Todo comenzó en 1692. Niñas desnudas encendiendo velas en mitad del bosque mientras realizaban rituales, comportamientos extraños, maldiciones y la invocación a demonios alertaron a la pequeña población de Salem (Massachusetts). Todos los ciudadanos lo tenían claro, se trataba de la influencia directa del demonio y las brujas.

La preocupación aumentó cuando vieron a las hijas del reverendo Samuel Parris bailando desnudas en el bosque mientras Tituba, la esclava que se encargaba del cuidado de los niños en la casa del reverendo, realizaba rituales vudú. Además, las niñas comenzaron a sufrir convulsiones en público, hacer gestos extraños y a pronunciar frases sin sentido. Las alarmas se desataron en la ciudad cuando otras seis niñas se sumaron a esos extraños comportamientos.

Fue tal la inquietud y el señalamiento de la ciudadanía a las que llamaban brujas, que en febrero de 1692 arrestaron a Tituba, la esclava del reverendo. También detuvieron a una indigente y embarazada y a una terrateniente que no caía muy bien entre los vecinos.

El principal castigo era quemarlas en la hoguera, pero en muchos lugares fueron ahorcadas

Lo curioso es que, en el caso de Tituba, llegó a salvarse precisamente por reconocer que había visto al diablo en el bosque. "A veces toma la forma de un hombre muy alto de pelo negro, o de perro negro, o de cerdo", confesó la esclava. Su culpabilidad la salvó y tan solo estuvo un año en prisión mientras las demás mujeres a las que habían acusado de brujería fueron ahorcadas.

Así comenzaron los famosos juicios por brujería de Salem. Por aquella época, el fenómeno de la caza de brujas estaba extendido por todo el mundo y miles de mujeres fueron ejecutadas o encarceladas por sus supuestos actos de brujería. En ocasiones se cree que el principal castigo era quemarlas en la hoguera, pero en muchos lugares fueron ahorcadas.

Además, les sometían a varias torturas para confirmar que aquellas mujeres que iban a ejecutar eran brujas. Si encontraban lo que llamaban "una mancha del demonio", es decir, una cicatriz en el cuerpo, pinchaban esa zona con una aguja y si sangraban descartaban que fueran brujas. Si se hundían tras atarlas a un pozo o lloraban en algún momento, eran inocentes. Incluso llegaban a pesarlas, ya que consideraban que una bruja no podía pesar más de cinco kilos.

Una de las hipótesis que se maneja es que el pan de centeno podría estar detrás de esas conductas extrañas

Pero a pesar de todas estas pruebas, muchas no pudieron escapar de la justicia. El 19 de abril de 1692, hoy hace 331 años, tuvo lugar uno de los juicios de Salem en el que cuatro mujeres fueron acusadas de brujería. Una de ellas fue la primera ejecutada del proceso de ese pequeño pueblo de Estados Unidos, en el que acabaron ahorcando a 19 personas más y otras 200 fueron condenadas.

El hongo, el culpable del comportamiento de las brujas

Casi toda la población del pueblo creía en que las brujas fueron las que provocaron ese comportamiento en las niñas, pero como se ha podido ver con el tiempo, estaban equivocados.

Una de las hipótesis que se maneja es que el pan de centeno podría estar detrás de esas conductas extrañas. Ese cereal a veces se contaminaba con "cornezuelo", un hongo que podía llegar a provocar dolor abdominal, convulsiones y todo tipo de alucinaciones, precisamente lo que padecían estas mujeres.

Aunque muchos sostienen que esos comportamientos extraños se debían a la histeria colectiva que desencadenó la educación represiva que tenían, otros historiadores refuerzan la idea de que ese cereal con que el que se elaboraba el pan, y que era muy popular en aquella época, poseía una toxina, la ergotamina, de la que deriva el LSD, una de las drogas psicodélicas más famosas que existen, y que provocaba esos efectos en las mujeres.