Howard Carter no sólo descubrió la tumba de Tutankamón. Entre otras muchas cosas, también excavó la tumba de una noble egipcia llamada Senetnay, que vivió alrededor del año 1.450 a.C y fue nodriza del faraón Amenhotep II. Después de su muerte, sus órganos fueron momificados y almacenados en cuatro tinajas en una tumba real en el Valle de los Reyes. Y ahora un grupo de científicos del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva (Alemania) ha decidido estudiarlos.

Los investigadores analizaron las sustancias encontradas en seis muestras de bálsamo de dos frascos que se utilizaron para almacenar los pulmones y el hígado de Senetnay. Los hallazgos, publicados en la revista Scientific Reports, no dejan lugar a dudas del alto estatus de la mujer. Y nos permiten cruzar un puente sensorial para viajar 3.500 años al pasado.

Según explicaron los científicos, ambos bálsamos contenían cera de abejas, aceites vegetales, grasas animales, betún, un producto natural del petróleo y resinas de la familia de las coníferas, que incluye pinos y alerces. También se identificó la presencia de compuestos como cumarina (que tiene un aroma parecido a la vainilla y se encuentra en una amplia gama de plantas, incluidas la canela y las plantas de guisantes) y el ácido benzoico (que se encuentra en resinas y gomas aromáticas obtenidas de varios tipos de árboles y arbustos).

Si bien la composición de los bálsamos de ambos frascos parecía ser muy similar, los autores identificaron dos sustancias que solo estaban presentes en el frasco utilizado para almacenar los pulmones de Senetnay

Por un lado, encontraron un compuesto conocido como larixol, que se encuentra en la resina de alerce. Y en el otro caso tienen dudas. Podría ser otra resina fragante llamada dammar, que se obtiene de los árboles dipterocarpios que crecen en la India y el sudeste asiático, o bien una resina obtenida de los árboles de Pistacia, que son parte de la familia del anacardo. En cualquier caso, la presencia de estos ingredientes en sólo uno de los dos frascos podría indicar que se utilizaron diferentes bálsamos para preservar diferentes órganos.

El 'aroma de la eternidad'

"Estos ingredientes complejos y diversos, exclusivos de este período temprano, ofrecen una comprensión novedosa de las sofisticadas prácticas de momificación y las rutas comerciales de gran alcance de Egipto", explicó Christian E. Loeben, egiptólogo y curador del Museo August Kestner. "Nuestros métodos también pudieron proporcionar información crucial sobre los ingredientes de los bálsamos, sobre los cuales existe información limitada en fuentes textuales del antiguo Egipto contemporáneo", añadió Barbara Huber, que ha sido la encargada de dirigir el equipo de científicos alemanes.

Basándose en una revisión de análisis anteriores de bálsamos de momificación, los autores informaron que la composición de los aplicados a los órganos de Senetnay era relativamente compleja en comparación con otros del mismo período. 

El trabajo también destaca las conexiones comerciales de los egipcios en el segundo milenio a.C. "Los ingredientes del bálsamo dejan claro que los antiguos egipcios obtenían materiales de más allá de su reino desde una fecha temprana", afirma la profesora Nicole Boivin, investigadora principal del proyecto, que se muestra convencida de que "la cantidad de ingredientes importados en su bálsamo también resalta la importancia de Senetnay como miembro clave del círculo íntimo del faraón".

Con todo ello, los científicos han conseguido recrear el aroma del bálsamo de Senetnay. Lo han llamado"el aroma de la eternidad", y se presentará en el Museo Moesgaard de Dinamarca en una próxima exposición, que ofrecerá a los visitantes una experiencia sensorial única: experimentar de primera mano un olor ambiental de la antigüedad y percibir el olor del antiguo Egipto.

Los investigadores utilizaron técnicas analíticas avanzadas, incluida la cromatografía de gases-espectrometría de masas, la cromatografía de gases de alta temperatura-espectrometría de masas y la cromatografía líquida-espectrometría de masas en tándem, para reconstruir las sustancias que ayudaron a preservar y perfumar a Senetnay para la eternidad.

"'El aroma de la eternidad' representa algo más que el simple aroma del proceso de momificación" señala Huber, que afirma que "encarna el rico significado cultural, histórico y espiritual de las prácticas mortuorias del Antiguo Egipto".

Al crear este olor para exhibir en un museo, el equipo espera ayudar a brindar una experiencia inmersiva y multisensorial a los visitantes, permitiéndoles conectarse con el pasado de una manera olfativa única, al tiempo que traslada la mística de la momificación del Antiguo Egipto a la actualidad. Su enfoque innovador no sólo salva una profunda división temporal, sino que también permite que las personas con discapacidad visual participen más plenamente en la exhibición del pasado de Egipto, haciendo que los nuevos resultados de la investigación sobre la momificación antigua sean accesibles a un público más amplio.