarlo así. Pero yo soy más agnóstico-científico-espiritual”, se autodefine.
Sobre la reencarnación, la culpable de que su vida no haya sido como las de los demás es contundente. “Para mí la reencarnación existe, y la ciencia ha confirmado lo que ya sabía”, sostiene. En Occidente explicar lo que es la reencarnación es muy diferente a la explicación en Oriente, porque en Oriente es un poco la luz clara o el alma o la conciencia. Es realmente lo que es, lo que se mueve de cuerpo en cuerpo. Hay una teoría que se llama la teoría de 21 gramos, que cuando uno muere físicamente pierde 21 gramos, y eso también está comprobado”, añade a su explicación. “En Oriente, en la cultura donde yo me crie, es algo completamente normal, todo el mundo es una reencarnación", sostiene.
Osel ahora conduce una fundación dedicada a plantar árboles por todo el mundo, la Global Tree Initiative, en la que está implicada su antigua escuela y su entorno familiar. Está separado y tiene un hijo al que no quiere darle ninguna aventura que contar de adulto. “Le estoy dando estabilidad emocional. Para mi hijo sólo quiero sea un niño y que nadie espere nada de él, que sea feliz y que sea lo que quiera ser”.
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